Viajar de Vigo a la Cordillera Cantábrica a pie y gastando solo 99 céntimos diarios

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Brais Palmás

La última gesta del activista vigués fue «por debajo del umbral de la pobreza»

01 nov 2020 . Actualizado a las 01:45 h.

Cuando hace dos años confesó que para él era más económico viajar que estar parado y que en el último periplo había gastado un euro y medio al día le llovieron las críticas de los escépticos en las redes sociales. Ahora, el activista medioambiental y fotógrafo vigués Brais Palmás no solo confirma lo dicho, sino que ha batido su propio récord. El último viaje a pie por la Cordillera Cantábrica le ha salido a 99 céntimos diarios, «por debajo del umbral de la pobreza», apunta.

«No íbamos de una manera pobre, es que no había dónde gastar, solo comprábamos de vez en cuando un kilo de arroz y un kilo de cuscús. Es difícil gastar más. Solo necesitas legumbres, cereal... Y llevábamos todo tipo de vegetales deshidratados para el viaje: zanahorias, cebollas, pimientos, berenjenas, algas.. Todo lo que te puedas imaginar», explica. Ni siquiera tuvo la tentación de tomarse una caña en un receso, no bebe cerveza, aclara.

«Durante el confinamiento visitamos los contenedores de un par de supermercados y había más alimentos de los que podíamos comer. Deshidratábamos día a día todo lo que encontrábamos. Hasta apareció una pata de jamón serrano y caviar», comenta tras reconocer que le preocupa el despilfarro que observa en la alimentación. «Duele mucho pensar que una piña, que se ha traído hasta aquí desde Sudamérica, acabe en el contenedor. Vienen en avión y acaban incineradas», explica.

Otras veces él y su acompañante Agnes Soboñ recogían lo que se iban encontrando en el camino: moras, setas, arándanos, manzana silvestres... Era un momento muy fructífero.

El mal tiempo les obligó a dormir la mayoría de las veces en tienda de campaña, salvo alguna excepción, que les permitió usar solo el saco y dormir al raso, como más le gusta.

Una de las cuestiones que se planteaban los escépticos de sus económicos periplos era qué hacía Brais Palmás cuando no viajaba. «Preparo viajes o los contenidos que traigo del anterior, fotos, crónicas... Busco empresas, materiales, tenemos compañías de todo el mundo, entre ellas, una española. En este viaje conseguimos muchos apoyos. Cuando no estoy en ruta vivo en una casa, pero no siempre es la misma. El estilo de vida no cambia mucho, también visito contenedores y como alimentos deshidratados».

Pese a ser fotógrafo profesional, no vende las imágenes, las cede a las firmas que colaboran.

El viaje por la Cordillera Cantábrica surgió en realidad de rebote, estaba previsto para más adelante. El destino inicial era África, pero la situación provocada por la pandemia le obligó a cambiar los planes. «Hemos perdido grandes alianzas, patrocinios con empresas». No se arrepiente en absoluto de la elección.

La Cordillera Cantábrica es la primera parte de otro periplo a mayor escala que llevará a cabo por los lugares más importantes de biodiversidad en cada país. .La idea es conocer a las personas que lo hacen posible.

La opción de hacer el viaje en bicicleta, como en otras ocasiones, fue descartada ante las dificultades de la orografía. Para no utilizar combustibles fósiles quedaba la posibilidad de ir a pie.

Tras dejar atrás Vigo, Brais y Agnes partieron a Santiago para continuar por Lugo, A Fonsagrada, Grandas de Salime y, finalmente, enlazar con el sendero natural de la ruta transcantábrica. En total fueron 70 días y casi 500 kilómetros.

«Los pescadores creen erróneamente que sus truchas desaparecen por los cormoranes»

Durante el trayecto Brais y su acompañante visitaron la Fundación Oso Pardo, donde tuvieron la oportunidad de acompañar a los técnicos varios días. «Han comprado prados abandonados, muchas tierras para plantar todo aquello que pueda servir de alimento a los osos, como cerezos. De esta forma no tendrán que bajar a los pueblos», explica el fotógrafo.

La otra parada tuvo como objetivo contactar con la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos. El trabajo desarrollado por sus miembros ha hecho que vuelvan a volar por la zona y que incluso llegue alguno a Galicia.

De la Cordillera Cantábrica le sorprendió el paisaje con bosque autóctono y la vida en el rural. Lo negativo, la rabia y el odio de mucha gente hacia los animales. «Los pescadores están pidiendo batidas de cormoranes porque creen erróneamente que sus truchas están desapareciendo por ellos. Contaminamos los ríos y luego culpamos a otros».

Otra decepción que se llevó fue en uno de sus últimos viajes a Suecia. «El contrato era para un año y pasé solo ocho meses en la ecoaldea. Tenía unas expectativas muy altas, pero distaba mucho de lo que pensaba, parecía más bien una comunidad internacional, la parte ecológica no era muy fuerte», admite.

La primera crónica del viaje ya aparece en la web www.braispalmas.com. «Es la hora de encontrar cobijo, colgar la hamaca entre un par de alisos y nadar sobre aguas cristalinas dejando que la corriente tonificadora arrastre el sudor y, con él, los rigores del último ascenso», escribe.

Ahora toca preparar el siguiente viaje a Marruecos «para hacer el continente a lo bruto» si la pandemia se lo permite.