Y 373 días después, María José sale del hospital para ver el mar

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Víctima de un infarto cerebral en Ávila al comienzo de la pandemia, llegó como un vegetal a Vigo. Ya anda y habla en sueños

30 abr 2021 . Actualizado a las 16:50 h.

Entró en el hospital como un peso muerto. Sin habla, sin movilidad, sin ser la que siempre había sido. Tres aneurismas le cambiaron a los 52 años a ella y a su familia la vida. Pero ahora, 373 días después, María José Guerrero sale hoy por primera vez a la calle para ver el mar. Su marido, Luis Martín, quiere que lo primero que sienta después de un año de tratamiento, rehabilitación, trabajo duro para volver a ser todo lo autónoma que se pueda, sea la ría de Vigo, ver las Cíes, la gente paseando por Samil. Ella asiente con la cabeza y aún más con la sonrisa que le asoma detrás de la mascarilla.

«Sí», «no», dice con claridad, pero nada más. Cuando sueña es diferente. «Habla en alto por los codos cuando está dormida», atestigua Luis, que quiere ver en esa señal que «cualquier día de estos rompe a hablar».

El servicio de rehabilitación de Vithas NeuroRHB del hospital vigués de Fátima no le ha dejado rendirse, aunque se atisba al verla que no ella no es de las personas que se deja vencer, ni siquiera por un ictus grave. Se ata las zapatillas con una mano, pela una manzana de la misma forma, anda con un bastón y pelea con su lado derecho, al que el cerebro no le envía la información precisa desde febrero del año pasado.

La pareja se encontraba preparando su hotel rural de Navarredonda de Gredos. El marido salió a comprar unas brochas y cuando volvió, a los pocos minutos, María José estaba en el suelo. Nada serio. Por si acaso fueron al ambulatorio y de allí al hospital para hacer una radiografía, pero solo por prevenir. Y al ir al baño tras las pruebas, se desplomó, cayó paralizada. Un helicóptero la llevó a la uci de un hospital de Salamanca, su siguiente destino. Pero en cuanto salió de peligro a la pareja les cayó otro mazazo: a causa del covid el centro médico la mandaba para casa o para una residencia asistida para pasar el resto de su vida como un vegetal. 

No se rindieron

Luis, sus hijos, hermanas de María José y su cuñado no se conformaron. Contaron el caso en las redes sociales, en medios locales, buscaron hospitales en Madrid o en Cataluña, donde fuese. Escribieron al ministro de Sanidad de entonces, Salvador Illa, pero nada. Pese a todo, y en contra de los augurios de la administración sanitaria castellana, lograron que con el escenario legal del estado de alarma un hospital privado se hiciera cargo de su rehabilitación con cargo a las arcas públicas de su comunidad, dado que ninguna institución pública de su autonomía se brindaba a rehabilitarla.

«Nunca hay que rendirse, es lo que hemos aprendido de esta situación y también que hay que disfrutar de la vida cada día», dice Luis, que el viernes contaba ansioso las horas para salir hoy a la playa y, sobre todo, para que llegue el día 30, cuando por fin volverán a casa.

NeuroRHB

«Los gallegos tenéis de entrada una coraza, pero si te haces amigo de alguno, tienes gallego para toda la vida», atestigua poniendo ejemplos de ayuda y respaldo como el del dueño de la cafetería del hospital, que le deja las llaves para que se prepare algo por las noches cuando el establecimiento está cerrado, o de tantos profesionales con los que ha compartido emociones desde abril del año pasado. «Un año en el hospital es muy duro. Y he ido a casa alguna vez, pero allí solo daba vueltas, que iba a hacer si ella estaba aquí», dice sin perder la sonrisa, sin dejar salir el nervio acumulado al ver a su novia desde los 17 años postrada y luchando contra los elementos.

«Nos vamos a volver a casar y lo vamos a hacer aquí en Vigo. Se lo he pedido y quiero que sea aquí cuando pase la pandemia, para unos pocos familiares solo, pero aquí. Volvernos a casar 35 años después otra vez», desvela como muestra de gratitud a tanto apoyo recibido. En su pueblo de Gredos querían hacerle una fiesta cuando llegue el viernes, pero tendrá que esperar. No quieren tentar a la suerte con el covid. «Eso sí, vamos a hacer otra vez el Camino de Santiago», dice Luis. Y María José añade: «Sí, sí» y un «adiós» entre risas, certificando otro logro, como todo lo alcanzado en sus últimos 373 días antes de volver a ver el hoy mar y el viernes a sus nietos y su gente, la de Ávila, porque ahora también la tiene en Vigo.