Los comportamientos de Miguel Rosendo propios «del diablo»

Alfredo López Penide
L. penide PONTEVEDRA / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Ramón Leiro

El cura que destapó los supuestos abusos declara como testigo

08 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Isaac de Vega, capellán de la prisión de A Lama y asistente eclesiástico de la Orden de San Miguel, aseguró ayer en la Audiencia de Pontevedra que en la congregación se producían actos de naturaleza preternatural, esto es, que estarían impulsados por el demonio. Además, declaró que se realizaban conjuros y actividades «más propias de la santería», si bien él nunca vio agresión alguna.

De Vega, que fue quien trasladó al Obispado los supuestos abusos con los que destapó el caso, conoció la orden en el 2006. Al principio, observó en ella «muy buen ambiente. Me lo pasaba muy bien». Eso sí, le pareció raro que una de las cuasireligiosas «llamase a su padre hermano y que el padre llamase a su hija madre». También le llamó la atención la forma de vestir. «Aunque fueran raros era su carisma», señaló el religiosos en calidad de testigo.

Según su relato, en la orden de los miguelianos había conjuros y actividades más propias de santería, como bañarse con miel, hacer cruces con cuchillos o ir con un niño de noche a una fuente.

«Lo que había era una sumisión, una entrega que llamaba la atención», apuntó Isaac de Vega, para quien «aquello era un mundo aparte». Entre otras razones, porque las mujeres que estaban en la orden de Oia «se llamaban a sí mismas consagradas, pero es como si yo me llamo Supermán».

El párroco quiso dejar claro que la de los miguelianos «no era una orden religiosa». Explicó que, objetivamente, hacía cosas muy buenas, pero ahora está convencido de que su objetivo último era «enganchar a mucha gente». No vio agresiones, pero relató que Miguel Rosendo le contó cómo había dado un puñetazo en un coche a una persona. De igual modo, aseguró que no vio relación sexual alguna, pero que se las relataron, como también le contaron que venían bolsas de dinero de Madrid. Rosendo le contó que de niño «había muerto y había resucitado», así como que estuvo sentado en las rodillas de Dios. Asimismo, le aseguraron que el ahora acusado tenía un estigma en una de las rodillas con el rostro de Jesús.