Vecinos del Ensanche solo pueden dormir con tranquilidad dos noches por semana

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

En Alfredo Brañas hay botellón y en otras zonas el ruido es insoportable durante el tiempo de desalojo de los locales

17 dic 2019 . Actualizado a las 22:21 h.

Los vecinos de varias calles del Ensanche tienen los nervios a flor de piel, y algunos aseguran que solo pueden dormir con total tranquilidad una o dos noches a la semana. La presión ejercida por la Policía Local para evitar la celebración de fiestas en los pisos y las multas impuestas durante el anterior mandato para terminar con el botellón multitudinario del campus sur, están haciendo que cada vez más los jóvenes se acerquen a los locales de copas.

Tanto en el Ensanche como en el casco histórico hay zonas en las que la vida nocturna está recuperándose para desesperación de los vecinos y, en cierta forma, satisfacción de los hoteleros. Unos demandan al Concello medidas que pongan fin al ruido en la calle y los otros aseguran que no son responsables de lo que pasa puertas afuera de sus establecimientos. En el casco histórico, varios locales de copas se unieron para poner en marcha una campaña bajo el lema «Falade baixiño», con la que se quiera llamar la atención de los jóvenes acerca del problema del ruido en la calle. En zonas como San Miguel y Algalia de Arriba, los vecinos dudan del éxito de la iniciativa.

A diferencia de lo que ocurría en los años 80 y 90, cuando muchos establecimientos no cumplían con las normas de insonorización, ahora los pubs y discotecas están en regla. Sin embargo, en algunas comunidades de propietarios han comenzado a organizarse para conseguir el cierre de locales a los que responsabilizan del ruido en la calle. Esto es lo que ocurre en la rúa Alfredo Brañas, donde vecinos de esa vía y de las de Montero Ríos y República do Salvador, están dispuestos a llegar hasta los tribunales para cerrar la discoteca a la culpan de todos los males.

«Salen a fumar, y hablan gritando», se queja una vecina de Doutor Teixeiro que sufre la movida «de un local que en tiempos era para gente mayor», recuerda. Muy cerca, en Xeneral Pardiñas, algunos días de la semana, entre las seis y seis y media de la mañana, se ven grupos de chavales ante la puerta de otra discoteca, nacida a finales de los años 70 pero que ahora está de moda entre los jóvenes, que se quedan de fiesta hasta casi el amanecer.

En la mayoría de las calles, por ahora, el peor momento de la noche es el del desalojo de los locales de copas. «Cuando salen de la discoteca es insoportable», comenta un vecino de Curros Enríquez, y el resto de la noche «casi no se oye nada». Una niña, acompañada de sus abuelos, reconocía el viernes que la habían despertaron varias veces. En una panadería de Curros Enríquez comentaron que, en los días de fiesta, «los barrenderos no llegan hasta las once», y los restos de la noche del pasado jueves, (vasos, latas y un vómito) estuvieron en la calle durante horas.

En Ramón Cabanillas y Fernando III O Santo, los vecinos están hartos del jaleo que se forma a las puertas de un 24 horas y de un local de última hora. Además del ruido del ir y venir de personas, en el entorno de los establecimientos que cierran entrado el día se suma el estado de embriaguez de los chavales, que repercute en los decibelios de sus conversaciones y en la suciedad en las calles.

Quienes recuerdan las movidas de los años 90 en la rúa Nova de Abaixo dirán que lo de ahora no es nada, pero no pensarán lo mismo si intentan conciliar el sueño. «Los locales no son el problema, es la calle», insiste un comerciante que también vive cerca de la praza de Vigo.

«Los portales aparecen con orina y vómitos»

Los vecinos de Alfredo Brañas aseguran que en la calle se celebran botellones casi todos los días del curso. «Estos días hubo tranquilidad, porque estaban de exámenes, pero ya volvieron a la carga», apunta una vecina. Muchas noches se las pasa en vela esperando a la Policía Local para desalojar a quienes se han hecho fuertes en la calle Alfredo Brañas.

Tras el descanso de las dos primeras semanas de enero, el botellón volvió la noche del jueves al viernes, y «ya no van a parar», asegura. «Hay meses enteros en los que solo duermo una noche completa a la semana», apunta una mujer que prefiere mantenerse en el anonimato y que asegura que llama a la Policía Local, pero no acude a la calle. «Gritan, cantan y se pelean. A la mañana siguiente, los portales están llenos de orina y de vómitos», comenta.

Además del botellón de Alfredo Brañas, coincidiendo con las fiestas o con el inicio del curso algunos grupos se concentran en el campus sur, y también se celebran puntualmente botellones de pandillas pequeñas en otros parques, como el Belvís, Restollal y Tras Parlamento.