Oscar Vázquez

Abuelita dime tú... Son jóvenes y tienen nietos que, a simple vista, parecen sus hijos. Llenas de energía, aseguran que la realidad que les tocó vivir fue la de una maternidad tempranísima que, por esas cosas del destino, se multiplicó cuando sus hijos repitieron experiencia

20 may 2019 . Actualizado a las 11:13 h.

Rebuscando en el baúl sin fondo de Internet resulta que me encuentro con caras famosas de abuelas y abuelos que lo fueron a una edad más bien temprana: Whoopi Goldberg, a los 34, y Pierce Brosnan, a los 44. Aunque realmente no me hizo falta ir a la red de redes para encontrar un caso conocido y mediático. Un día, rebuscando en los archivos de La Voz de Galicia precisamente, me llamó la atención el siguiente titular: «La abuela más joven de España». Además, estaba en Galicia. En Vigo, para ser más exactos. Fue 1995 el año de aquel reportaje en nuestro periódico. Y su protagonista, Ana María Aldir, por haber tenido su primer nieto a los 31 años. Entonces regentaba el bar Parada de la calle Pastora y esa fue la primera pista que me llevó a ella. Aunque actualmente lo tiene alquilado y el local cambió de nombre, por suerte conservó la línea de teléfono. Fue toda una alegría oír al otro lado del auricular: «Si, son Ana María». Se acordaba perfectamente de cuando su nombre saltó a la esfera pública. «Vou un pouquiño máis maior xa. Imaxínate, dende os 31 ata os 59 que fixen o 27 de abril... É así a vida», respondió.

MADRE E HIJA, VIDA CÍCLICA

Para no perderse, es mejor guiarse por el árbol genealógico. Ana María Aldir, de Fornelos de Montes, tuvo tres hijas: Ana Belén con 15 años, Sara con 16 y Almudena con 25. De la primera, tuvo dos nietos a los 31 y 37 años: Richard y Lorenzo, respectivamente. Hace 11 años llegó la nieta, Carla, de su segunda hija. «E se todo vai ben, alá para o Nadal espero outra da máis nova. Espero que todo saia ben», añade la joven abuela.

Podemos decir que es toda una «superabuela», o mejor dicho, para ir acorde al destino que le tocó vivir, toda una «supermadre». Hace memoria: «Casei aos 14 e aos 15 anos naceu Ana Belén, pero xusto aquel ano faleceu miña nai, con 42, e eu tiven que coidar a miña filla e a unha irmá miña de 5 anos. Aínda hai pouco, polo Día da Nai, chamoume. A verdade é que cando fun nai aínda tiña que estar a xogar coas bonecas. Tamén me faleceu un irmán meu con 15 anos e iso foi a morte de miña nai», recuerda con tristeza. Aunque su vida fue «cíclica», los 15 años a los que Ana María y Ana Belén fueron madres no eran los mismos. Antes, estaba socialmente más asimilado un matrimonio joven, que llegara pronto la descendencia y fuese buscada, aún siendo menor de edad. En la época de la maternidad de su hija, el entorno social había cambiado. Ella afrontó la responsabilidad maternal en plena adolescencia: «Deixou de estudar e foi un cambio total na súa vida, pero vaia...». Ella la ayudó a criar a Richard (en la imagen). «O neto maior foi case criado comigo. Vivía en Valladolid ata agora, que atopou traballo aquí. Practicamente téñoo como un fillo. Para min é coma se fose un fillo porque cando saíu de onda min foi porque formou vida. Vai casar agora, en outubro. Cando marchou coa moza chorei moito por el, estivo sempre comigo», dice.

«COMO VAI SER TÚA AVOA?»

Es la pregunta del millón que tantas veces ha escuchado Richard. «Chámame ‘abuela’ e moita xente dille: ‘Ti que dis, rapaz?’ Unha vez fora buscalo a unha excursión ao Porriño e díxolles: ‘Xa podedes marchar, que vén miña avoa’. ‘Pero ti como vas pola vida?, queres quedarte con nós?, como vai ser túa avoa?», recuerda Ana María riendo. «De Richard, que ten agora 28 anos, moitos non me cren que sexa neto meu, pensan que é fillo. E cando vén cos amigos á casa preséntame como a súa avoa. ‘Será tu madre’, dinlle», vuelve ella a reír.

El hecho de haber sido madre joven lo llevó bien, confiesa. A los 12 comenzaba a salir con el que sería su marido, de nombre Richard también, fallecido hace 12 años. Él también comenzó a los 12 a trabajar, en una panadería de Moaña. La pareja se llevaba ocho años. «Cando casei, algúns mirábanme por ser tan nova e pensaban que casaba porque ía embarazada. Aínda tardei uns meses en quedar encinta. A maternidade sendo tan nova leveina moi ben. De feito, aos 25 anos tiven á máis pequena e metíaseme na cabeza que xa era moi maior para tela», cuenta. «Case vexo normal as idades de hoxe para ser nai, porque os fillos saen da casa tarde. Eu quizais funo demasiado nova, pero inconveniente non tiven ningún, grazas a Deus, porque as circunstancias da vida fixéronme ser máis madura, ao ter que criar xa a miña irmá», reconoce. «Para min, o ideal para ser nai sería aos 18 ou 20 anos», finaliza Ana María Aldir, una superabuela.

