Así vivió la ciudad la peste negra en la Edad Media, el cólera morbo asiático en 1833 y la gripe de 1918
15 mar 2020 . Actualizado a las 10:31 h.V ivimos en estado de alarma por la crisis del coronavirus. Es tiempo de quedarse en casa y, por qué no, repasar otras epidemias que Vigo padeció en tiempos remotos, desde la peste negra en la Edad Media a la pandemia de cólera morbo asiático del siglo XIX y la gripe de 1918. En muchas de ellas, encontramos paralelismos con el presente.
Así sucedió en 1833, cuando un ciudadano vigués, Fernando Conde, pasó a la historia como la primera persona en España que enfermó en una de las epidemias más devastadoras de la historia de la Humanidad. Este vecino del barrio do Areal abrió la lista de más de 300.000 víctimas que se cobró en España la primera ola colérica. Una dolencia que, a lo largo del siglo XIX, segó la vida de casi un millón de españoles por una bacteria que llegó al puerto vigués como un pasajero más.
Está certificado que la epidemia entró por Vigo. Pero hay dos teorías. La primera afirma que arribó en un barco de repatriados de la Guerra Civil portuguesa. La segunda señala que fue en el buque Isabel La Católica, que atracó en enero con tres tripulantes enfermos de fuertes diarreas. Lo cierto es que el bacilo vibrio cholerae llegó para quedarse.
Sin conocer la bacteria, buena parte de los médicos sí entendían que estaban ante una dolencia contagiosa. Pero existió también cierta polémica. El doctor Taboada Leal escribió en esos tiempos «que los medios únicos, seguros e infalibles para impedir la introducción del cólera en cualquier país son el aislamiento, la completa incomunicación con los lugares y personas infectadas, como también con sus efectos».
Pero otros doctores, animados por intereses económicos y políticos, se oponen a declarar que existiese la epidemia, temiendo el cierre de los puertos al comercio. Este grupo, llamados “«nticontagionistas», defendieron que los brotes eran puntuales. Esta disputa fue más dura en el segundo brote epidémico, en 1855. Nicolás Taboada Leal, que ya tenía experiencia del brote de veinte años atrás, y que defendía que era cólera, fue apartado de su puesto en la Junta de Sanidad de Vigo. Se tardaron meses en hacer justicia, cuando la realidad de los muertos hizo imposible seguir escondiendo la enfermedad. En Vigo, aquella crisis sanitaria propició la construcción del lazareto de San Simón, una década más tarde, en 1842, para que los barcos pasaran cuarentena.
Con la peste negra, el pánico fue similar. Sabemos que la epidemia entró en Galicia por el puerto de Baiona en 1348. Como sucedió con el coronavirus, este patógeno recorrió miles de kilómetros para llegar aquí. Nada menos que Genghis Khan había desatado el brote un siglo antes, cuando el caudillo mongol invadió China, donde en una región del Himalaia había unas ratas negras portadoras de la peste de forma endémica. Los guerreros del Gran Khan extendieron luego la enfermedad por toda Eurasia hasta llegar a Ucrania. Y también por la ruta de la seda arribó a las grandes metrópolis europeas como Constantinopla o Venecia. Finalmente, la «muerte negra» llegó a Baiona aquel 1348.
En una segunda ola epidémica, en 1569, se contaron en Vigo miles de muertos. «Los mas los vecinos y moradores se fueron y recogieron a los montes; los que quedaron en la dicha villa murieron más de cinco mil personas y de tal manera que no tenían quien les enterrara…», cuenta una crónica viguesa de la época.
Otra crisis similar fue la de la gripe de 1918, que dejó en Vigo al menos 600 muertos. El laboratorio municipal tomó medidas cautelares ya en verano, con una exhaustiva desinfección de locales públicos, como escuelas, iglesias, teatros e incluso prostíbulos en el barrio da Ferrería. Pero esta actuación y las sucesivas recomendaciones de higiene no sirvieron de nada: en septiembre ya había en Vigo 53 personas hospitalizadas por la gripe. Y en octubre se desencadenaría la más terrible crisis sanitaria. A lo largo del mes, el Ayuntamiento ordenó la desinfección diaria de cafés, hoteles, templos y vehículos de viajeros. E incluso se prohibía el acceso a los tranvías a las personas con síntomas de fiebre.
En 1918, fueron cerrados todos los bares y cafés, junto a los comercios salvo los de alimentación. También se cerró el acceso a los cementerios y se suspendió el servicio de correo postal. Y los diarios publicaron recomendaciones con una letanía siempre presente: «lavarse cuidadosamente las manos con jabón y alcohol».
¿Nos suena? Pues sucedió hace un siglo. Así que, repasando tres pestes que azotaron Vigo en su historia, podemos poner en su lugar la que ahora vivimos con el coronavirus. Con toda su gravedad, pero con la certeza de que las epidemias nos acompañan, por desgracia, a lo largo de la historia.