El macrobotellón portuario desata la alarma

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

Los jóvenes, muchos de ellos menores, se acercan a los muelles de Vigo sin protección y se suben a las barandillas. Vecinos y hosteleros denuncian la peligrosidad de la situación

02 nov 2018 . Actualizado a las 23:54 h.

La zona del Náutico y el paseo de las Avenidas fueron escenario en la madrugada de ayer de uno de los macrobotellones más multitudinarios de los que se celebran en Vigo. Se trataba de celebrar el Samaín. La diferencia con los anteriores es que en esta ocasión la presencia de menores de edad era masiva. Hosteleros, vecinos y comerciantes alertan al unísono de que una nueva desgracia está a la vuelta de la esquina y avisan: «¿No se ha escarmentado con lo que pasó en O Marisquiño?»

El macrobotellón, dicen, no solo estaba lleno de menores, sino que muchos de ellos aparentaban estar borrachos o desorientados. A esto se sumaba el agravante de la aproximación al muelle.

«Había mucha afluencia, mucha gente amontonada en el entorno portuario sin que nadie actuase. Muchos aparentaban 13 o 14 años, se ponían sobre la barandilla, que no está preparada para soportar tanta gente encima y podría ceder; además, en ese estado de embriaguez se pueden caer. Otros andaban por los pantalanes de Cíes, que no tienen protección ni están bien iluminados», comenta Rubén Pérez, presidente de la asociación de comerciantes y hosteleros de la zona del Náutico.

La Policía Local fue vista por la zona, aunque los hosteleros aseguran que no suele intervenir. También se requirió a los agentes autonómicos, que, según apunta Pérez, no respondieron a la llamada. Los que sí respondieron fueron los efectivos del 061, que tuvieron que acudir alertados por el desvanecimiento de algún joven.

El epicentro de los botellones se sitúa en el Nadador de A Laxe, donde más adolescentes se concentran. A partir de ese punto se extiende a lo largo del paseo de las Avenidas hasta las inmediaciones del edificio administrativo de la Xunta, donde se encuentra el otro Nadador. Nunca se imaginó Francisco Leiro que sus esculturas iban a marcar los límites del botellón. Tampoco se libra la Alameda de la celebración, aunque en este caso suelen ser jóvenes de más edad que se toman una copa en plan tranquilo. De lo que no se libran unos espacios y otros es de la suciedad. La zona portuaria precintada por el accidente de O Marisquiño da fe de forma progresiva de los residuos. A este problema se suma el del ruido. «Muchos ponen música en el móvil con altavoces y hay conatos de peleas. Sinceramente no sé a qué esperan para intervenir. Vamos a intentar hablar con el Puerto. Dijo que lo iba a erradicar este año, puede pedir ayuda al Concello, el alcalde se ofreció no hace mucho», apunta Rubén Pérez. No es partidario de multar, sino de controlar, de que se identifique a los menores y se llame a los padres para evitar que beban alcohol y «situaciones dantescas». También propone controlar el exceso de ruido que sufre en propia carne y en su negocio César Sánchez Ballesteros, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hospedaje de Pontevedra. «El problema de los menores es de los padres. Cada vez hay más, se van hacia los pantalanes de Cangas y Moaña y un día se ahoga alguno. Es una marabunta», advierte. Cree que como mínimo, el botellón debería trasladarse a otra zona más segura, no al borde del mar. El hecho de que los menores beban alcohol significa que siguen teniendo acceso a él, dice. Las consecuencias a la vista están: comas etílicos y ambulancias. En su opinión, la presencia policial no basta, es necesario presionar.

En el mismo sentido se pronuncia el presidente de la asociación de vecinos Elduayen, Enrique Montenegro. «La culpa es de los padres, si no se les pone freno hacen lo que les da la gana. Los veo de 12 y 13 años borrachos. Hasta que muera un chaval por un coma etílico no se tomará en serio; desde el 2000 que creamos la asociación seguimos igual».