Cómo alimentar una hoja en blanco

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

José Ángel Valente certificó con una frase la valía de Juan Seoane. El poeta ourensano residente en Vigo acaba de publicar su decimotercer poemario en un tiempo de pandemia que debería servir para «saber pensar»

24 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay piropos literarios que, según de quién vengan, hacen más por un autor que años sudando tinta y tratando de hacerse un hueco en un sector ya de por sí carcomido por la crisis y aplastado por la avalancha audiovisual. Aun sin ese impulso competitivo, eso fue lo que le pasó a Juan Seoane (Os Peares, 1958), un autor de personalidad modesta pero obra contundente, cuando conoció al poeta José Ángel Valente en 1985. Siendo un treintañero que ya residía en Vigo, donde continúa, tuvo la oportunidad de trabar amistad con el insigne escritor, que estaba en la ciudad para dar una conferencia, y Ramiro Fonte tendió el puente entre ambos. De aquel momento, con los nervios, se acuerda poco, pero de ahí nació un vínculo con su paisano que se tradujo en un considerable epistolario.

Seoane sigue leyendo con asombro y agradecimiento eterno lo que Valente dijo de su obra: «Hay en su poesía una intensa capacidad de arriesgarse, lo que hace de ella una rica aventura, la de ir hacia lo no conocido». No es para menos.

Pero Juan Seoane ni vive de cuentos ni de sueños, y eso que en su trayectoria vital hay un poco de todo eso, desde montar una escuela infantil en Vigo llamada Nube a trabajar para varias editoriales. También pasó por varias librerías hasta abrir la suya propia junto a su amiga Sabela Martínez y otro socio que falleció al poco tiempo de comenzar una aventura llamada Versus. El autor lo dejó hace unos años y continúa ella porque el negocio, asegura, «no da para más».

Desde entonces, él escribe sin preocuparse tanto de reloj y para rematar el año de la pandemia del covid-19, el pasado diciembre salió la primera edición de Mirada escrita, poemario ilustrado por Fernando Ferro que es, sin supersticiones a pesar del fario del 2020, su obra número trece.

El poeta valora la pandemia como «una oportunidad para plantearse muchas cosas que dábamos por hechas, sobre avances en el confort como hablar con Alexa y otros hitos que no llego a entender, cuando deberíamos preocuparnos por construir una sociedad culta y educada, porque para informarse hay que formarse. Una cosa es pensar y otra saber hacerlo», matiza.

El folio en blanco es el poema con el que arranca su nueva obra «y condensa muy bien la idea del libro, que dedico a mi amigo Ferro, al que le gusta mucho los versos de Edmon Jabés o las partituras de Luigi Nono o John Cage, donde el silencio es tan importante como las notas», explica sobre un trabajo en el que vuelca sensaciones y emociones, trabajando sobre la hoja sin mancha y cómo alimentarla, «con el reto de no caer en la cursilería, y desechando textos más herméticos», explica el escritor, que debutó bautizando con humor su primer libro, Poesía reunida, cuando tenía más bien poca.

Seoane cuenta que vive frugalmente a cambio de quitarse pesos de encima y escribe casi todos los días, «pero no me lo impongo, hay días de nada», admite. Ahora que los jóvenes empiezan a devorar poesía, cree que algunos éxitos «están haciendo más mal que bien al género porque aunque siempre está muy bien que en nuestra vida entre la poesía, si no hay una conciencia social, de poco sirve», dice un autor que ama las letras y sigue pensando que el mundo digital es «un coladero de chorradas».

«El oxígeno de los garabatos»

A la hora de quedarse con una obra suya por la que tenga una querencia especial sobre las demás, Juan Seoane elige El oxígeno de los garabatos, poemario con prólogo de Ramiro Fonte que publicó en 1995. Y lo hace porque como explica, cree «que fue bastante atrevido en aquella época».

El autor es consciente de que la fortuna también le ha acompañado a la hora de darse a conocer. «Siempre tuve la suerte de publicar sin tener que llamar a muchas puertas», reconoce. Y lamenta que haya otros que, mereciendo la pena, les cueste tanto llegar. «Conozco a poetas jóvenes muy buenos que nunca han publicado, que me piden a mi consejos que no tengo para esto, porque para ese caso, lo único que serviría es que yo tuviese una editorial», reconoce añadiendo que aunque respeta la solución de la autopublicación que muchos toman, «yo no lo haría, no pagaría por eso».

A él la oportunidad le llegó por ondas hercianas. «Estaba escuchando en Radio 3 un programa en el que hablaban de una revista llamada Baile del sol. Yo tomé nota, les envié un libro y me lo publicaron. Empecé con ellos. Después de ese, salieron de allí ocho más. Ahora es una editorial en la que todo el mundo quiere estar», cuenta. Después pasó a Alfa Sur «por cambiar» y lleva unos años con Adeshoras, «donde estoy contentísimo», afirma.