El otoño del pánico

VIGO CIUDAD

En noviembre de 1918, Vigo vivía el punto culminante de la pandemia de la que se llamó gripe española

11 nov 2018 . Actualizado a las 09:46 h.

Subamos a la máquina del tiempo y viajemos al Vigo de hace exactamente un siglo. Estamos en noviembre de 1918 y la primera sorpresa es que nos cruzaremos por la calle del Príncipe a muchos ciudadanos embozados y con mascarillas. Ante un tranvía en la Porta do Sol, hay un tumulto. La gente lucha por subir mientras el revisor expulsa a algunos pasajeros. No se admite a bordo a aquellos que tosan o aparenten fiebre. En A Ferrería, hay operarios encalando las fachadas de las viviendas. Y la policía desaloja los prostíbulos por orden municipal. Por todo el centro, hay comercios cerrados. Y los bares hace días que no pueden abrir. Carteles en los escaparates lo explican todo: «Cerrado por la grippe» (sic).

Porque así es: hace ahora cien años, Vigo vivía bajo la epidemia de la llamada gripe española, que dejó más de seiscientos muertos en la ciudad, colapsó los hospitales y los cementerios, y provocó una emergencia sanitaria que solo podría compararse con la del cólera morbo asiático, medio siglo antes, o la de la peste negra, en plena Edad Media.

Con la gripe de 1918, murió mucha gente en muy poco tiempo. En todo el mundo, aquel virus dejó entre 20 y 100 millones de muertos, según quien haga las cuentas. Y la pandemia supuso un hachazo demográfico, porque no se cebaba con las personas mayores, como ocurre habitualmente, sino que aquella cepa afectaba especialmente a los jóvenes, que fallecían entre tres y cinco días después de los primeros síntomas.

La gripe española se llamó así porque el mundo estaba inmerso en la Gran Guerra y, como España no participaba, no censuró su información. La enfermedad no distinguía edades, como tampoco clases sociales. De hecho, la ciudad está conmocionada por la reciente muerte, el 8 de octubre anterior, del marqués de Mos y Valladares, Fernando Quiñones de León, que vivía en el pazo de Castrelos. Contaba solo 35 años.

La sensación generalizada es de pánico. El Hospital Elduayen no da abasto para atender a los enfermos y se refuerza su plantilla con personal religioso, mientras el Ayuntamiento reparte medicinas, leche, caldo y mantas entre las familias más pobres.

Recomendaciones y miedo

La prensa de la época transmite esta situación dramática. En los periódicos de noviembre de 1918, leemos los bandos de la Alcaldía, llamando a la gente a extremar las medidas de higiene. En el semanario El Tea, que se publica en Ponteareas, encontramos «Las 16 recomendaciones para luchar contra la grippe». Entre ellas, está encalar las fachadas de las casas, «no concurrir en lugares cerrados donde se aglomeren personas», desinfección de las habitaciones «quemando en ellas azufre», así como «permanecer al aire libre y al sol el mayor tiempo posible».

Las recomendaciones, que encontramos también en otros diarios, incluyen también «hacer que los enfermos escupan en escupideras que contengan agua y sulfato de cobre», lavarse las manos cuidadosamente con jabón y alcohol, además de «hacer vida ordenada, sin abusar de alcoholes ni placeres, alimentándose cuidadosamente».

El último punto de estos consejos es el más revelador: «No dejarse dominar por el miedo, que disminuyendo las defensas orgánicas, facilita la invasión».

Pero la gente lleva muriéndose desde el mes de junio y en noviembre estamos en el pico de la enfermedad, que no se aliviará hasta las Navidades. El laboratorio municipal ha tomado medidas cautelares ya en el verano, con una exhaustiva desinfección de locales públicos, como escuelas, iglesias, teatros e incluso prostíbulos en el barrio de A Ferrería.

En septiembre, el Ayuntamiento ordena que sean desinfectados todos los días los cafés, hoteles, templos y vehículos de viajeros. El 12 de octubre, se prohíbe totalmente la celebración de espectáculos de ningún género, así como las reuniones en los cementerios, ni siquiera para honrar a los muertos. El 16 de octubre, el laboratorio municipal dicta la desinfección diaria de la correspondencia que llega al servicio de Correos. Y son cerrados todos los bares y cafés de la ciudad. Desde el 17 de octubre está prohibido el acceso a los tranvías a personas que aparenten tener fiebre.

Así que mejor cambiemos de idea: no viajemos al Vigo de hace exactamente un siglo. Porque aquel noviembre de 1918 se vivía una de las mayores crisis que jamás haya padecido esta ciudad: la pandemia de la gripe española.