Una base naval en las islas Cíes

VIGO CIUDAD

cedida

Diversos proyectos idearon fortificar las islas, pero fracasaron y hoy disfrutamos de un paraíso natural

04 mar 2019 . Actualizado a las 21:37 h.

Cuenta la leyenda que en las islas Cíes puso su sandalia Julio César. Y que las visitó también el caudillo vikingo Olaf Haraldson. Sin ninguna duda, estuvo en ellas el corsario Francis Drake. Y, a lo largo de la historia, fueron refugio de piratas y de escuadras enemigas, que acudían de aguada, a carenar sus buques o a buscar el abrigo de la ría de Vigo. Tal vez por ello, no faltaron en la historia proyectos para fortificar el archipiélago, algunos muy ambiciosos. Diversas investigaciones del historiador Ramón Patiño revelan esos proyectos, al igual que la obra Crónicas históricas de las islas Cíes, del también historiador Juan Miguel González-Alemparte.

En 1604, el ingeniero Tiburcio Spanochi propone al rey Felipe III cerrar la ría construyendo dos torres artilladas en las Cíes, en la isla de Monteagudo y en el cabo Pequeno. La boca sur sería defendida por las baterías de Baiona y por otra torre que se levantaría en las islas Estelas.

En 1619, los hermanos Nodales presentan al Real Consejo otro proyecto en el que relatan que las Cíes son usadas por las armadas extranjeras para abastecerse de agua, carenar sus barcos y refugiarse impunemente durante el invierno. Por ello proponen fortificar las Islas de Bayona, construyendo un fuerte para el que será necesaria «una escuadra de seis u ocho navíos para asegurar la fábrica, porque de otra manera todo cuanto se trabaje en un año le desbaratarán en un día».

En 1629, se vuelve a idear un fuerte en las islas Cíes «por ser cosa tan importante para la guarda y defensa deste Reino y conservación del comercio de él, por estar ocupadas por los ingleses y holandeses y salir de ellas a hacer sus correrías y presas, y hacer en ellas sus aguadas y ser preciso y necesario desalojarlos de las dichas islas poniendo en ellas el dicho fuerte con soldados de guardia». Según González-Alemparte se señalaron 40.000 ducados para la obra, que finalmente no fue ejecutada.

Tras el desastre de la batalla de Rande, vuelve a hablarse de fortificar las Cíes pero todas las conversaciones quedan en papel mojado.

El plan más ambicioso

Pero es después de la Reconquista y la expulsión de los ocupantes franceses en 1809 cuando llega el plan más ambicioso. El ingeniero Timoteo Roch diseña en 1810 un proyecto para construir en las Cíes una base naval, que habría cambiado por completo la geografía del archipiélago. Además de los diques para el abrigo de la flota, habría baterías costeras y, en tierra, casas para los oficiales, cuarteles, almacenes, una iglesia y cuatro molinos de viento situados en los altos.

De todo lo proyectado, lo único que se llevó a efecto fue un almacén de artillería que es una construcción clasicista que sigue en pie, y que hoy llaman erróneamente el monasterio.

El historiador González-Alemparte explica que aquello estaba condenado al fracaso: «Un proyecto a todas luces excesivamente ambicioso para un estado en bancarrota que, por encima, pasaba serios apuros para hacer frente a un ejército de ocupación enemigo».

Ramón Patiño concluye que fue un proyecto «demasiado ambicioso». Y recuerda también el del ingeniero José Muller, quien propuso la fortificación de las Cíes al igual que la ciudad de Vigo. El Mariscal de Campo Felipe de Paz se encargaría del diseño, que incluía baterías en diferentes puntos de las islas.

Finalmente, en 1860, otro ingeniero, Antonio Cheli, diseña una fortificación de la ría de Vigo, incluyendo baluartes en Teis y reconstruyendo los castillos de Rande y Corbeiro, destrozados con la batalla de Rande de 1702. Este plan incluye dos fuertes en las Cíes, uno frente a Cabo Home y otro ante Monteferro. Además, habría unas casamatas con baterías en forma de media luna.

Así que, gracias al fracaso de tantos proyectos, hoy podemos disfrutar de las Cíes como un paraíso natural. Sus viejas fortificaciones y baterías habrían sido también un buen reclamo turístico, pero habríamos perdido el tesoro de este parque nacional que camina firme hacia la declaración de Patrimonio de la Humanidad.

La Bujía del Domingo

Por

Eduardo Rolland