La Travesía de Elduayen, la «gran arteria» de Vigo

VIGO CIUDAD

El túnel de la Porta do Sol reformará la calle, construida en 1890 como un gran vial con una ambiciosa obra

07 may 2019 . Actualizado a las 23:43 h.

Hoy es una calle modesta, conocida por lo más característico de su trazado: la curva de Elduayen. Situada en el corazón de Vigo, enlaza la Porta do Sol con el Paseo de Alfonso, con sus dos carriles de tráfico por sentido, una rampa que da acceso a la calle San Vicente y dos tramos de escaleras que conectan con Poboadores. Para ganar espacio para los peatones, el gobierno municipal aprobó esta semana la construcción de un túnel que retirará los vehículos de la superficie. Y tal vez entonces podamos admirar mejor este vial que un día fue vital para Vigo. Puede que hoy nos cueste creerlo, pero Elduayen se inauguró hace casi 130 años como una arteria principal para las comunicaciones en la ciudad.

A finales del siglo XIX, Vigo experimentaba uno de sus grandes estirones de crecimiento. Y hacía falta conectar el Este con el Oeste de forma cómoda, sin tener que atravesar el laberinto del Casco Vello. Así que los próceres se pusieron en marcha para diseñar lo que así definía un periodista del momento: «Será una importantísima mejora que va transformar completamente el centro de nuestra ciudad. Hace días que cuantos se interesan por la prosperidad de Vigo, no se ocupan de otra conversación que de las ventajas que reportará a la población esta gran arteria, llamada a ser el centro del comercio de novedades».

El objetivo de la «gran arteria» era enlazar la carretera de Pontevedra con la de Camposancos. Y el proyecto generó un gran debate, porque había que demoler varios edificios del Casco Vello, incluyendo la antigua capilla de la Misericordia. Este templo aparece en la premiada novela de Ledicia Costas Jules Verne e a vida secreta das mulleres planta. El escritor francés visita una botica situada muy cerca, en la calle Sombrereiros, y comenta que la capilla de la Misericordia fue levantada por suscripción popular y los dineros del gremio de mareantes.

El cronista Taboada Leal anota en su Descripción topográfico-histórica de la ciudad de Vigo, su ría y alrededores que «hacia el centro de la ciudad hay una buena capilla, titulada de la Misericordia, que sirvió de parroquial durante la grande obra de la colegiata». La iglesia de Santa María había colapsado a principios del siglo XIX y durante 20 años se prolongaron las obras para construir la actual concatedral. Así que los vigueses tomaron la Misericordia como su iglesia principal durante mucho tiempo.

Estos méritos no le sirvieron para eludir la piqueta. Tras pleitos y polémicas, finalmente en 1887 se presentó en la ciudad el ingeniero jefe de la provincia, acompañado del pagador José Domínguez, que trajo las 320.231 pesetas destinadas a pagar las fincas a sus propietarios. Era una pequeña fortuna, pero no alcanzaba a la totalidad de la obra, como señala una crónica periodística: «Esta cantidad, que es más de la mitad del importe de la expropiación, alcanza para 17 propietarios, y en ella están comprendidos los edificios más importantes que han de demolerse».

Todavía conocida como la Travesía, las obras comenzarían poco después. Junto a la iglesia de la Misericordia, desaparecieron las calles Antequera y Soledad, mientras que Sombrereiros fue recortada. Y dos vecinos ayudaron a la demolición al provocar un incendio en el barrio en mayo de 1887 por el que fueron condenados a penas de 16 años de cárcel. Finalmente, en 1890 se abría al tráfico la calle Travesía. Pero inmediatamente, tras una campaña popular, se le dio el nuevo nombre de Elduayen, en homenaje al diputado en cortes y senador vitalicio José Elduayen, gran valedor de Vigo, a quien se atribuía la llegada del ferrocarril en 1881 y obras como el primer gran hospital vigués, donde hoy se sitúa el Nicolás Peña.

La dictadura franquista quiso cambiarle el nombre tras la Guerra Civil, como hizo con las calles de media ciudad. Si asumían el vandalismo de grabar con lemas las fachadas de las iglesias románicas, cuyas piedras habían sido respetadas por reyes y reyes desde el siglo XII, poco les podía importar modificar el callejero y plantar unas nuevas placas. Por mucho que el decimonónico Elduayen no fuese «sospechoso» de nada. La calle pasó a llamarse Calvo Sotelo hasta que, con el regreso de la democracia, recuperó su nombre original. Ahora, unas nuevas obras van a cambiar su fisonomía. Un túnel eliminará el tráfico de este vial que hoy se nos antoja pequeña, pero que un día fue esa «gran arteria» que comunicó Vigo de punta a punta.