El caso de la abulense tratada en Vigo de un ictus desencadena una oleada de peticiones de ayuda de otros enfermos

VIGO CIUDAD

La Voz

La familia de María José Guerrero se brinda a guiar a otras que se han quedado sin atención por el cierre de servicios a causa del coronavirus

10 may 2020 . Actualizado a las 22:08 h.

María José Guerrero sigue luchando para poder volver a caminar, a hablar. Y lo hace en Vigo, lejos de su casa en un pueblo de Ávila y lejos también del hospital de Salamanca donde fue ingresada el 13 de febrero en la uci con un ictus grave. Ni en su provincia, ni en Castilla y León, ni siquiera en Madrid o Barcelona su familia consiguió que la sanidad pública iniciase con ella la dura y urgente escalada de la recuperación tras un infarto cerebral de consideración. Fue la insistencia de los suyos, la constancia frente a la burocracia y el respaldo obtenido a través de las redes sociales y los medios de comunicación lo que propició que apareciese una solución. «Ni el hospital, o los médicos que la atendían sabían qué hacer en un estado de alarma inédito para poder proporcionarle un tratamiento en el que cada día que pasa es vital», señala Clemente Chávez, cuñado de María José. Todos los servicios sanitarios no urgentes estaban y siguen en muchos casos cerrados para concentrar esfuerzos frente al coronavirus y evitar además su propagación entre quienes pasan a diario por los hospitales.

La familia acumula cartas, correos electrónicos y mensajes implorando esa atención que llegó a través del grupo de Vithas Fátima de Vigo sugiriendo que solicitasen la derivación de la abulense de 52 años al centro privado para su atención, como indica que se puede hacer el real decreto que proclamó el estado de alarma a mediados de marzo para los casos en los que la sanidad pública de una comunidad no pueda atender adecuadamente la asistencia de su población.

Casos de cáncer, anorexia...

Ese peregrinaje que supuso semanas de pelea frente a un muro administrativo y que incluso hizo que María José tuviese que irse a su casa aún inmóvil, postrada y sin habla, es reconocido, cada uno con sus afectaciones, por decenas de familias que piden ayuda a la de la abulense para que les informen sobre los pasos a dar para conseguir tener una atención médica y sanitaria cómo sea. «Hay casos de cáncer, de anorexia, de enfermedades en los que la atención rápida y continuada son vitales y que se han quedado sin ella a causa del plan frente al coronavirus, pero que quienes los sufren tienen derecho, pero derecho legal y constitucional, a ser tratados, ayudados y curados», advierte Chávez. El cuñado de María José admite que las barreras que se están encontrando las familias para que atiendan a los suyos se deben en muchos casos a falta de información en los propios hospitales. «A nosotros el médico que la atendió nos agradeció que le hiciéramos saber que había una solución, que un hospital de Vigo podía suplir las carencias coyunturales del sistema, y eso es lo que nos queremos brindar a ofrecer a todas las familias que lo están pasando mal: ayudarles, decirles qué real decreto tienen que invocar, a quién tienen que pedir la derivación del paciente, todo lo que a nosotros nos llevó semanas», añade.

María José va dando señales de estar iniciando una lenta mejoría con la atención de los médicos y sanitarios de NeuroRHB, el servicio de neurorehabilitación de los hospitales Vithas. «Aún necesita mucho tiempo», indican tanto desde la familia como desde el grupo sanitario. Pero llegó a tiempo de poder iniciar su propia desescalada, como la que sus allegados escuchan en estos días a decenas de padres, madres y maridos que piden para los suyos. La familia de María José se ofrece a informarles. «Es lo menos que podemos hacer», dicen.