Un agente de la Inquisición controlaba el puerto de Vigo

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

En 1806, el encargado de estos asuntos era un fabricante de jabones

13 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los cometidos de la Inquisición a lo largo de su historia fue actuar como filtro de entrada a las ideas potencialmente peligrosas para los intereses de la monarquía y de la Iglesia. Desde el siglo XVI, se encomendó al Santo Oficio el control de los buques extranjeros en los puertos españoles. A comienzos del siglo XIX se mantenía una intensa vigilancia en las fronteras para evitar que llegaran libros cuyos contenidos fueran contrarios la monarquía.

Aunque en Vigo no hubo tribunal de la Inquisición, sí estaba presente esta institución a través de un familiar, cargo seglar que representaba al Santo Oficio. Tenía grandes privilegios, como las exención fiscal o la certificación de la limpieza de sangre.

Cada una de las visitas de control que realizaba el familiar a los barcos que llegaban al puerto tenía un gravamen sobre la propia embarcación. Este impuesto, en el puerto de Vigo oscilaba entre los 30 reales, que se cobraba a los barcos más grandes, y los dos reales a las embarcaciones más pequeñas. Aunque en Vigo no hay constancia, estas visitas generaron grandes conflictos en otros puertos debido a los abusos que cometían los inspectores.

El control a las embarcaciones se había iniciado cuando se abrió el tráfico con América. La Corona y la Iglesias estaban especialmente preocupadas con la posibilidad de que pasaran a América algunos libros que consideraban contrarios a sus intereses. El tráfico con Europa también fue un objetivo de este control, especialmente a finales del siglo XVIII.

El familiar de la Inquisición en Vigo se llamaba Bernardo Luis Martínez y era comerciante y fabricante de jabones. En 1806, «los inquisidores apostólicos contra la herética prabedad y apostasía en este reyno de Galicia» (sic) le elegían como su agente en la ciudad de Vigo. Fue el 18 de marzo de 1806 cuando el santo oficio de la Inquisición de Santiago de Compostela nombraba a este vecino de la villa olívica «familiar», es decir, informante oficial en la villa y puerto de Vigo.

En el documento, que se guarda en el Archivo Municipal de Vigo, se especifica que había sido investigado previamente. «Y havida información de que en vuestra persona y en la de vuestros padres y abuelos paternos y maternos concurren las calidades de limpieza [de sangre] y las demás que para ello se requieren y que con secreto y fidelidad hareis lo que por nos os fuere cometido en las cosas tocantes al santo oficio» (sic), se puede leer en el documento de nombramiento. «Y como tal gozeis de todas las honras, libertades y pribilegios que según derecho, concesiones apostólicas, leyes y pragmáticas de estos Reynos, estilo o ynstrucción de este santo oficio suelen y deben gozar los familiares de él» (sic), añade el oficio. Desde Santiago se reclamaba a todas las autoridades de la zona que «hagan guardar dichas excepciones y pribilegios que a semejanes familiares se acostumbran a guardar» (sic).

Para ser familiar se exigía acreditar la limpieza de sangre, ejemplaridad de vida, no realizar oficios considerados de baja clase, ser hijo legítimo, mayor de 25 años, no ser clérigo, ni extranjero y vivir con honestidad. Algunas de estas condiciones, como es el caso de Vigo, se fueron suavizando con el paso de los siglos. El trabajo del familiar era detectar la herejía, para lo que no dudaba en admitir testimonios sobre encausados, vigilar a sospechosos o colaborar en inspecciones.