Anabel Barioky: «Me muero de ganas de conocer a mi nieto»

Santi M. Amil

A nabel Karioxy Mota Fábregas (Maracay, Venezuela, 1977) es una abuela virtual que se deshace en deseos de estrujar entre sus brazos a su nieto. Solo lo conoce de hablar con él por teléfono y por videollamadas, dice, al tiempo que muestra toda una enciclopedia de imágenes de Alexandro, en mil y un escenarios posibles, o del niño con su madre. La vida de esta venezolana afincada en O Carballiño desde hace 17 años ha sido dura, aunque reconoce que el apoyo de los vecinos de la villa y el hecho de sentirse plenamente integrada (por vez primera en su historia votó el 28 de abril) hacen que se sienta «orgullosa de ser una gallega más». Se quedó embarazada en la adolescencia y, a partir de ahí, todo se fue enredando, pero tuvo aún dos hijos más.

Su hija mayor, Arnalys Yubraska, la hizo abuela con 36 años. Licenciada en Derecho, optó por marcharse de Venezuela y vive en Chile: «Trabaja de encargada en un pequeño hotel y le va muy bien, lo que me hace la madre y la abuela más feliz del mundo». Anabel reconoce que su objetivo en la vida es reunir el dinero necesario para ir a abrazar a su nieto: «Hasta ahora no he podido ir allá, lo conozco por videollamada pero de persona no lo conozco y es muy estresante porque quiero tocarlo y sentirlo. Ya el solo hecho de tenerlo es demasiado, porque trabajé para eso y ha valido la pena. Me muero de ganas de conocerlo».

La situación de Venezuela no tiene futuro, apunta Anabel Karioxy Mota Fábregas, y pone como ejemplo a su propia familia: «Una prima mía llegó el sábado, y ya hemos ido a extranjería a arreglar los papeles para quedarse porque su experiencia no ha sido buena: le secuestraron a la niña y le robaron el carro. Dejó a las niñas a cargo de la abuela. Mi mamá se va ahora para Chile y mis tías se han marchado, una para Colombia y otra para Perú. Ya no me queda nadie en Venezuela». Y mientras Anabel hace cuentas, y apura la espera para poder disfrutar de su nieto, reconoce sentirse a gusto en O Carballiño. «Siempre me han tratado bien y me he sentido integrada. He salido adelante, con altibajos, pero ha valido la pena», reconoce esta abuela cuyo único objetivo es ejercer como tal con su nieto Alexandro Rivas Mota.

Tere Tenreiro: «Ser abuela joven solo tiene ventajas»

JOSE PARDO

A Tere Tenreiro lo de ser y ejercer de abuela le apasiona. Se estrenó con 42 años y asegura que el nacimiento de su primer nieto fue para ella como un bálsamo que alivia el dolor. «Me había quedado viuda solo dos años antes, a los 40 y con siete hijos, así que ya te puedes imaginar... La llegada de Chambete fue una auténtica alegría», dice refiriéndose a Salvador, un bebé «precioso» que llegó al mundo en marzo de 1989.

Tere reconoce que al principio no le hizo mucha gracia que su hija mayor, Maite, la madre de Chambete, le dijese que se quería casar con solo 19 años, «pero porque su novio estaba destinado en San Fernando, y a mí me daba mucha pena que se marchase, porque en aquella época ella era mi principal apoyo», rememora.

Sin embargo, aquella tristeza se disipó al cabo de un año, cuando su hija le anunció que iba a ser abuela. «Aquello nos alegró a todos, empezando por mí, pero también a mis otros hijos. Las pequeñas, que son gemelas, estaban encantadas y presumían de ser tías con solo 7 años», comenta Tere echando la vista atrás.

Esta mujer nacida en Mahón, hija de marino, pero con familia y casa en Ferrol desde hace ya muchos años, cree que ser abuela joven no tiene ningún inconveniente. «Al revés, yo solo le veo ventajas. Cuando eres joven tienes más energía y puedes saltar y tirarte por los suelos a jugar con los nietos. Y además, tiene otra cosa buena y es que, si tienes salud, los vas a poder ver crecer y disfrutar durante muchos años», comenta con los ojos brillantes y sin ocultar el cariño que siente por sus nueve «nieteciños».

Chambete, aquel bebé que la convirtió en abuela en 1989, sopló hace poco las velas de su 30 cumpleaños, mientras que el más pequeño, Iago, vino al mundo hace solo unos pocos días. Entre uno y otro están Carlos, Teresa, Nicolás, Guillermo, Álvaro, Bruno y Gonzalo. Y a todos los adora. «Yo no conocí a ninguno de mis abuelos, ni a los paternos ni a los maternos, y tal vez por eso quiero estar muy presente en la vida de mis nietos. Me encanta reunirme con ellos, y sobre todo, que me digan que soy una abuela muy divertida y muy guay», dice muy orgullosa de todos ellos.