En Vigo también hubo judeoconversos

j. miguel gonzález fernández

VIGO CIUDAD

cedida

Su presencia fue notable durante el primer tercio del siglo XVII en la villa

25 ago 2020 . Actualizado a las 01:16 h.

Coincidiendo con la conquista de Granada y el descubrimiento del Nuevo Mundo, en 1492 los Reyes Católicos ordenaban la expulsión de los judíos de España, menos los que se convirtieran al catolicismo (acaso en apariencia). Portugal fue clave para la emigración, y allí se estableció una parte. Tiempo después, no se sabe bien por qué razón, quizás acosados por el Santo Oficio de la Inquisición de ese país o por la política permisiva del conde-duque de Olivares valido (primer ministro de facto) de 1622 a 1643, se trasladaron, cuando España y Portugal estaban bajo una misma Corona, a las localidades fronterizas gallegas en busca de un futuro bonancible.

La Inquisición, de Galicia, establecida en fecha tan tardía como 1574, ejecutaba visitas itinerantes a las poblaciones sospechosas. Desde poco antes de su fundación en el Reino, hasta 1652 realizó inspecciones en la villa de Vigo en nada menos que seis ocasiones. Su objetivo principal era, sin embargo, vigilar la introducción del protestantismo, herejía peligrosa, por vía marítima, asociado al trato mercantil con ingleses, en el país. Está bien atestiguado que Vigo acogía a comerciantes británicos.

El finado notable historiador de la ciudad del Lérez Juan Juega Puig, constata en 1589 la presencia en Vigo de siete judeoconversos y sus familias, la mitad que en Pontevedra, y menos que en Ourense y Santiago, pero muy por encima de los solo tres de la ciudad de Tui. Acogía a un grupo relativamente numeroso para Galicia.

Al margen de la labor represiva inquisitorial, tomaron asiento en Vigo, localidad muy tolerante y en su primera época dorada económica, durante las primeras décadas del seiscientos, judeoconversos como Jerónimo Saravia, Sanjuán Núñez de Vitoria, el licenciado (en derecho) Coronel, etecétera.

Como en todos lados, se dedicaban preferentemente al comercio y al préstamo de dinero. La búsqueda del lucro era su modo de vida básico, siempre que no requiriera esfuerzo físico, propio de la «gente del común». De entre ellos destacó Jerónimo Saravia, esposo de Leonor Pereira, quien tomaba parte en múltiples negocios: beneficiario de la Renta de la Sal, vendedor de cargos administrativos, comprador de fructíferas tierras (granja de As Condomiñas, sobre O Berbés) y otras muchas tareas especulativas. En fin, estaba presente en todo lo que dejara buenos beneficios.

Para encubrir su ascendencia judía, fundó una capilla particular en el convento de San Francisco, que parece todavía se conserva, si bien muy deteriorada. Hacía así gala de su catolicismo, renegando de la Ley de Moisés. Pero, sobre todo, quiso dignificar su linaje. Para ello ocupó el cargo de regidor en la corporación viguesa hacia 1608-1614, algo al alcance de muy pocos privilegiados; también fue elegido para otros cargos menores. Apuntalará su prestigio comprando en 1635 por 17.500 reales al convento de la Cerca de Santiago, el señorío del coto (parroquia) de Cedeira, hoy en el Ayuntamiento de Redondela y no lejos de Vigo. El pazo está muy modificado. Sobre él fundó un mayorazgo, heredando todo un único sucesor/a, que después, por matrimonio, pasará a los leoneses Pestaña, luego a los extremeños Manzano, y finalmente, ya como bien libre, en 1867 lo adquiere D. Manuel Bárcena, futuro conde de Torre-Cedeira.

Los judeoconversos tuvieron un gran protagonismo en la actividad económica de la abierta sociedad viguesa de su época. Hoy olvidados, sirvan estas líneas para reivindicar su memoria y de la población olívica ya como lugar de acogida.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses