Los árboles no nacen para ser itinerantes

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La naturaleza no diseñó a los árboles para moverse igual que no crea los arbustos para que tengan forma de dinosaurio

03 nov 2020 . Actualizado a las 01:45 h.

Hace unos años, en un foro estatal sobre arbolado urbano, se comentaba el asunto del traslado de árboles de un lugar a otro. Recuerdo que el ponente puso un buen ejemplo: «Todo se puede cambiar de sitio, la catedral de Santiago se puede sacar de la plaza del Obradoiro y trasladarla de pueblo en pueblo. Técnicamente es posible, ese no sería el problema, otra cosa es el riesgo que implica, lo que costaría y, sobre todo, si eso tendría algún sentido o justificación». La naturaleza no diseñó a los árboles para se itinerantes, como tampoco diseñó a los arbustos para que adoptasen la forma de Tiranosaurio, y hacerlos itinerantes también.

 Esta semana dos noticias tenían que ver con esto. En primer lugar el traslado de las palmeras de la plaza de la estación. Vaya por delante que es una excelente noticia que el Concello de Vigo decida hacer algo tan radicalmente revolucionario como… cumplir sus propias ordenanzas. Esto que debería ser la norma suele ser más bien la excepción. Las ordenanzas municipales de medio ambiente, que por si sirviera de indicador de la necesidad de su actualización contemplan todavía el importe de las multas en pesetas, priorizan ante todo que el arbolado urbano se mantenga en su sitio. De no ser posible por alguna obra inevitable e incompatible, que sean trasladados garantizando su supervivencia, dejando la tala como última opción.

 Desconocemos si el motivo de ese traslado, que reiteramos que siempre es mejor que la habitual tala, era una causa de fuerza mayor y no una simple cuestión estética de cambiar unos árboles por otros, porque trasladar un árbol siempre supone un riesgo. Resumiendo: significa amputar radicalmente sus raíces (que triplican como poco la superficie de su copa) y para que esas raíces cercenadas consigan asentarse y aportar los nutrientes imprescindibles se podan también drásticamente sus ramas. Pónganse en su lugar a ver que les parecería la idea y lo que significaría para su supervivencia.

 Pero en el caso de las palmeras de la estación, una vez que conocemos el lugar en el que se replantaron (el antiguo espacio que ocupaba el restaurante As Dornas en Samil), supone otro indicador de improvisación, o bien de falta de voluntad política de regenerar el ecosistema dunar. Pues acabamos de introducir especies que son ajenas a dicho ecosistema. ¿La idea es volver a arrancarlas y llevarlas a otro sitio cuando alguna vez nos tomemos en serio esa eternamente postergada recuperación? En Samil, salvo que nos remontemos al período muy anterior a la última glaciación cuando lo que hoy conocemos como Vigo era algo parecido a una selva tropical, no existían palmeras.

 Como tampoco una pradera de césped como la actual. Samil no es ni el caribe, ni un campo de golf ni un pastiche de ambas cosas, es un ecosistema dunar atlántico. Ya puestos a cometer este anacronismo ecológico tendría más sentido remontarnos al jurásico y trasladar a ese solar de Samil precisamente a Dinoseto, que es la segunda noticia de la semana. Nuestro emblemático arbusto cambia de sitio otra vez, en este caso a la Alameda. Pero existe una diferencia fundamental: en la plaza de Compostela, a diferencia de la Porta do Sol, el simpático Dinoseto podrá por fin desarrollar sus raíces sobre tierra (usurpada al mar, pero tierra al fin y al cabo) y no sobre hormigón como hasta ahora.

 Esto quiere decir que dentro de año y medio, cuando previsiblemente Dinoseto regrese a su ubicación actual, verá como sus raíces bien desarrolladas en ese tiempo en la Alameda serán cercenadas (poniendo otra vez en riesgo sus supervivencia) para volver a instalarse sobre cemento, en el que esta vez añadiremos un innecesario túnel al aparcamiento. Para Dinoseto no será ninguna novedad este trasteo municipal pues, no olvidemos, su regreso a Porta do Sol será la sexta vez que cambia de sitio con el correspondiente riesgo para su integridad.

 Dejar a los árboles en su sitio y dejar que tengan forma de árboles seguramente sería más sencillo. Pero siempre mejor eso que cortarlos, algo es algo.