Ocho cuchillos para destripar y filetear

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La pescantina de O Berbés Sonia Taboada lleva 27 años preparando el pescado para hoteles y restaurantes

28 dic 2018 . Actualizado a las 12:26 h.

En la televisión en blanco y negro del tardofranquismo los niños nacidos en el baby boom adquirieron sus primeras nociones medioambientales sobre la pesca responsable. Aprendieron que había que respetar al delfín Flipper y a sus congéneres. Sonia Taboada Martínez nació en esta época y entonces no podía imaginar que, años después, acabaría trabajando en la pescadería Flipper, situada en una de las esquinas de la plaza de abastos de O Berbés. El término hay que ponerlo en valor en una época en que parece que lo único que existe son los cOrners de los centros comerciales. Y es que O Berbés es el corazón marinero de Vigo y la puerta de entrada de pescados y mariscos de la ría y de todo el mundo. El mercado de abastos del Casco Vello se ha reducido para ganar una planta de aparcamiento y locales gastronómicos. Pero sigue realizando su función primigenia y posiblemente sea uno de los mejores lugares del mundo para adquirir pescado fresco y marisco vivo. Bien lo sabe Sonia Taboada (Vigo, 1973), que nació en la calle Tomás Alonso pero que en cuanto se casó se mudó a Marqués de Valterra, para estar muy cerca de la lonja.

«Empecé a trabajar a los 17 años. Primero en una empresa de pescado, Marlavi, y luego aquí. Antes estaba en el puesto de la plaza y por la tarde iba a una nave desde la que se exportaba el producto. Hoy no aguantaría ese ritmo de trabajo», rememora. Tarea no le falta, en la pescadería Flipper se despachan unos 600 kilos de pescado y marisco al día, pero en algunas fechas como estas «podemos llegar a mil kilos». En apenas veinte metros cuadrados se multiplica la actividad de Sonia y de sus dos compañeras, Mila Carrera y Esperanza Carreras, dos hermanas que son sus socias en el puesto de pescantinas. Allí, el mostrador se extiende exhibiendo todo tipo de pescados y mariscos que entran por la vista por su brillo y frescura. «Al día podemos atender cien clientes en persona», señala Sonia mientras despacha a un comprador con acento argentino que la trata con el cariño y la familiaridad habituales en estas plaza de abastos. Hablar seguido con ella resulta difícil porque, además de los clientes que acuden en carne y hueso, el teléfono no para de sonar.

La llaman encargados de hoteles y dueños de restaurantes que realizan grandes pedidos. La fama de O Berbés no es en vano y la calidad se nota en la lista de clientes que tiene, en la que figuran acreditados locales como Follas Novas, Casa Marco, El Pescador, Saíllo o Casa Dani, entre otros establecimientos. Eso sin contar con importantes hoteles del centro. «Por eso no es raro que nos encarguen de golpe 85 kilos de merluza», relata Sonia antes de confesar que si hubiera estudiado le hubiera gustado trabajar en un hospital como sanitaria. «Pero llevo toda la vida aquí y es lo que se hacer», señala mientras eviscera un pescado con rapidez asombrosa. En un lateral del puesto cuelgan de la pared ocho cuchillos de diferentes tamaños y formas. Perfectos para trabajar todo tipo de pescado: «Este es para trocear rape, ese para limpiar palometa, aquel para despedazar...», explican Sonia y Esperanza.

Su jornada empieza muchos días a las seis de la mañana cuando acude a la lonja para presenciar la subasta. Es un espectáculo increíble. Más de 500 compradores pugnan por los mejores lances. En otras lonjas el sistema está automatizado y los vendedores disponen de una máquina con un pulsador para adjudicarse la caja que se subasta. En O Berbés se sigue haciendo como antiguamente, a voz en grito: «¡Mío!», y la caja pasa del subastador al comprador. Luego, a lo largo toda la mañana, continúa el trajín en Flipper. Y siempre, con una sonrisa en la boca.