El yacimiento musealizado de O Castro ofrece al público una lección de historia en el pulmón de la ciudad
12 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Para tratar de tener una idea de lo que Vigo es, (de lejos y sin entrar en detalles) lo mejor es subir al monte O Castro para sufrir las primeras agujetas y vivir la vida como un auténtico oriundo. Con un perpetuo dolor de gemelos agarrado al alma. Desde la parte más alta se otea la ciudad y la ría casi a vista de pájaro. Para tener una idea, también aproximada, de los orígenes de todo eso, O Castro sigue siendo una buena opción.
En la ladera del monte desde la que se ve del Concello, siguiendo el camino que sube frente al monumento con forma de cruz, a mano derecha, se encuentra la entrada a otro mundo. La puerta al pasado da acceso a los orígenes de Vigo cuando no se llamaba ni así ni de ninguna manera conocida. Se trata de un poblado castreño de gran tamaño del que solo emerge una pequeña parte (a la espera de futuras excavaciones) que ha sido musealizada para que el espectador de hoy en día se asome con curiosidad a lo que un día fuimos. Varias siluetas de metal salpicadas por el entorno del parque simulan la presencia de antiguos pobladores estáticos. Los de hoy en día se han convertido en seres sudorosos en chándal que dan vueltas apurados, mirando el contador de pasos en la muñeca.
La concejalía de Patrimonio Histórico que entonces gestionaba el BNG durante su gobierno de coalición con el PSOE, se encargaba del proyecto inaugurado en febrero del 2010 que costó un millón de euros procedentes de los fondos del Plan de Inversión Local, con la dirección científica de la arqueóloga Matilde González.
El horario de las dependencias gestionadas por el Ayuntamiento vigués fue mermando y ahora no es muy generoso. Para verlo tenemos seis horas a la semana hasta junio y diez horas semanales de junio a septiembre. En la caseta acristalada de la entrada, el recepcionista informa al visitante y ofrece amablemente datos básicos del emplazamiento por el que no le acompañará a no ser que haya solicitado la visita guiada previamente. De todas formas, se ofrece a aclarar cualquier duda al respecto.
En el espacio acotado se encuentra la reconstrucción de tres viviendas que permiten ver cómo vivían los antiguos pobladores de Vigo hace más de 2.000 años.
Las recreaciones encajadas armónicamente entre las construcciones originales muestran diferentes tipos de construcciones castreñas, como una casa rectangular cubierta de teja; otra circular con techo vegetal y con soportal; y un almacén de planta circular. Respecto a la primera el trabajador cuenta que «recrea una vivienda del siglo I después de Cristo, cuando Roma ya conquistó el noroeste peninsular influyendo en la cultura que había aquí. El castro, por tanto, no desaparece con la cultura romana sino que se agranda y se va transformando», explica. Un pasillo de plataformas de madera permite recorrer el yacimiento con comodidad y el paseo cuenta con información adicional en paneles para ayudar a la comprensión del lugar. El poblado de O Castro estuvo habitado entre el siglo III a. de C. y el siglo III, momento en el que sus habitantes comenzaron a trasladarse al Vicus, la nueva población que estaba surgiendo a orillas del mar.
30.000 visitas el año que abrió
El museo al aire libre de O Castro, cuya parte arquitectónica fue proyectada por Jesús Irisarri y Guadalupe Piñera, tiene un cierre perimetral de acero que lo protege sin impedir su visión desde fuera. El recinto consiguió atraer a treinta mil personas el año de su apertura. Actualmente no se ha mantenido el interés inicial que despierta todo lo nuevo, aunque son cientos los niños que cada año pasan por allí en un paseo por la historia que forma parte de las actividades extraescolares.