La primera fábrica de Vigo permanece bajo tierra sin remedio

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

El número 41 de la calle del Marqués de Valladares guarda una factoría de salazón romana del siglo I

06 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Es la fábrica mas antigua que se conoce en Vigo. Fue construida por los romanos a finales del siglo I y elaboró pescado en salazón para otras partes del Imperio durante casi dos siglos. Hoy, está enterrada en pleno centro de la ciudad, esperando a que el Concello y la Xunta de Galicia se pongan de acuerdo para convertirla en un museo que permita a los ciudadanos comprender los orígenes industriales de esta población.

La factoría de salazón fue localizada hace quince años en el solar correspondiente al número 41 de la calle del Marqués de Valladares. La empresa inmobiliaria Playamar había adquirido los solares 39 y 41, así como el edificio correspondiente al número 43 con el objetivo de iniciar una promoción inmobiliaria. La localización de los restos, muy bien conservados, así como un novedoso sistema de abastecimiento de agua dulce a través de pozos, llevó a la Dirección Xeral de Patrimonio a decretar su conservación in situ. A partir de ese momento, la inmobiliaria tuvo que paralizar sus proyectos en la zona para adaptarse a la obligación establecida por la Xunta.

La Dirección Xeral de Patrimonio Cultural acordó conservar los restos arqueológicos de Marqués de Valladares 41, in situ, para musealizarlos. Fue en la época en que tanto la Xunta como el Ayuntamiento estaban gobernados por el PP. Posteriormente, todos los partidos (el bipartito PSOE-BNG en la Xunta y PP en el Concello, primero, y el bipartito autonómico y local, después) mantuvieron la intención y acuerdos precisos para conservar la factoría de salazón.

El propietario del solar (Playamar, en aquel momento) cedería la propiedad de más de 200 metros cuadrados de la parcela al Concello de Vigo, y la Xunta correría con los gastos de protección, finalización de la excavación y obra de construcción del contenedor (muros y cubierta) y de la musealización de la factoría romana.

Cambio de propietarios

Después llegó la crisis económica y Playamar, perteneciente al grupo Vialmar, quebró. El solar pasó a manos del BBVA. El banco, a través de su empresa inmobiliaria Anida Operaciones Singulares, comenzó pasado el año 2010 los trámites para edificar en ese solar. Al mismo tiempo, Playamar presentaba una demanda contra la Xunta y el Concello, que ganó parcialmente a través de una sentencia del año 2018. Esa sentencia fue recurrida por el Concello y la Xunta y aún está pendiente de resolución judicial.

Ahora, con la aparición de nuevos restos, que completan los aparecidos hace quince años, se reactiva la oportunidad de afrontar la musealización del espacio. Pero quedan varias cuestiones en el aire: si el convenio urbanístico firmado por Playamar ata también a la empresa sucesora en la propiedad, tanto en las cargas como en los beneficios; o si la obligación de conservar los restos arqueológicos in situ, musealizados y teniendo en cuenta la indemnización patrimonial a la empresa promotora anula la compensación en volumen edificatorio que preveía el convenio urbanístico.

De momento, y a pesar de que este periódico realizó las oportunas preguntas al respecto a la Xunta y al Concello, ambas instituciones guardan silencio. Los nuevos restos fueron hallados durante los trabajos previos a la rehabilitación de un edificio de la plaza de Compostela, que deberá esperar a que la Dirección Xeral de Patrimonio decida si ordena ampliar los estudios arqueológicos. Hace algunos años, otra factoría también de época romana, ubicada en la plaza de Compostela, fue desmantelada durante los trabajos de rehabilitación de un edificio próximo a la central de Correos.

En los primeros siglos de la era actual, el borde marítimo vigués era un complejo industrial volcado en la explotación marina. La gran abundancia de pesca, especialmente de sardina, permitía su exportación a otras partes del Imperio. La conservación de ese pescado era posible a través de un proceso industrial que requería de grandes cantidades de sal. La procedencia de ese producto era local. La Salinae permite ver parte de la gran salina de evaporación existente en el actual Areal y Rosalía de Castro. El pescado, una vez sometido a un procese de salazón, era exportado por vía marítima hacia el sur de la península.

La ciudad atesora gran cantidad de restos industriales a los que no se les ha dado una solución

Oscar Vázquez

La industria es uno de los pilares sobre los que ha crecido Vigo. Esa estructura comenzó a construirse hace dos mil años, aunque no fue hasta el siglo XIX cuando comenzó a dar el salto cualitativo y cuantitativo. Muchos de los restos materiales dejados por aquella actividad motriz jalonan distintos espacios de la ciudad, sin que se supiera darles una salida digna que, según la denominan los expertos en patrimonio, fue una segunda vida.

La zona de Guixar, en el barrio de Teis, es un gran esqueleto de aquella actividad industrial nacida del aprovechamiento marino. En Julián Estévez todavía se conserva el habitáculo de una fábrica de salazón datada en 1807, aunque con un estado de conservación malo. Otro de los vestigios de la industria conservera es Virci, en la playa de Arealonga, también en un estado lamentable.

En pleno centro de la ciudad sobrevive la fachada de La Metalúrgica, un gran edificio fabril dedicado desde principios del siglo XX al envase y estampación de conservas. Una parte de esa fachada acaba de ser adosada, como si fuese un elemento ajeno, a la nueva sede de la Tesorería de la Seguridad Social, en un cuestionado ejemplo de rehabilitación. Algo similar ocurrió con el edificio de Bodegas Bandeira, con una rehabilitación basada en el fachadisco, término acuñado por el arquitecto Jaime Garrido.

Pero, sin duda, el icono de patrimonio industrial vigués es La Panificadora. Este conjunto, que sobresale en el skyline de la ciudad, fue adoptado como caballo de batalla para quienes quieren dar una salida digna a los vestigios industriales de la ciudad. Recientemente, el alcalde señaló que su restauración y puesta en valor se realizará a lo largo del su siguiente mandato, si consigue ganar en las elecciones.

M.MORALEJO

En la parte baja de Coia sigue cayendo La Artística, otro gran centro productivo del Vigo del siglo XX. Recientemente ha sido adquirido por un grupo inmobiliario sin que se sepa cuál será su destino. No hace mucho, una entidad bancaria se hizo con la conservera Alfageme, en Bouzas, otro barrio en el que se prodigan los restos. Tampoco se sabe cuál será su destino, aunque en su acceso se indica que están realizando tareas de conservación.

Álvarez, en Cabral, es otro icono del desprecio hacia el pilar industrial sobre el que creció la ciudad. Su deterioro es progresivo. Sus propietarios han ofrecido parte de esos terrenos al Concello para habilitar una zona de aparcamiento.

Los ejemplos son muchos más, pero, salvo el Museo do Mar, antiguo matadero que llegó a la ansiada segunda vida, todos languidecen sin que se haya encontrado una solución adecuada. Habrá que esperar a la modificación de la Ley de Patrimonio de 1985 que prepara el Gobierno para saber cómo afectará a estos edificios que representan el pasado industrial de la ciudad.