Ángeles custodios en la A-52

J. R. VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Policías y un particular salvaron a un perro moribundo en la autovía

04 ene 2019 . Actualizado a las 17:38 h.

Kinder es el nombre ficticio de un perro que sigue vivo de milagro, no de casualidad. Buenas personas, algunas uniformadas y con decenas de horas de trabajo y de coche a la espalda, lo vieron en la A-52 a su paso por Ribadavia y lo socorrieron. Un coche lo atropelló y el can agonizaba y deambulaba por la calzada. Los uniformados son agentes de la Policía Nacional que venían, en furgoneta, desde Barcelona para garantizar la seguridad en las calles con motivo del Consejo de Ministros celebrado la semana pasada.

Era la tarde de Nochebuena y había ganas de llegar a casa. Pero las heridas de Kinder pesaron más. Los agentes usaron sus teléfonos para localizar alguna protectora de animales que pudiera echarles un cable, pero nadie respondía al otro lado del teléfono. «Los compañeros, viendo que pasaba el tiempo, decidieron subir el perro a la furgoneta y traerlo a Vigo. Luego pagar de su bolsillo el dinero que valiese la intervención en una clínica veterinaria en la ciudad», explica un amigo que sin decirlo estaba encarnando al patrón de la Policía Nacional (Ángeles Custodios) en los mismos compañeros que cansados y a pocas horas de Nochebuena retrasaron su llegada a causa por una animal que ni conocían.

«Cuando iban a poner en marcha el plan, se apareció la estrella de Navidad y un conductor, de nombre Alberto, que paró para interesarse por el perro». Alberto pertenecía a la protectora Progrape de Ourense y, aunque no vestía uniforme ni porta placa, también se sumó al club de ángeles custodios reunido en este arcén de la A-52. «Alberto, finalmente, se lo llevó en su coche a la protectora y logró que un veterinario lo asistiera de urgencia», explican en la comisaría de Vigo.

Kinder fue intervenido quirúrgicamente de urgencia de las fracturas que sufría en una pata delantera y otra trasera, además de distintas heridas que ya habían sido suturadas. Su vida ya estaba a salvo y tanto los agentes implicados en la buena causa, como el propio Alberto caído del cielo, pudieron celebrar la Navidad con la conciencia tranquila por su actuación cívica y desinteresada. Una nota de color y alegre, sin duda, propia de las fechas.