Luces apagadas

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

VIGO CIUDAD

09 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Poco antes de empezar las fiestas, la misma tarde que colocamos el árbol de navidad, convencí a mi hijo pequeño de que las luces que habíamos puesto eran más que suficiente y las verían desde el lejano Oriente. Fue unos días más tarde de que el alcalde de Vigo hiciese lo propio con sus vecinos, después de desplegar su alumbrado y la noria, desde cuyo alto, prometió, se vería Nueva York. Luego vino el rascacielos de Jácome, no sé si para ver el otro lado del océano, algo más difícil desde Ourense, o para otra cosa, porque en un pleno llegó a bromear con lo bien que «quedaría ahí un francotirador». Algunos políticos solo dicen las cosas serias cuando están de broma. Tal vez lo quisiese ahí para apuntar a los funcionarios municipales que incumplen el horario laboral.

El caso es que mi hijo, al igual que Caballero y Jácome, quería para el decorado navideño algo potentísimo y deslumbrante. Trató de convencerme de que fuésemos al chino a comprar algo poderoso que sustituyese las luces del año pasado. Estuve a punto de explicarle que tampoco se trataba de convertir nuestro salón en un club de carretera, no fuese a ser que los magos se confundiesen en la oscuridad de la noche, pero no lo habría entendido. Al final, le expliqué que esas pequeñas luces, discretas, llegarían mucho más lejos de lo que podría imaginar. Y se lo creyó. Algunas hipérboles sirven para alimentar sueños y otras solo valen para hacer el ridículo. Nos sobran bombillas y nos faltan luces. En Santiago, donde llueve a menudo, tenemos el arco iris, que también es precioso. Y encima gratis.