Donde aún vive la magia de los cafés de antes

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

José Luis Estévez convirtió la tasca dedicada a Sissi Emperatriz en uno de los referentes de los locales de ocio en el Vigo de los 90, cuando se sociabilizaba jugando. Hoy mantiene la mecha añadiendo coctelería y copas

07 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el barrio de Casablanca, ese entramado de calles en el uptown vigués que en la nueva configuración del mapa local queda entre El Corte Inglés y baja hasta el muro de la estación de Urzaiz, resiste uno de los cafés clásicos de los 90. La Rosa Negra (#) fue uno de aquellos bares destinados al ocio reposado, donde la gente echaba horas conversando y jugando, unos consumiendo sin parar y otros aguantando mínimos razonables para que los hosteleros no lamentasen su presencia a la hora de hacer caja.

El café lo pusieron en marcha en 1991 José Luis Estévez y su prima, aunque ocho años después ya se quedó él solo al frente. Como recuerda, en el local de propiedad familiar había antes de ellos una tasca de las de toda la vida a la que llamaron Sissi «porque la abrieron el año en que la película se puso de moda en España», explica.

Algo más tiene que ver su establecimiento con aquella taberna. «Su propietario tuvo un loro que repetía la frase ‘que viene Rosa la negra, que viene Rosa la negra'. Yo había pensado ponerle a nuestro café La mota negra, por La isla del tesoro, cuando me contaron esa anécdota y lo cambié», explica Estévez en referencia al capítulo de la novela en la que el capitán Jones teme que llegue John Silver el Largo con un trozo de papel con una mancha de tinta en el centro, una señal corsaria de amenaza.

A Estévez se le hace extraño que hayan transcurrido 30 años desde que abrió, y por las vicisitudes por las que ha atravesado el negocio, a veces le parece un milagro y otras, una condena. Como sus compañeros del sector, han pasado un año especialmente malo, pero opina que ha habido épocas peores para la hostelería. «En la pandemia ha sido una cuestión de fuerza mayor y ha sido duro porque las ayudas han llegado con mucho retraso, pero fue casi peor el panorama que quedó tras la crisis del 2009, que años después seguía y parecía que no tenía fin», lamenta.

Para el vigués, lo más preocupante ha sido el cambio social o generacional en el que su modelo de negocio ya no tenía encaje. Aquellos bares y cafés que abrían desde primera hora de la tarde y continuaban por la noche, y reunían a la chavalada que se juntaba para charlar, tomar algo y jugar a juegos de mesa. «La gente joven tiene ahora otro tipo de ocio y otra forma de comunicarse. Lo que ahora se hace a través del móvil y las redes sociales se hacía antes viniendo a locales de este tipo sin tener la necesidad de quedar. Eso ya no se hace así y, además, los juegos se resuelven en red o en aplicaciones, pero ya no se necesita ir a ningún sitio para jugar», argumenta.

Aunque nadie o rara vez alguien abre ya las cajas del Monopoly o el Trivial, no se mueve el ajedrez o las cartas ni se oyen los dados agitados en los barriletes del parchís, La Rosa Negra ha encontrado otras vías para seguir interesando a un tipo de público ávido de espacios para ellos. Los consumidores de más edad buscan lugares tranquilos con buena música donde se pueda hablar sin vociferar, elegir entre varios tipos de cafés e infusiones o disfrutar tras la cena de copas y cócteles sin tener que implorar tras una barra atestada. «De todas formas están volviendo nostálgicos de esa época, clientes que hacía años que no venían», asegura contento. Para ellos o para quien se anime, José Luis sigue teniendo en su local las ediciones vintage de los juegos que pasaron por cientos de manos cuando el coronavirus no estaba ni en las pesadillas. A la espera de que la pandemia sea solo un recuerdo, recuperará poco a poco actividades que acogía en su local, como reuniones de una asociación de magos, tertulias y talleres de idiomas o de literatura.

Aunque Casablanca tuvo mucha vida nocturna, la zona perdió en las últimas dos décadas el dinamismo que llegó a generarse en los 90: «Venían desde otros puntos de la ciudad y recuerdo que hasta había colas a primera hora de la tarde para hacerse con una mesa en cafés como el vecino Rosalinda, que cerró hace dos años», cuenta. Hace poco hubo un intento de hacer fuerza a través de una asociación de hosteleros, pero fracasó. «Al no estar vinculados a un evento concreto que nos implique a todos es muy difícil que funcione. Además, es un área muy dispersa con población envejecida y eso perjudica a la dinámica que se pretendía imprimir», valora.

La esperanza se sitúa ahora entre el futuro centro comercial Vialia y la Ciudad de la Justicia. «Nos pilla en medio, así que a ver... Está creando expectativas y al menos el mercado inmobiliario ya se está revitalizando».

Desde 1991. Dónde está. Calle Ecuador, 93, en Vigo.