Dos años de cárcel para el jefe de una discoteca por desfalcar 47.593 euros con falsas entradas

e. v. pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.Moralejo

El implicado reimprimía tiques ya vendidos y los sacaba otra vez en taquilla para generar ventas "fantasma" y quedarse el beneficio

27 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El jefe de una discoteca de Vigo fue condenado a dos años de cárcel por desfalcar 47.593 euros mediante la reimpresión de falsas entradas que luego revendía para quedarse el dinero. La quinta sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo, le condenó por un delito de apropiación indebida y a la devolución de los fondos al dueño de la discoteca, situada en la calle Venezuela.

La sala ve probado que el implicado, a lo largo del 2016 y 2017, aprovechó su cargo de encargado de la discoteca para hacer el desfalco. Dado que asumió las funciones de contabilidad de las entradas y las consumiciones, disponía de las llaves del local y de los despachos cerrados. También conocía la clave de acceso al servidor y el programa de contabilidad de entradas y consumiciones instalado en el ordenador.

Gracias a ese acceso privilegiado al sistema informático, podía reimprimir varias veces las mismas entradas ya vendidas. Estos tiques fantasma los revendía al precio habitual de cinco y seis euros o incluso de diez y doce a determinados clientes. Las ventas fantasma no quedaban reflejadas en la contabilidad y el dueño ignoraba sus ganancias reales.

La Audiencia ve probado que el encargado reimprimió 8.286 entradas, lo que le generó un beneficio de 47.593 euros.

La acusación particular argumentó que el delito era una estafa pero la sala no ve algunos requisitos necesarios como el abuso de confianza, ya que la relación que había era de encargado y dueño. Además, el acusado que urdió el engaño ya manejaba previamente del patrimonio del perjudicado.

En su día, el dueño de la discoteca declaró como testigo en el juicio. Notó un desfase de ventas a lo largo de un año porque veía demasiada gente en el local para los pocos ingresos que percibía. «No me daban los números, hasta que hubo unos meses en los que empecé a ganar mucho dinero», contó. No desconfío de su encargado de la sala porque era «una persona de confianza, cuando estuvo enfermo lo cuidé como si fuese un hijo».