El bazar del buen gusto para gourmets

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Raúl Vilar y su marido Zemiltom de Andrade regentan Brutal, una tienda de diseño que ha ido cambiando de sitio y de nombre en Vigo bajo un mismo concepto al que ahora añaden una zona de alimentación

10 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

 Hace 22 años, el coruñés de Cabanas Raúl Vilar puso en marcha en Vigo su primer proyecto comercial. Tras haber estudiado las especialidades de joyería y escultura en Artes Aplicadas y dar clases en una escuela de diseño gráfico y muebles, abrió una tienda de diseño y regalos, con un espacio para joyas, en la Ronda de Don Bosco. Solo estuvo abierta un par de años, pero fue el ensayo para otra, Mirasol, que duraría una década en la avenida de García Barbón.

Recuerda Raúl, vigués de adopción crecido en Fene, que cuando la inauguró, el comercio de objetos de decoración de diseño todavía era algo inusual a cuya popularización contribuyó más tarde la irrupción del gigante sueco de los muebles.

Allí fue donde conoció a Zemiltom de Andrade, un brasileño de Río que había llegado a Vigo para visitar a una amiga y terminó enamorándose de la ciudad, de Galicia y de Raúl, con el que contrajo matrimonio en el 2006.

«Vino a la tienda para que le colocáramos bien un pendiente, salí yo detrás del mostrador a ponérselo, y hasta hoy», recuerda. Zé se unió al proyecto laboral y en el 2010 volvieron a cambiar de nombre: Ula Boutique, en otra mudanza que les llevó a la calle Eduardo Iglesias con el mismo tipo de producto, hasta el 2016. «A partir de ahí estuvimos un par de años maquinando», cuenta, y fruto de su experiencia en ferias internacionales del regalo (Fráncfort, París o Milán) le dieron vueltas «y nos dimos cuenta que el futuro estaba en incorporar la alimentación a la oferta», reconoce.

Buscando local para su cuarta aventura comercial, se toparon con el esqueleto de la antigua librería San José, que cerró sus puertas a principios del 2018 tras casi 70 años de historia. «Como somos unos románticos empedernidos, y cada día más, nos quedamos con ella y aprovechamos todo lo que se podía», cuenta. Entre los tesoros escondía en bajo sus pies, tras dos capas, una de sintasol de los 50 y otra de tarima flotante de los 90, un suelo de baldosa hidráulica que hizo llorar cuando lo vio a su última propietaria, sobrina de la fundadora, al recordarlo de cuando era niña.

A finales de ese año echaba a andar Brutal Bazar, nombre que, según desvela, sirve para englobar toda la batería de productos que se estiban entre las estanterías «en un mundo diverso en el que catalogar se ha vuelto cada vez más complicado», reflexiona añadiendo que el catálogo no para de crecer «porque si vemos una cosa bonita, la tenemos que comprar», afirma.

Vilar argumenta que el hecho de añadir una zona de alimentación a la tienda era el paso nada descabellado de un establecimiento que llevaba casi dos décadas despachando menaje y pequeños electrodomésticos de cocina. En acondicionar el espacio gourmet para showcookings con una cocinera para hacer realidad los menús, para celebrar degustaciones de productos nuevos y para organizar catas y maridajes estaban, cuando el covid-19 les paró en seco un proyecto para el que esperan, sin prisa, reabrir el tasting room cuando se pueda hacer con seguridad y tranquilidad. «Si es pronto, mejor para todos, pero si no, con calma, esperaremos», afirma tranquilo..

Mientras, en su tienda ya hay un surtido catálogo de delicias dulces y saladas, aceites, jamones, chorizos rellenos con queso o castañas de Casa da Avoa, conservas originales de Pecados del Mar, aceites, mermeladas ecológicas de Amorodo, vinos singulares como el de Bodegas Seixido o el Tinta Femia de O Morrazo, tés, chocolates de Comercio Justo... El profesional explica que la mayor apuesta es por el producto gourmet gallego, «pero los gallegos no somos los mejores en todo y si hay otras cosas que otros hacen mejor en otro lugar, como las conservas vegetales de Navarra, aquí estarán», argumenta. Y aunque asegura que la experiencia de compra in situ no se puede vivir en una página web, están acondicionando una porque «por muy rica que sea una mermelada, nadie va a hacer 200 kilómetros para venir a comprarla».