Una de churros sin salir de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
b. r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Una decena de establecimientos lideran la oferta que cubre el antojo dulce de los fans de la tradicional masa frita de desayunos y meriendas

01 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo tan aparentemente sencillo y clásico como tomarse unos churros empezaba a convertirse en Vigo en una tarea no imposible, pero desde luego, no tan fácil como conseguir otros manjares, desde una pizza a una hamburguesa o un kebab, cuya oferta es mucho mayor. 

El desmantelamiento del Bonilla original y la marcha de la chocolatería Valor dejaron desamparados a los más churreros. Afortunadamente, de las cenizas de unos han brotado otros que no desmerecen a los primeros, y a su lado han ido sumándose iniciativas que dan para ponerse de churros hasta arriba, con chocolate, o sin él. Empezamos por el principio, y el origen de todo está en aquel Bonilla de Vigo de toda la vida, en la calle Darío Álvarez Blázquez. Aquel local de sillones rojos de escay pegados a los ventanales con vistas al lateral del teatro García Barbón, hoy Afundación, desapareció en los 80. Allí se formó Claudio Torres, un argentino de 40 años que lleva desde los 20 en Vigo y tuvo allí su primer trabajo. Aprendió al lado del maestro churrero Rogelio, que aún vive en Chapela.

La mudanza de local resituó a Bonilla tiempo más tarde en la calle Marqués de Valladares y ahí siguió Claudio, pero hace 15 años se estableció por su cuenta y montó Filipo. El primero estaba en García Barbón y lo cerró, pero el público salió ganando porque ahora es el responsable de tres: un Filipo en Rosalía de Castro, 45, otro en las galerías de Urzaiz, 184 (en la peatonal de O Calvario), y el antiguo Bonilla de Marqués de Valladares, 7, que él rebautizó como Vigo Churros, hallazgo del que está encantado porque sabe que funciona. «La gente ve la palabra churros en grande y para en seco», afirma añadiendo que está encantado porque a pesar de todo, ha sido un buen año «y estamos recuperando a mucho cliente joven. Quedamos muy pocos churreros, la tradición se estaba perdiendo», asegura. Además de servir en el local y para recoger allí, los llevan a domicilio con reparto propio aunque están a punto de lanzarse en Glovo, Just Eat y Uber Eats. También los sirven a otros negocios de hostelería.

Oscar Vázquez

De otra escisión familiar del célebre apellido churrero, pero menos popular, nació un spin off que le da mil vueltas: Qué Churros, que tiene dos pequeños locales, casi pegados (en Cesáreo González, 13 y El Carmen, 6), a unos pasos de la piscina municipal de As Travesas. Pero pronto abrirán un tercero en Urzaiz, 193. El negocio lo llevan los exempleados Raúl Mosquera, su mujer Concepción Casas y su hija Paula. 

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Los fríen con aceite de oliva virgen extra y el chocolate «es mezcla de belga puro con otros, para que tenga más sabor a chocolate, no a procesados con demasiado azúcar», explica la joven. Los sirven en el local, para recoger y también los envían a domicilio con reparto propio y con Just Eat. También los hacen para otros negocios de hostelería, como la cafetería Luces de Bohemia (Colón, 34), que a primerísima hora recibe los de Qué Churros y luego ya los siguen haciendo ellos el resto del día.

En Vigo, como freiduría con local abierto al público pero sin espacio para consumir in situ, solo queda una. La churrería Casablanca (Cuba, 14) en el barrio del mismo nombre, donde continúa desde 1965 en manos de la misma familia. Manuel Rodríguez Mata relevó a sus padres, Manuel y Carmen, negocio, que lo llevaron durante 45 años, y desde hace siete años es su hermano Daniel el que está al frente del espacio de lunes a sábados, donde además hacen patatas fritas, que como todo vigués sabe, se llaman patatillas. 

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En el mismo barrio reabrió el otro Bonilla (Cuba, 15) tras mucho tiempo cerrado.

Otro clásico que cayó hace cinco años en manos de una joven emprendedora, la pontevedresa Isabel Guerra, fue la churrería Carmen (San Roque, 110) y los sirve también a domicilio. 

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En O Calvario está además Manolito (Cristo, 10), aunque según explican, solo fríen por las mañanas.

Y también los hay para los que sufren intolerancias alimentarias. En el Café D’Sonia (Florida, 32) Sonia Fernández los hace sin gluten, aptos para celíacos.