Colgado de las aceras de la ciudad

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

El artista y profesor de Bellas Artes Ignacio Pérez-Jofre lleva a las paredes de la Fundación Laxeiro las huellas que dejan los transeúntes y los residuos de tierra que encuentra en el suelo urbano de Vigo

07 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si yendo por Vigo se topa con un tipo con pinta de ensimismado, lamparones de pintura en la chaqueta, gorro modelo Que chova y una bolsa de la que asoman pinceles, mirando al suelo con una fijación inusitada, absorto en un intenso diálogo silencioso con la acera, probablemente sea Ignacio Pérez-Jofre, un flâneur que no deambula sin sentido sino con un objetivo claro. El artista, cuya mirada se extiende más allá de lo que el común de los mortales vemos en una loseta, en una pared o en un pedazo de ladrillo, le saca más partido estético a las calles que nadie.

Desde hace años ha puesto el foco en el espacio urbano, los transeúntes y en el entorno doméstico, elevando la categoría visual de un cartel roto, una pared desconchada, una palangana, un mechero o una silla, al igual que ennoblece soportes que sin su mano recicladora serían pasto del cubo de la basura, desde servilletas de papel a cascotes de obra.

Al madrileño afincado en Vigo desde hace 25 años -tres después de llegar a la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra y residir en Cambados-, le dio antes de la pandemia por las aceras y fruto de ese interés es la exposición En el suelo que actualmente, que exhibe la Fundación Laxeiro (Policarpo Sanz, 15) hasta el 2 de mayo. «Hace un par de años sentí que la manera de representar la realidad a través de la pintura figurativa estaba dejando de interesarme», explica. Y lo demuestra en esta exposición que recoge su nueva interpretación creativa a través de la materia y la geometría que confluyen en las aceras que pisamos. La serie, llamada Tierra, viene de una anterior llamada Suelos, que según confiesa, parte de una pregunta que se hizo: «¿Cómo hacer obra minimizando mi intervención en ella y que se haga casi sola, diluyéndose la autoría entre un colectivo anónimo de forma inconsciente?». La respuesta la encontró colocando papel pegado en la acera. «Al dejar que la imagen se haga con el paso de la gente se genera una imagen con el roce de las suelas, la materia que arrastras, el paso de patines, carritos, etcétera, creando un efecto de frottage que queda marcado», explica añadiendo que en realidad «fue una vuelta a una forma de hacer que había practicado mucho al principio de mi carrera, basada en la huella, en la transferencia directa de lo real».

Pero el autor no quería dejarlo todo al arbitrio del movimiento callejero. «Necesitaba intervenir en el proceso, mancharme y experimentar acelerándolo al friccionar yo también mis botas contra el papel. A partir de ahí comencé a añadir tierra que encontraba cerca, y me di cuenta de que adquiría la obra esa dimensión primitiva de la pintura que es la búsqueda del pigmento en la naturaleza», reflexiona.

Losetas que hablan de épocas

Pérez-Jofre asegura que es sorprendente descubrir «la increíble variedad de tonos y texturas que te encuentra sin dar más que una vuelta a la manzana», como sorprendente es ver la cantidad de tipos de aceras y formas geométricas haciendo dibujos en el suelo, muchos más de los 15 o 16 que se pueden ver en la muestra. «Llevo tantos años paseando y mirando hacia abajo recogiendo cositas y basurillas, que eso me ha hecho pensar en el pavimento como ritmo, como imagen metonímica de la ciudad», discurre.

La reflexión sobre las tramas del suelo urbano que hace el profesor de pintura en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra también le ha llevado a meditar sobre lo estilístico y las épocas que refleja. «El pavimento que se pone ahora es completamente diferente del de hace 30 o 40 años y evoca maneras de concebir ese espacio que conecta con el pensamiento que reivindicaron autores como Dubuffet», señala.

Ignacio Pérez-Jofre indica que, a la vez que hay un mundo de tierras que dan texturas infinitas a las obras, hay tipologías en las aceras y coexisten épocas. «Por ejemplo, si estás en Gran Vía es totalmente nueva, pero te metes unos metros más allá en otra calle y das un salto temporal de varias décadas», cuenta reconociendo que sus paseos le llevaron hasta O Calvario y la ladera del monte O Castro buscando piezas.

El artista asegura que no sintió «la necesidad de identificarlas en el espacio, aunque no paran de preguntármelo e igual fue un error», cabila, aunque recuerda que para él «es más importante las sensaciones que transmite el encuentro entre materia y geometría que dónde están, que además solo tiene sentido en Vigo, pero si expongo fuera, ya no», indica sobre su trabajo que la galería Lagrán de Valladolid llevará también a Madrid.