El imperio de la galleta crea hogar en Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La empresa que nació en Castrelos abre una cafetería para fomentar el contacto directo con el cliente

31 oct 2018 . Actualizado a las 13:13 h.

Unos 75 millones de galletas separan los tímidos inicios de Biscuits Galicia, en un bajo de 200 metros cuadrados ubicado en Castrelos, a las dos naves que la empresa tiene hoy día en polígono de As Gándaras, en O Porriño. Setenta y cinco millones por poner una cifra, porque el primer año de producción seguramente no llegaron a hornear ni cien mil unidades de las galletas que están en medio país acompañando cafés y en las estanterías de un número creciente de supermercados y tiendas.

Pablo Troncoso es uno de los impulsores de este milagro empresarial familiar en el que se involucraron también José y Victoria, dos de sus 9 hermanos. La empresa creada en el 2005 ha crecido. Sobre todo, en el último lustro, a un ritmo anual del 30% . Y ahora sí saben lo que venden. Según sus cuentas, si en el 2017 despacharon 500 toneladas de galletas (lo que se traduce en 55 millones de unidades), en el 2018 ya van por las 800 toneladas (76 millones de galletas).

El nuevo paso que ha dado la empresa ha supuesto posar los pies en Vigo. En pleno centro, a unos metros del Sireno anclado en la Porta do Sol aún no ha cumplido tres meses abierta La Galletería (Carral, 13). El local, como explica el emprendedor vigués, aporta lo que les faltaba, «el contacto directo con el cliente, ya que llegábamos a ellos a través de intermediarios como el hostelero o las tiendas», explica. La decisión de que el espacio estuviese en su ciudad no necesita explicación. Tras probar en Doctor Cadaval si funcionaría un punto de venta propio, tardaron casi un año en decidirse por el lugar perfecto, una apuesta arriesgada ya que implicaba una gran reforma que incluía modificar la altura de la planta superior. Además querían «que no fuese una cafetería más», apunta Lucía Gefaell, que forma parte del equipo. «La idea era ofrecer una experiencia, que la gente fuera descubriendo pequeños detalles mientras se toma su consumición», añade.

Detalles hay unos cuantos. Desde un tren eléctrico que se mueve sobre unos raíles que flotan entre las dos plantas o mega galletas que rodean los focos del techo y que además de una función decorativa, tienen una más importante, que es absorber el sonido y minimizar el ruido. «Queríamos crear un espacio agradable tanto para niños como para mayores, una alternativa de ocio», indica Troncoso. La empresa que incluye el nombre de la comunidad en la que se asienta también le da mucha importancia a sus raíces. De ahí los detalles en la decoración como las «pandelletas», lámparas-galleta con forma de pandereta que decoran una pared, la barandilla hecha por cesteiros locales con su técnica tradicional o el Camino de Santiago con galletas en la escalera, que es uno de los fondos favoritos de los visitantes para hacerse fotos. «La Galletería es la ventana abierta de nuestro proyecto que tiene como desafío convertirse en punto de referencia en desayunos y meriendas, sobre todo en invierno», por eso no cierran ningún día y tienen mucho más que el producto propio que fabrican, desde gigantescos batigofres, donuts o pinchos de tortilla.

Entre las últimas innovaciones han añadido galletas saladas y su preocupación sigue siendo ser tan naturales y artesanos como al principio. Por eso el proceso en fábrica es el mismo con el doble de espacio, personal y maquinaria. Además fueron de los primeros en eliminar el aceite de palma de sus elaboraciones y pueden presumir de que sus galletas son aptas para veganos. «Los bizcochos y las magdalenas aún no, pero estamos en ello», asegura.

Pese a su elevada producción la empresa sigue siendo pequeña comparada con gigantes del ramo. Así que otra forma de diferenciarse son las ediciones limitadas y tiradas personalizadas para épocas como Halloween, Navidad y carnaval, con latas decoradas y cajas surtidas. En este apartado han solucionado un problemón. El cliente puede elegir sus galletas favoritas evitando otras. Las sueltas las venden en la tienda anexa y también en su portal online, con el que llegan a todo el país. El próximo reto está en cambiar los envoltorios de plástico por biodegradables.