El suelo de los montes de Vigo vuelve a latir

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Óscar Vazquez

La tierra repone su estructura y drenaje tres años y medio después de la ola de incendios que arrasó 18.484 hectáreas

30 abr 2021 . Actualizado a las 02:11 h.

A la naturaleza, en Galicia, no le queda otra que mantenerse sabia y tozuda para reponerse de la sangría provocada por cada incendio forestal. Vigo y todo el sur de la provincia ardieron entre el 14 y el 16 de octubre del 2017. 18.484 hectáreas quemadas (7.168 más que en la oleada del 2006), de las que solo quedan troncos sueltos e inertes. A mayores, el suelo, el otro eterno afectado. También el más sufrido al no evidenciar sus heridas, muchas veces de muerte. Soporta en silencio el calor abrasador, que desciende quemando raíces y secando todo a su paso. Los vaticinios de los expertos, tras aquellas 48 horas de ceniza, miedo y muerte, elevaban a décadas el tiempo de regeneración natural. «Hoy, más de tres años después, podemos decir que el suelo se ha recuperado». Lo afirma y sostiene la ingeniera del centro agroforestal de Lourizán, Cristina Fernández, junto a su compañero, Elías Blanco.

Ambos recorren cada palmo de terreno carbonizado y entregan sus conclusiones a la Consellería de Medio Rural. Analizan la degradación del suelo, nada más, y nada menos, dada la actividad incendiaria en Galicia. El balance, tras los frentes del 2017, empezó a ser positivo a los dos años. «Hay que decir que el suelo es un fatal conductor del fuego, una cosa es la impresión que da al verlo, y otra el daño. Aquel día había viento de cola de huracán, y eso no da opción de quemar el suelo. A mayores, focos secundarios que tampoco afectan demasiado», añade Cristina divisando, desde el alto de San Nomedio, en As Neves, a 590 metros de altura, buena parte del sur de la provincia. A la derecha toda la raia húmeda, con Portugal al fondo, las areneras de Salvaterra y hasta O Porriño. A la izquierda, Ponteareas, ambos Mondariz y macizos que llegan A Lama.

M.MORALEJO

De frente, a los pies de la A-52, en una cuenca más en sentido de subida al túnel de A Cañiza, se ubica el suelo más castigado por las llamas huracanadas de aquel domingo negro. «Encontramos suelo realmente quemado en esa ladera, las condiciones fueron mucho peores. Pero la gente, seguro, pensará por las imágenes que lo peor pudo ocurrir en Chandebrito, pero no. Fue ahí, en una ladera olvidada en la que solo había matorral, y ya brotó nuevamente». Los incontables análisis realizados de muestras de diferentes ayuntamientos, parroquias o lugares arrojan resultados iguales a los hechos antes de aquel fin de semana. El método científico no tiene secretos al escudriñar los sedimentos, sigue un patrón reglado en seis categorías

Jerarquías cromáticas

Cada escala permite, visualmente mediante el color, determinar si el daño fue grande o leve. Si el suelo es muy negro evidencia que el grado de sufrimiento fue menor. «Si el aspecto es rojizo -añade Elías- se sabe que hay secuelas, y si presenta tonos grises es que hay mucho deterioro, son los peores. Un suelo muy grisáceo ha perdido estructura, la cobertura y agregación entre partículas. Todo esto facilita que el agua, cuando llueve, provoque arrastres». Ambos técnicos añaden que cada conclusión es fruto de mucha investigación en laboratorio para analizar las pérdidas de carbono y otros elementos. Todo para determinar la erosión, porque no siempre que hay fuego hay erosión. Motivo por el que no se echa paja en todos los sitios tras sofocar las llamas.

La conclusión del escenario forestal actual, de Arcade a Portugal y de Vigo a A Cañiza, sostiene que el suelo se ha recuperado. «Le dimos tiempo. En Galicia tenemos una ventaja que no hay en otros lugares: humedad, buena temperatura y las plantas rebrotan, hacen manto, retienen y regeneran soltando partículas que forman otro manto. A partir de ahí solo hace falta tiempo, el suelo se recupera, y eso es lo que ha pasado. Igual que el resto de las zonas quemadas aquellos días. En parte dejando tiempo sin actuar, y en otras actuando. Todo, siempre, a través del estudio previo» añaden Cristina y Elías antes de recordar la obligatoriedad de secuestrar carbono para la estructura y recuperar la función hidrológica. También mantener el ciclo del agua: «Ahora tenemos niveles de carbono como los anteriores al fuego, la misma funcionalidad hidrológica y nivel de agregación».

El perímetro de Vigo fue otro frente de batalla humeante que patear y palpar. Se prestó especial atención a la zona del embalse de Eiras para evitar arrastres de los montes al agua. Un elemento que, en aquellas semanas, era objeto de deseo en la principal de ciudad de Galicia por su peligrosa carencia. Ya en las parroquias, y en las zonas urbanas afectadas de Vigo, el fuego tampoco dañó especialmente el suelo. Uxío González, portavoz de la Mancomunidade de Montes de Vigo, ratifica las conclusiones científicas de los ingenieros de Lourizán con la experiencia que aporta patear los montes desde crío. «O chan está recuperado, nótase ben. É certo que xa dende fai un ano a cousa mellorou moitísimo. Quedan restos, normal, o monte non é un xardín botánico. Pero a verdade é que a xente non é consciente da sorte que temos en Galicia».

ÓSCAR VÁZQUEZ

Humo

Aquellos incendios dejaron igualmente promesas que se olvidaron con el tiempo. Ocurrió a los dos días del domingo negro, en Vigo. Los entonces líderes de la oposición al Gobierno, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, visitaron la ciudad y prometieron, consternados, un prometedor nuevo sistema de forestal y medidas concretas para las zonas más castigadas. Hoy, tras dos años gobernando sus partidos, no han vuelto a decir nada de todo aquello. Solo los comuneros, la Xunta y los ayuntamientos siguen tirando del carro con los medios de siempre. Algunos, únicos en el contexto nacional. Lo explican los mismos ingenieros de Lourizán que aplican el método. Cristina, orgullosa, lo detalla.

«Se aplica en el seguimiento y monitorización de tratamientos a través de una serie de parcelas que funcionan a modo de presa, como un cesto. Están hechas con malla verde igual a la de los viveros. Un material que filtra el agua y retiene sedimentos. Con una malla y varias estacas montamos una parcela con un coste barato y esas muestras son las que se analizan», explica Cristina antes de confesar los contratiempos que implica: «Hay mucha gente en los montes y a veces, cuando vamos a buscar las parcelas para recoger sedimentos o hacer mantenimiento, no las encontramos porque las robaron. De ahí la importancia de hacer pedagogía con los vecinos».

Los encargados de patear los montes, por igual, coinciden en aplicar esa máxima. Ya sean agentes forestales, brigadistas o comuneros. Explicar los motivos por los que se trabaja una zona y otra no, cuando ambas fueron pasto de las llamas. «Tienen que saber las razones por las se echa paja en una zona, y en otras no. Les da tranquilidad y no cuesta nada». Cuestión aparte son otro tipo de vecinos, casi siempre desaparecidos. Particulares que se olvidaron de cuidar sus terrenos, haciendo buena la expresión «están a monte». «Nunca son de nadie, nunca los cuida nadie, pero ojo, que si cortas una rama o mueves algo, es raro que no aparezca el propietario reclamando sus derechos -concluyen Cristina y Elías-. Pero ese no es el gran problema, y sí que no vale de nada adecentar una parte importante del monte, para prevenir incendios, si el restante está selvático».