Elogio de la pega, el pájaro cazatesoros

antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Cedida

La población de urracas ha dado un gran salto en el entorno tras la crisis sanitaria

29 jun 2020 . Actualizado a las 23:25 h.

A medida que salimos del confinamiento vamos comprobando que lo que parecía lógico se confirma en la práctica: nuestra retirada temporal de los espacios naturales y periurbanos en el momento crucial de la floración de plantas y cría de animales le sentó bien a la naturaleza.

Indicador tras indicador, llegan las noticias de que la naturaleza (al parecer paradójicamente excepto en nuestro Parque Nacional) reconquistó modestamente algo del espacio perdido.

Hoy queremos aprovechar la excusa para presentarles un ejemplo de caso con una especie que ya era muy común pero que esta primavera dio un gran salto adelante. Nuestra amiga es la pega, urraca o Pica pica. Su nombre científico no indica que la emprenda a picotazos indiscriminadamente con todo lo que encuentra, aunque sufrir un picotazo de una pega es una experiencia inolvidable, sino una derivación de los picos, pájaros carpinteros de los que es pariente pero no cercana.

En realidad, nuestra protagonista es familia de los cuervos aunque por su aspecto en algunas zonas la llaman vichelocrego porque su cuello blanco sobre fondo negro recuerda a los alzacuellos de los curas.

Seguramente no necesitaría mayor presentación pero quizás no conozcamos algunas peculiaridades de esta inconfundible vecina. La descripción de la artista es poco relevante pues es muy visible con su plumaje blanco y negro y su larga cola iridiscente entre verde y azul. Ayuda a que no pase desapercibida su tamaño mediano de unos 50 centímetros de longitud y 60 de envergadura y 200 gramos de peso, que parece poco pero no está mal para un pajarito.

El éxito de nuestras primas tiene mucho que ver con su extraordinaria capacidad de adaptación, tanto al medio (viven tanto en espacios naturales como humanizados) como a su alimentación que incluye prácticamente todo lo comestible. Esto de su alimentación les supuso un problema porque incluía buscarse la vida en tierras de cultivo ganándose una fama injustificada de ser una enemiga agrícola.

Con el tiempo fuimos descubriendo que su labor como eficaces controladoras de plagas (y su labor sanitaria como carroñeras) compensaba con creces los daños que pudiera provocar en las huertas.

Estos bichitos acompañan su versatilidad con una extraordinaria inteligencia, hasta el punto de que diversas fuentes los sitúan entre los animales más listos en general. Llegan a reconocerse a si mismas en un espejo, recuerdan a las personas con las que comparten el medio (y diferencian entre amigos y enemigos) y tienen un comportamiento grupal solidario. Es frecuente verlas trabajando de manera conjunta y coordinada para espantar posibles depredadores de su territorio llegando a enfrentarse directamente con otras especies que les triplican en tamaño y fuerza. Prácticamente solo el azor (y cada vez quedan menos) es una amenaza para las pegas, si descontamos a nuestra especie que sigue siendo directa e indirectamente su principal enemigo. Esa ausencia de depredadores naturales es otra de las claves de su éxito, cosa que suele suceder cada vez que rompemos los equilibrios ecológicos. En el apartado de las anécdotas nuestra amiga tiene una curiosa costumbre digna de mencionar: su extraordinaria afición por los objetos brillantes que va acumulando en su nido. Esta pulsión lleva a que, con el tiempo, esos nidos, que suelen reutilizar año tras año e instalan en lugares difícilmente accesibles como en los árboles más altos (otro ejemplo de adaptación, son de las pocas aves capaces de nidificar en los eucaliptos) recuerden la sección de bisutería de un todo a 100 en donde podemos encontrar todo lo imaginable y algunas cosas inimaginables llegando al extremo de que en tiempos se buscaba en sus nidos algún objeto de valor, en plan cazatesoros. Calificar como urraca a la persona que acapara todo lo que encuentra viene de esta costumbre.