Las primeras maestras de Vigo enseñaban a nivel particular

j. miguel gonzález fernández

VIGO CIUDAD

cedida

Aparecen, pocas y tardíamente, en la década de 1820

07 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy en día cuando el movimiento feminista está en auge y el tipo de educación siempre polémico, es muy oportuno un recuerdo, aunque sea breve a las maestras precursoras de Vigo que ejercieron, no sin dificultades, en una sociedad que tenía mucho aún de patriarcal. Al hilo, vaya mi más cumplido reconocimiento a María del Carmen Rodríguez Seoane, maestra nacional del Colegio Público Doctor Eijo Garay (ahora Illas Cíes) de Coia, quien me abrió los ojos a lo que de verdad es la Historia y que en su faceta de directora dio paso a las clases mixtas, sin segregación por sexos; también a todas las docentes adelantadas para su época.

La enseñanza nunca fue una prioridad para nuestros próceres de antaño, y Vigo estuvo muchas décadas sin contar con enseñanza institucionalizada. En 1750, el comerciante de Veracruz (México), oriundo de la villa, legó 5.000 pesos puestos en censos hipotecarios para fundar la obra pía de Escuela de Niños y Hospital de Pobres, y dejó al Concejo por patrono. De las rentas se pagaba el salario del maestro y el local docente. Hacia 1800, Genaro Garza (hijo del maestro cerero con tintes de hidalguía J. Garza y Quiroga), otro indiano, quiso dar impulso económico a la obra, pero el dinero nunca llegará a Vigo. En paralelo, había alguna pequeña escuela privada, como la que regentaba en 1780 A. Carballido en A Falperra, sostenida por acuerdos con los padres. Ni que decir tiene que todos los maestros de la fundación fueron varones, y desde 1809 hasta su muerte en 1846 fue titular Pelayo Rubido, de Ortigueira, el más conocido y duradero.

Coeducación

Se practicaba la coeducación forzosa de ambos sexos pues solo había un aula, pequeña y desmadejada, para todo el alumnado. Un munícipe (el comerciante más rico de la villa) se quejaba en 1779 de que esto suponía una «indecencia y perjuicio de la buena educación que se requiere a su edad». Habrá que esperar a que una burguesía pujante con mentalidad más abierta y con recursos para educar a sus hijas, demanden maestras de «primeras letras», que ya ejercen en la década de 1820. No les quedó más remedio que regirse por los dictados del Plan Calomarde, ministro absolutista acérrimo del no menos Fernando VII, en vigor hasta que con la definitiva Ley Moyano de 1857 entrasen aires liberales en la instrucción pública.

En el padrón municipal de Caminos de 1828, encontramos censadas a las maestras Ana María Brilaquede y Teresa Bahamonde. Ambas llevaban el doña, signo de respeto, pero se le asignaban una jornada de trabajo (o su redención en dinero), por encima solo de artesanos y marineros, y residían en los arrabales, donde los alquileres eran más económico. No consta que estuviesen casadas.

En un informe de 1834 únicamente consta Joaquina Correa, de 31 años, con certificado oficial de 1830. A su lado el titular y cuatro compañeros varones, uno Ángel Rubido. Será en 1840 cuando solicite permiso para impartir clases María Victoria Fandiño, con título desde 1837; repetirá la instancia 2 años después. Pasado un trienio, hacía lo propio Casilda Vincola de Oya.

Jóvenes

Todas obtuvieron el título. Correa lo tenía por el Real Consejo de Castilla; Oya por el Ministerio de Gobernación, habiendo abonado los reglamentarios 300 reales a la Junta de Centralización de Fondos de Instrucción; y Fandiño lo sacó de Instrucción de Primera Clase, lo que le habilitaba para ejercer en cualquier lugar de España. No cabía duda de su capacitación. Impartían las destrezas básicas de leer y escribir, quizás matemáticas elementales (sumar y restar), por supuesto doctrina cristiana y, como se decía entonces, «las labores propias de su sexo», es decir coser, etc.

Los maestros y maestras de esta época heroica se caracterizaron por su juventud, excepto el veterano Rubido, no pasando de los 40; por la incorporación de las mujeres al mundo de la educación primaria, abriendo un camino que se consolidará cuando se creen las Escuelas Públicas; y un mayor numero, aunque limitado, que medio siglo antes. La educación cala ya más hondo como necesidad social, al tiempo que se dignifica la profesión, con una mayor oferta.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses