Un gallego en la luna del fútbol

VIGO CIUDAD

MARCELO DEL POZO | REUTERS

Tener un entrenador do noso fútbol en Primera División se había convertido en un eslabón pendiente desde hacía tiempo. El vigués Diego Martínez, criado en la base del Celta, es un soplo de aire fresco para la Liga

23 sep 2019 . Actualizado a las 15:42 h.

Cada vez es más frecuente encontrar entrenadores gallegos, principales o auxiliares, en muchas de las ligas del planeta fútbol y cada vez los jugadores de la tierra son más influyentes en la Primera División, pero lo de tener un entrenador do noso fútbol en la máxima categoría se había convertido en un eslabón pendiente desde hacía tiempo.

Curiosamente, haciendo gala de la condición de Galicia emigrante, esa frontera la ha cruzado un gallego afincado en Andalucía que convierte en oro todo lo que toca desde el banquillo. Copa de Campeones de juveniles con el Sevilla, ascenso a Segunda con el filial hispalense, ascenso a Primera con el Granada y alcanzada la cima, no se conforma con un papel de reparto, sino que ha disparado la ilusión nazarí hasta los puestos Champions, poniendo en jaque a Ernesto Valverde y elevando el nivel de la crisis del Barça hasta un tono insospechado.

Diego Martínez Penas, vigués criado en la base del Celta y que dio un giro a su vida con 18 años rumbo a Cádiz, es un soplo de aire fresco para la Liga, y seguramente si el Granada pierde comba en el trono de la competición, su popularidad en los centros de decisión del fútbol comenzará a menguar, pero para Galicia significa una puerta abierta a la esperanza y, sobre todo, un ejemplo para las generaciones de preparados entrenadores que no vienen en camino, sino que ya existen y están repartidos por el mundo. Algunos ganando ligas.

Si hace unos años era impensable que los Iago Aspas, Borja Iglesias, Joselu... (por citar a tres goleadores) estuviesen asentados en Primera y siendo muy protagonistas en sus equipos, quizás haya llegado el momento de pensar también en los técnicos gallegos para gobernar el fútbol español desde el banquillo.

Diego, además, ha conseguido derribar con éxito las puertas de la élite con 38 años, desterrando dos viejas creencias de un fútbol demasiado conservador en muchos aspectos: el primero, lo de la edad, como si en el carné de identidad fuera la sabiduría de los técnicos. El segundo, el de haber sido jugador de éxito en el fútbol. Martínez no lo fue, pero no lo necesita para convertir los sueños en realidad hasta llegar a la luna.