La otra victoria del Cristo de la Victoria

La Voz

VIGO CIUDAD

Hubo celebración, con restricciones, pero los devotos sí honraron a su imagen y encendieron velas

03 ago 2020 . Actualizado a las 17:17 h.

El entorno de la Concatedral fue, atendiendo a la nueva realidad, un hervidero en el día del Cristo de la Victoria. Cuestión aparte es que se conserve la referencia de la plaza da Igrexa en la era previa al covid, abarrotada y, sanitariamente, segura. Pero ahora el virus mata y manda, de ahí que solo poder oficiar misas, prender velas, honrar la imagen y recorrer el itinerario de la procesión suponga, dada el riesgo de otra oleada masiva, toda una victoria. A la derecha de la entrada principal, en un escaparate repleto de encaje de Camariñas, se apoyan, a la sombra, Encarna, Puri y Pilar. Septuagenarias, de la zona vieja de Vigo de toda la vida y tanta fe como resignación: «Queremos, claro que queremos, pero no puede ser, hay que venir y quedarse fuera, al menos tienes velas... Para el año que viene, Dios dirá. Menos es nada, hay que aguantar con lo que venga. Esto todo es para evitar aglomeraciones, lo entendemos, pero la fe mueve montañas. Un día normal aquí no se entra desde la mañana, ni se entra a la misa».

Los cuentan desde la barrera y con perspectiva de toda la plaza. En el centro, con varias filas ramificadas que alcanzan la plaza da Pedra, fieles y más fieles esperan su turno, vela en mano la mayoría, para rendir honores al Cristo. Al final de la cola, que cumple al dedillo las normas, ubican su puesto Pilar Firnés y su hijo Juan Manuel. Venden velas y hablan claro: «Despachamos un 10 % menos que antes de la pandemia. Pero no ocurre solo hoy [por ayer], en el Cristo, es toda la temporada. Esta es la primera celebración que se hace, cuando nosotros trabajamos de un tirón todos los años desde marzo hasta el 4 de octubre. Hoy [por ayer] tendríamos que estar también en Nigrán, en la Romería de la Virgen de la Salud, pero se suspendió, abren solo la iglesia para una misa. Y así muchas más, es la ruina, créame».

Ángeles sí afloja unas monedas para armarse con una vela. Es de Vigo y acompaña a su madre, Esther, para hacer la procesión a su manera. «Se está haciendo bien, dispersado, de noche, a la tarde, por la mañana, incluso de madrugada. La gente camina en silencio, con distancia de seguridad y mucha mascarilla, evidentemente. Así, con este civismo, la verdad es que reconforta más honrar al Cristo. Incluso en todo el perímetro de la Concatedral se observa todo bien y con mucho respeto». De la percepción de Ángeles tiene buena parte de culpa la Asociación Vodea, que con sus voluntarios desde el día 24 colabora en todo lo necesario. Juan García, presidente, coordina y gestiona que no falte de nada ni se desatienda nada.

Entre bambalinas

«Somos una asociación con año y medio de trayectoria formada por 130 voluntarios, todos compañeros, que acudimos a eventos culturales, religiosos o deportivos. Llevamos desde el 24 de julio ayudando en turnos de mañana y tarde, y hoy es el día del Cristo. Siempre actuamos sin ánimo de lucro». Juan se refiere, fuera del templo, al cumplimiento de la distancia de seguridad y uso de mascarillas; ya dentro, sobre todo ayer, usar hidrogel antes de acompañar a su asiento a cada persona que accede a la Concatedral: «Cada sitio está marcado con un punto adhesivo rojo que se colocaron tras un estudio previo para garantizar toda la seguridad sanitaria posible. Igual que los bancos, también colocados estratégicamente. A las personas que llegan las acompañamos igual que si fuésemos acomodadores en un cine. Desde el 24 de julio movimos unos 35 voluntarios, hoy [por ayer] 11 de mañana, 11 de tarde y 11 de noche para ayudar a recoger».

La estampa que dejó la mañana, acrecentada por la tarde al no ser comparable el volumen de gente que caminaba ayer con la de años anteriores, resulta imposible que pase desapercibida: «Hay dos opciones: ver el vaso medio lleno o medio vacío. Podemos salir a la calle, hacer la procesión a nuestra manera. Incluso ir a la playa luego. Son los tiempos que son, hay que adaptarse. Yo, personalmente, no me olvido del confinamiento. Por eso, ahora, doy gracias de poder recuperar cierta libertad». Lo confiesa Francisca Méndez, junto a su marido. Ambos con mascarilla y sendas velas goteando en sus manos. «La cola se hace bien, el ambiente es sano y tranquilo. Luego haremos la procesión nosotros solos, al Cristo, la verdad, lo llevamos con nosotros desde novios. Este año, si tiene que ser así, pues que sea. Peor hubiera no poder ni estar aquí por otro estado de alarma».