Vigo, escala de los trasatlánticos con destino a los puertos de América

Juan Miguel González Fernández MIEMBRO DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS VIGUESES

VIGO CIUDAD

En el último tercio del siglo XIX se generó un enorme negocio y numerosos empleos

08 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El ya muy dinámico puerto de Vigo en el último tercio del siglo XIX y primero del XX fue punto obligatorio de recalada de los grandes trasatlánticos que, sobre todo, cruzaban el Atlántico con destino a América, recogiendo pobres emigrantes que iban en busca de un futuro mejor y géneros para la exportación, sobre todo conservas de pescado y ganado vacuno, del que Galicia era principal productora en Europa hacia 1870-1900. Se conserva el edificio de la gran estación marítima del Náutico. Hoy siguen llegado, pero llenos de turistas, extranjeros en su mayoría.

Entre los primeros españoles en lanzarse a este negocio estaban los muy conocidos A. López y López, (ex-esclavista) , 1º marqués de Comillas (Cantabria) y el asturiano J. Pidal. Les siguieron multitud de compañías extranjeras, sobre todo de países avanzados: Gran Bretaña, Alemania, Francia, y hasta Noruega y Holanda. La lista es prolija, pero cabe destacar las asociadas a la aseguradora inglesa Lloyds, la Mala-Real (1878-1950), la Nelson Line, la Anglo Argentina, la Pacific Stream y otras muchas. También españolas como La Asturiana o La Bandera Española, y la olívica La Trasatlántica y el buque Nuevo Primero Barreras. Dichas empresas estimularon el Cable Marítimo Ingles (1873) y Alemán (1896) en Vigo. Estos buques desplazaban entre 3.000 y 5.000 toneladas de porte, de modo que tenían amplia capacidad de carga. Su máquina movía 800 y los menos 550 caballos de vapor. Salían una vez al mes o cada quince días. Había 12 antes para reservar billete.

Los transportes trasatlánticos eran un negocio que movía muchas agencias en Vigo. Así, en 1912, por ejemplo, había 31 compañías marítimas, 15 consignatarios y representantes (en las calles próximas al mar), 10 comisionistas de tránsito y 6 agentes de aduanas. A veces los mismos se ocupaban de tareas distintas. Cuéntese La Asociación de Navieros y Consignatarios y la Mutualidad Naviera. Por citar a los consignatarios más conocidos, estaban grandes hombres de negocios, como M. Bárcena, E. Durán, J. Barreras, J. Tapias, A. López de Neira, A. Conde, etc. Algunos eran cónsules de países extranjeros (Bélgica, Grecia, Chile y Costa Rica, Honduras,...) redondeando sus beneficios.

En su largo periplo acostumbraban a parar antes en A Coruña y en el puerto de Carril (salida marítima de Santiago desde el XVIII) para recoger gente y carga del interior y del norte que confluía allí. Luego atracaban en Vigo, y salían en dirección, unos a Sudamérica (Rio de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires) pasando por Lisboa y África, habiendo prolongaciones al Pacífico (Valdivia, El Callao, Guayaquil); otros iban a La Habana y Puerto Rico. Los más modestos a Inglaterra (Liverpool) y Francia (Burdeos), para carga y unos 20 pasajeros. No faltaba New Orleans. Al principio se tardaba a Brasil 28 días y a Argentina 36 días de navegación.

Los precios variaban según categoría y destino. Así, en el Gironde (1878) de Vigo a Lisboa-Buenos Aires costaba en cámara de 300/400 a 3.920/2.740 pesetas. Y en 2ª, en el entrepuente de 100 a 1.175 pesetas, todo un capital, sobre todo para los emigrantes. Niños gratis y de 2 a 7 años medio pasaje. Estos últimos comían conserva en escabeche, iban en literas y se les daba mucho vino. Disponían de médico. A las islas españolas de Las Antillas andaban las tarifas por las 180 y 50 pesetas.

No todas las travesías discurrían sin percances. En septiembre de 1929 salía hacia Las Palmas, para continuar viaje al Brasil, Montevideo y Buenos Aires el trasatlántico de la compañía Nelsón Lines Higland Pride. Un buque construido en 1910 en las astilleros de Rusell & Co., de Glasgow, con 405 pies de eslora, 56 de manga y 830 caballos de fuerza. Transportaba 58 pasajeros y otros tantos tripulantes, además de carga, principalmente conservas de pescado y algún animal. La niebla lo hizo encallar en los bajos de Os Carallóns o Farallóns, cerca de Baiona, y se hundió con una fuerte escora a estribor. El auxilio de los pesqueros Lolita y Avance y dos motoras de Moaña evitaron víctimas y rescataron parte de la carga y equipajes. En días siguientes, numerosos objetos fueron vistos desde la playa de A Concheira.