El bar de los enamorados de Vigo en un día

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Anabel y Néstor eligieron la ciudad para su apuesta con la taberna La Bastarda: más de cien tipos de vino por copa y cocina tradicional

18 feb 2019 . Actualizado a las 09:37 h.

A la pareja formada por la toledana Anabel García-Barroso y el peruano Néstor Vera les sobró un día para enamorarse de Vigo y decidir que era la ciudad en la que querían vivir. Residían en Madrid y tenían buenos puestos de trabajo en el sector de la hostelería, al que ambos pertenecen. Ella como cocinera y él como sumiller. Profesionalmente estaban muy contentos, pero añoraban una calidad de vida que les permitiese disfrutar del ocio sin tener que pasar por la servidumbre que trae consigo el ajetreo en una gran capital: prisas, tráfico, horas y horas de coche para llegar al trabajo, etcétera.

En el verano del 2016, de vacaciones, decidieron que Vigo era el lugar en el que querían construir un nuevo proyecto de futuro, que incluía tener descendencia. «Estuvimos aquí solo un día y nos enamoramos de la ciudad. Llegamos a Madrid, pasamos de la playa al metro y fue un bajón tremendo», recuerda ella. En octubre se lo plantearon ya muy en serio.

El local que durante años fue la cafetería Guay es, desde enero del 2017, La Bastarda (Paseo de Alfonso XII, 33), que se asoma a la belleza de la ría.

Néstor ya había vivido en Vigo unos meses, cuando dejó su país, hace una década. «El primer año lo pasé en la comunidad gallega», explica. «Él se vino solo en noviembre a buscar local, en diciembre hicimos las maletas y ya pasamos en Vigo la Navidad», cuenta su pareja.

Tenían ganas de aumentar la familia y Vigo también les permitió eso. Su hijo Carlos nació en noviembre del 2017. «Es el relaciones públicas», bromean sobre la cotidianeidad de una familia de taberneros, ya que el pequeño hace más horas que la Esteban en Telecinco.

El sumiller dejó Perú para seguir la formación que había iniciado en la Escuela de Hostelería en Lima. La manchega estudió cocina en Toledo y empezó a lo grande, con Eneko Atxa en el Azurmendi, de tres estrellas Michelin. «Me lo pasé superbién. Fue como ir a la mili. Duro pero muy instructivo», explica. De ahí se marchó a Madrid, a otro local de alto nivel: A Barra, donde fue jefa de pescados. «Llegó la estrella Michelin y al mes siguiente me fui», bromea, ya que reconoce que es «un culo inquieto».

Donde ambos coincidieron en la capital fue en el restaurante Goizeko, del que se despidieron con pena, pero con la ilusión para iniciar en Vigo su propio proyecto, al que Néstor tenía muchas ganas tras más de 20 años de experiencia como sumiller.

Ellos apostaron por una oferta que les diferenciara con el vino por copa y comida tradicional. «Al principio no teníamos tanta cocina. Eran tapas. Aquel día que vinimos a Vigo nos pusieron en un bar unas aceitunas de aperitivo y pensé que en Toledo duraba dos días. Así que acompañamos la consumición con una tapa rica, pero ahora la gente me reclama que sorprenda cada semana», cuenta. Los clientes que acuden a La Bastarda, que toma su nombre de la variedad de la uva tinta francesa, pueden contar con tapa de cuchara o huevos fritos con patatas, pero también una cambiante carta de platos para una comida completa, picar y compartir, hasta un café que dan por cortesía de la casa al comensal.

En la taberna tienen una cocina y una diversidad de vinos que casi nadie alcanza. Disponen de más de un centenar de referencias de las 70 denominaciones de origen de España, donde hay mucho más allá del rioja y ribera del Duero, y copas que pueden rondar los 3 o los 20 euros si se quiere ir más allá. La negativa de los hosteleros a abrir una botella para vender una sola copa se soluciona con un invento llamado Coravin, un aparato que funciona con cápsulas de gas argón y permite acceder al vino sin descorchar la botella, protegiéndolo de la oxidación. En la propuesta culinaria no faltan apuestas difíciles que triunfan: callos a la madrileña (sin garbanzos) o steak tartar, junto a otras como codillo al horno, peruanos como causa limeña y un panorama que depende del mercado: manitas de cordero rellenas de boletus, pochas con huevas de merluza o lo que se le ponga por delante.

Me gusta

Anabel: El risotto que hace Néstor. «Yo cuando salgo de aquí, no cocino». Néstor: La empanada de carrilleras de ternera que hace Anabel».

No me gusta

Anabel: Las coles de Bruselas. Néstor: La sepia.