Un problema de todos, ¿Y tú qué vas a hacer?

Rebeca P. Díaz Redondo DOCTORA INGENIERA DE TELECOMUNICACIÓN Y PROFESORA DE LA UNIVERSIDADE DE VIGO

VIGO CIUDAD

MABEL RODRIGUEZ

La falta de mujeres en las carreras STEM es una preocupante anomalía que afecta al conjunto de la sociedad al margen de géneros. Ha llegado la hora de romper estereotipos. Los de ellas. Pero también los de ellos

08 mar 2020 . Actualizado a las 20:29 h.

Los tiempos han cambiado. Ahora, las estudiantes seguramente no tengan que oír comentarios enriquecedores como el que me hicieron a mí cuando, allá por el año 92, expresé mi interés por estudiar ingeniería: ‘Y tú, ¿para qué quieres estudiar una carrera de hombres? ¿No será mejor que te dediques a otra cosa?’ Sin embargo, está claro que las cosas no han cambiado lo suficiente. Las cifras indican que el porcentaje de mujeres que eligen estudios STEM no solo no se ha incrementado en estos años, sino que se ha reducido. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué estos datos?

 La práctica exclusión de las mujeres en determinados sectores, como el área científico-técnica o los puestos de alta dirección y responsabilidad, despertaba preocupación, pero moderadamente, sin estridencias. Normalmente, las reacciones se circunscribían a puntuales llamadas de atención coincidiendo con fechas señaladas, como el día de la mujer trabajadora, con alguna nueva legislación sobre igualdad en algún país europeo o con la publicación de los resultados de alguna estadística incómoda, mostrando el porcentaje de presencia femenina en las empresas que cotizan en algún índice bursátil. Al fin y al cabo, es este un tema aburrido, repetitivo, lateral, al que no merece la pena seguir dándole vueltas. No son más que «cosas de mujeres». Nuestro contexto socioeconómico ha sobrevivido bajo estas circunstancias durante años y, al entender de algunos, podría sobrevivir así muchos años más.

Sin embargo, el contexto está cambiando. Muy rápido. La tecnología está integrándose en todos los sectores productivos. El perfil requerido a los trabajadores se prevé diferente a corto y medio plazo. Desaparecerán profesiones, surgirán otras. Pero estas últimas requerirán de formación más técnica, familiarizada con un entorno en constante evolución. Sin esta fuerza laboral, adecuadamente formada y preparada, nuestro contexto socioeconómico ya no se prevé tan halagüeño. En concreto, y hablando del sector que me es más cercano, el futuro necesita de profesionales en tecnología. ¿Podemos permitirnos el lujo, entonces, de descartar a la mitad de la población?

Con el convencimiento de que una de las razones por las que las estudiantes no optan por estudios STEM es la falta de referentes mujeres en estos ámbitos, han surgido diferentes iniciativas que intentan acercar estas profesionales a las aulas. Científicas, tecnólogas, ingenieras y matemáticas participan altruistamente visitando centros educativos para dar charlas, realizar talleres, elaborar guías de salidas laborales o ser mentoras de estudiantes. Habitualmente, estos programas se llevan a cabo en los últimos cursos de primaria o en los últimos de secundaria. Con el mismo objetivo, la mayor parte de las universidades españolas y los centros científicos y tecnológicos invitan a las estudiantes de bachillerato y/o secundaria a visitar sus instalaciones, organizando talleres y mostrando el día a día de las mujeres investigadoras.

En mi opinión, es preciso ampliar el espectro de acción. Nos faltan referentes, cierto. Pero nos faltan referentes a edades más tempranas y no solo de mujeres en STEM, sino también de hombres en otros ámbitos tradicionalmente femeninos, como el educativo o el biosanitario. Aprendemos y mimetizamos de nuestro entorno: lo que vemos, lo que percibimos... Aun así, creemos que nuestras estudiantes, nuestras alumnas, eligen su futuro profesional en libertad. Yo creo que no, el contexto las ha venido empujando, sutilmente, desde muy niñas, por derroteros específicos. Cuando toca elegir, ya no perciben como propias, como válidas, como viables, todas las opciones, sino solo algunas. Lo perverso es que ni ellas, ni seguramente su entorno, son conscientes de este estrechamiento en sus opciones. Quizá era más sencillo años atrás. Es definitivamente más fácil enfrentarte a comentarios directos, a condescendencias claras. ¿Cómo vas a enfrentarte a lo que no ves, a lo que no percibes?

Además, el círculo se cierra con las mujeres adultas, la actuales profesionales STEM. De alguna forma, estamos asumiendo como propio este problema. Si no eligen nuestro sector, inmediatamente asumimos que es porque no hemos cumplido convenientemente con nuestra responsabilidad: no hemos sabido mostrar su atractivo, su potencialidad creciente en el mercado laboral, su transversalidad a todos los sectores, las potenciales ventajas salariales. De ahí que nos esforcemos en intentar subsanar este problema con iniciativas como las previamente mencionadas.

Hay que romper este círculo. No estamos ante un problema que afecta solo a las mujeres. No estamos ante un problema que debamos resolver solo las mujeres. Estamos ante una situación global, transversal, de la que todos somos partícipes y en la que todos debemos colaborar para encontrar la forma de revertirlo. Los hombres también. Los primeros.

El problema de los sesgos

En primer lugar, creo que se necesitan referentes STEM a edades más tempranas. Mi impresión es que llegamos tarde. El sesgo de género en el interés y las vocaciones ya se ha producido antes de la secundaria. Me atrevería a decir que antes de los últimos cursos de primaria. Solo es necesario ver la evolución de la proporción de niñas y niños en las diferentes actividades extraescolares de cualquier colegio de primaria. A medida que ascendemos de curso, el número de niños en actividades como baile o patinaje o de niñas en actividades como fútbol o robótica se reduce hasta resultar, en algunos casos, una simple anécdota.

En segundo lugar, se necesitan referentes masculinos en ámbitos tradicionalmente femeninos. Para normalizar la presencia de mujeres en el ámbito STEM es preciso que otros ámbitos dejen de ser mayoritariamente femeninos y, para ello, es necesario que los niños también perciban como adecuado orientar sus estudios a ramas vinculadas habitualmente a las mujeres. Los niños, nuestros alumnos, tampoco pueden elegir libremente; se les ha coartado desde pequeños. Al igual que las niñas, perciben muy temprano cuál debe ser su lugar en el tejido social, qué vías profesionales son consideradas adecuadas para ellos y cuáles no tanto.

Se necesita buscar estas referencias y acercarlas a todos los menores, niñas y niños, para que constaten que hay otras realidades además de la que perciben en su entorno más cercano. Los centros educativos son el foco principal, pero no el único. Hoy día la formación extraescolar tiene también un importante peso específico. Y, por supuesto, las familias que también pueden contribuir con una gestión interna de responsabilidades equitativa y sin sesgo de género.

Desde luego no es en absoluto sencillo diseñar una solución para un problema multifactor en el que es difícil identificar todas sus variables. Pero está claro que todos somos parte del problema. En consecuencia, todos debemos contribuir para revertir esta situación. Las mujeres profesionales en STEM ya estamos aportando, ¿cómo vas a hacerlo tú?