Elogio de las huertas locales

Antón lois AMIGOS DA TERRA

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

¿Un mercado de productos agrícolas al aire libre supone mayor riesgo de contagio que el interior de un supermercado?

11 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces lo olvidamos pero una parte muy pequeñita de nuestra alimentación todavía se produce aquí mismo, sin salir de nuestro término municipal. Están en peligro de extinción, pero milagrosamente aún sobreviven las huertas y, con ellas, sus labregas y labregos. Son tan heterogéneas como podamos imaginar pero grandes o pequeñas, de autoconsumo o para comercializar, convencionales o sobre todo ecológicas, contribuyen decisivamente al prodigio de ayudarnos a comer cada día con alimentos locales, de proximidad, de temporada y lo hacen de forma sostenible.

Tenemos una excelente oportunidad para ponerlas en valor. Pongamos las cosas en su contexto, de lo general a lo local. En España importamos, de muy lejos casi siempre, 29 millones de toneladas de alimentos, muchos de los cuales perfectamente se podrían producir aquí, pero son estas cosas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Estos recorren una media de 5.013 kilómetros hasta llegar a nuestra mesa y solo por su transporte suponen la emisión de 4.740.000 toneladas anuales de CO2 (son datos de 2007, desde entonces aumentaron).

En Galicia, con un sector primario que todavía consigue sobrevivir a pesar de todos los intentos por eliminarlo y una heroica población rural, las cifras mejoran en general, pues solo importamos el 32,5 % de los alimentos que consumimos. Pero la buena noticia se va al traste cuando lo aplicamos a la población urbana. El 70 % de la población de Galicia se concentra en la quinta parte de su territorio, y solamente en las ciudades ya vive el 40 % de la población.

Pongamos Vigo como ejemplo de caso. ¿Cuánto tiempo sobreviviríamos si los alimentos que necesitamos se tuvieran que cultivar en nuestro término municipal? Un cálculo optimista lo cifraría en apenas una semana. ¿Empezamos a entender la importancia de nuestras huertas y nuestras labregas?

Tenemos algunos indicadores que nos muestran que no, ni a nivel general ni local. En el primer caso siguen siendo inexplicables las reticencias para autorizar los mercados locales de productos de proximidad ¿Objetivamente es defendible que un mercado de productos agrícolas al aire libre supone mayor riesgo de contagio que el interior de un supermercado? Y a nivel local recordemos que desde hace años, aunque fuimos también en esto de las últimas ciudades en ponerlas en marcha, una modesta pero muy meritoria red de huertas urbanas ecológicas; una excelente iniciativa que felicitamos en su día. ¿Les damos la importancia que merecen? No lo parece. Durante todo el proceso de confinamiento se consideraron actividades esenciales algunas actuaciones públicas, como obras en rampas mecánicas, cortar el césped en parques (a los que no podía acceder la gente) o talar árboles para iluminar murallas. Esto era considerado esencial. Realizar las tareas mínimas de mantenimiento de las huertas ecológicas urbanas no se consideró esencial, ni se sigue considerando, lo cual es muy significativo.

Aprendamos, que es algo que se nos repite insistentemente, que al menos esta terrible situación nos sirva de aprendizaje. No necesitamos mantener las huertas, tanto las urbanas como las periurbanas, lo que necesitamos es ampliarlas, para empezar recuperando aquellas excelentes tierras de cultivo, sin duda las mejores, que se fueron abandonando y son hoy monocultivos de especies forestales exóticas de crecimiento rápido. Poner en valor la agricultura tradicional (en el fondo la agricultura ecológica no es más que eso) implica también dignificar la profesión de labregos y labregas pagando un precio justo acorde con la calidad de sus productos y por su esfuerzo por producirlos de forma sostenible. Si tanto a nivel global como local estamos empezando a asumir que la recuperación económica será diferente o no será, y que el «crecimiento verde» (otro oxímoron) debe ser el marco estratégico transversal que guíe esa recuperación, bien podríamos empezar por nuestras huertas locales.