El tramo maldito de la Gran Vía viguesa

Begoña Rodríguez Sotelino
b. r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Siete de los once locales que están en la acera de los impares han cerrado. El precio de los alquileres no anima a los  comerciantes

19 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La señorial Gran Vía, una de las arterias principales de Vigo y una de las calles tradicionalmente considerada entre las mejores para las tiendas, no vive su mejor etapa. Hace lustros que la avenida entró en una espiral de decadencia, una cuesta abajo comercial a la que el Concello pretende ahora dar un empujón literal, cuesta arriba y con rampas mecánicas, cuyos beneficios dividen a los implicados.

El ocaso de los locales comerciales no es exclusivo de esta calle. Es evidente en muchos barrios plagados de establecimientos vacíos empapelados con carteles de «Se vende», «Se alquila» o «Se traspasa».

Pero lo que llama la atención en el caso de Gran Vía es que a pesar de contar con el tirón de El Corte Inglés, en la que se conoce como «la acera buena», la de los impares, hay dos tramos sobre los que parece haber caído una maldición. Entre las intersecciones con la calle Brasil y Ecuador hay once locales y de ellos, siete cerrados: Dentix, Otero’s, Travel Tienda, Max B Zapatos, una tienda de moda y complementos, la cafetería La Flor de Vigo y Zapatería Cruces. Los cuatro que siguen funcionando son Esmaltes Hernández (que actualmente atienden al público previa cita online), Vodafone, Movistar y Noctalia Flex. La dependienta de esta tienda, Clara, lo interpreta más bien como una serie de catastróficas casualidades apuntaladas por el hecho de que se encuentran en los bajos de edificios antiguos que piden a gritos una renovación. «Necesitan una reforma y nadie quiere cogerlos», opina añadiendo que la casualidad también ha tenido que ver con los resultados. Por ejemplo, vender maletas en tiempos de covid no es precisamente el negocio más acertado, y a la desgracia de la pandemia se han sumado las obras, que traigan o no mejoras después, suponen un inconveniente puntual que resta ganancias.

De todas formas, la vendedora de Flex, firma que lleva más de medio siglo en ese espacio, cree que la rampa mecánica no favorecerá especialmente a las tiendas que están en los laterales, precisamente «porque la gente irá por la parte central por comodidad y no se pararán en los escaparates. Ahí perdemos una oportunidad. Solo nos queda la de bajada, en el caso de que vuelvan por donde vinieron», aventura.

Sobretasación inmobiliaria

Víctor Fernández Misa, presidente de la Federación de Comercio de Vigo, Fecovi, tiene una visión más general sobre el fenómeno, que achaca a una sobrevaloración de una zona que ya no es lo que era ni da lo que parece: «Yo lo llamaría morir de éxito. Los propietarios de los locales los tienen a unos precios desorbitados. Piden verdaderas barbaridades y los posibles inquilinos no los pueden pagar porque saben que los beneficios no van a estar en consonancia», argumenta. Por eso, según el representante del gremio, hasta las multinacionales han ido abandonando locales, «dejando prácticamente a El Corte Inglés solo», para resituarse entre Urzaiz y Príncipe, donde afirma que todavía compensa el movimiento con las ventas que se generan.

Por otra parte, sobre la reforma de la Gran Vía aporta su propia teoría, que coincide con la anterior trabajadora: «Las escaleras no van a favorecer al pequeño comercio. La gente subirá por el medio», lamenta.

Pero también hay comerciantes que antes de nada, prefieren que la obra esté inaugurada para dar su parecer: Teresa, responsable de la tienda de zapatos Escobar, un clásico que está allí desde 1979, es de las que se posicionan con el optimismo, aunque insiste en animar a sus convecinos en que «hay que gastar en el comercio local», que son los que dan vida a las ciudades.

De la misma opinión es Pino Domínguez, propietario de las tiendas de moda Max B, especializada en marcas de los mejores diseñadores internacionales. Este empresario sigue manteniendo su tienda en el lado de los pares en Gran Vía, pero cerró la pequeña, dedicada a zapatos y bolsos, en los impares, en la franja supuestamente maldita. Su explicación aporta claridad al misterio: «La decisión de irnos de allí tuvo que ver con el covid, porque el espacio no nos permitía tener un aforo que compensara». En cuanto a la reforma de la avenida, cree que «hay que apostar por el futuro. Las ciudades sufren transformaciones y en esta calle, independientemente de las rampas y demás, hacía falta un cambio de las infraestructuras, el saneamiento y las telecomunicaciones. Teníamos averías de luz y agua cada dos por tres».

El profesional coincide con buena parte de sus compañeros del sector al señalar que la Gran Vía es como una metáfora de Vigo: una urbe envejecida de orografía incómoda. Todos ellos han echado de menos que alguien desde el Concello, que sí presentó el proyecto a El Corte Inglés, les explicara qué iba a pasar allí, con los negocios con los que se ganan la vida.