Aparcar en las calles de Vigo se vuelve imposible con la huelga de la zona azul

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Las pérdidas tras casi dos meses sin recaudación rondan los 370.000 euros

28 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aparcar en el centro de Vigo suponía en el 2015 una media de 6,07 minutos, excepto los sábados, que aumentaba hasta 7,57, según un estudio del Valedor do Cidadán. La cifra suena en la actualidad a ciencia ficción, sobre todo, desde hace 54 días, el tiempo que lleva en huelga la plantilla del estacionamiento en zona azul. La colocación de precintos en las máquinas expendedoras de tiques como medida de protesta de los trabajadores supone una ganga para unos pocos. Los beneficiarios son los conductores más madrugadores, aquellos que logran aparcar a primera hora de la mañana y que ya no mueven el vehículo en todo el día. Ni tienen que pagar, ni tampoco hay límite de tiempo. Es la consecuencia del conflicto laboral.

El resto de los conductores se ven obligados a dar vueltas por la ciudad para encontrar un sitio donde antes lo hallaban en cinco minutos. Aparcar ahora en una calle del centro de Vigo puede llevar tres cuartos de hora más el gasto extra de combustible. Con estas expectativas son cada vez más los conductores que optan por los párkings subterráneos tras echar cálculos de lo que gastan en tiempo y gasolina.

«Eso es así, la gente que trabaja aparca a primera hora y no se produce rotación. Es verdad esta filosofía que provoca que acudan más a los párkings, pero es difícil de cuantificar», comenta Eloy García, gerente de Eloymar Tranvías, propietaria de varios aparcamientos del centro urbano.

Su apreciación es compartida por los taxistas de Vigo, algunos de los cuales han escuchado comentarios de sus clientes en el mismo sentido. «Puede ser que hagamos alguna carrera más, pero como somos tantos, es difícil de valorar», comenta el representante de la cooperativa y autopatronos, Manuel Chorén.

La Federación de Comercio de Vigo (Fecovi) habla ya de grandes pérdidas. «Cada vez está peor la cosa, tienes que dar mil vueltas y no encuentras dónde aparcar. No se mueven los coches, es tremendo», se queja el presidente de le entidad y de los comerciantes de As Travesas (Aetravi), Víctor Fernández Misa. Denuncia que algunas personas incluso sacan los vehículos del garaje y los dejan en la calle. «Hay un Mercedes que lleva dos semanas en el mismo sitio», comenta. En nombre de los comerciantes de Vigo pide que se solucione el conflicto cuanto antes para evitar más pérdidas como las que están sufriendo desde hace casi dos meses. Es el mismo tiempo que llevan los trabajadores sin cobrar el sueldo. «Lo estamos pasando mal, porque además coincidió con la época del colegio, que hay más gastos. Menos mal que se creó una caja de resistencia en el sindicato y nos ayudan compañeros de otras concesionarias, como la grúa, funcionarios... y creo que también algún partido político», indica Luis Cordovés, de la sección de Transportes de la UGT, uno de los ocho trabajadores despedidos y durante mucho tiempo miembro del comité de empresa. Confía en que la situación se solucione pronto con la mediación del Concello. Las pérdidas rondan los 370.000 euros.

La doble fila, una opción al alza mientras no se pone en marcha el multamóvil

Una consecuencia de la escasa movilidad en la zona azul es el incremento del aparcamiento en doble fila. La concesionaria de la XER (Xestión do Estacionamento Regulado) se comprometió a poner en marcha un vehículo multamóvil en el plazo de tres meses a partir de la firma del contrato el 1 de junio, tal como figuraba en el pliego de condiciones. Sin embargo, nada se ha sabido hasta la fecha. Lo que sí se sabe es que el control tendría que limitarse a las calles en las que existe zona azul. Por tanto, quedarían fuera algunas de las más conflictivas en lo que se refiere a la doble fila. Es el caso de Camelias, Vía Hispanidad y Sanjurjo Badía.

El multamóvil, llamado también «sistema de supervisión automática de ocupación embarcado en un vehículo», procederá al reconocimiento automático de matrículas, lo que permitirá la identificación y georeferenciación de los vehículos en zona azul. La información que obtenga el vehículo llegará al sistema central donde tiene lugar la comprobación. Una vez recibido el visto bueno, se comunica y propone la denuncia al correspondiente vigilante. Este detalle es lo que hace precisamente que la huelga de la plantilla de Dornier incida en la puesta en marcha del multamóvil.

Las anteriores experiencias fueron muy discutidas por la cantidad de sanciones que tuvieron como consecuencia, si bien es cierto que lograron acabar con la doble fila y mejorar la circulación. Entonces eran dos los vehículos que circulaban por las calles entre el 2005 y el 2015. En total, lograron que se impusieran 37.000 multas y se convirtieron en el terror de los conductores que circulaban por Vigo.

La recaudación de los gorrillas se desploma y ya ganan una tercera parte

Uno de los sectores más perjudicados por la escasa movilidad de los vehículos estacionados en la zona azul es el de los gorrillas. Desde que comenzó el conflicto han visto caer en picado su recaudación. Muchos han abandonado hasta que concluya el conflicto y otros se enfrentan a diario por conseguir un par de euros.

«Ganamos la cuarta parte que lo que hacíamos antes de la huelga. Si antes sacábamos 10 euros al día, ahora 2,5. Hay gente que deja los coches o furgonetas de viernes a domingo, tres días; tiene tela, es una pasada lo que sucede y todo por ocho personas que echaron. ¡Que los vuelvan a readmitir! Tienen que hacer una piña, sino, van a echar a otros ocho», comenta Óscar, un vigués de O Calvario con dos hijos a su cargo y en paro. «Las prestaciones no dan para vivir», añade.

Él mismo se encarga de avisar a los usuarios que se acercan a la máquina para pagar el estacionamiento y se encuentran con el precinto. «Mucha gente no sabe que hay huelga, sobre todo si es de fuera, y se queda extrañada de no tener que pagar. Han venido de la empresa a intentar recaudar, pero los trabajadores no dejan, ahora metieron otro precinto para que no puedan sacar el dinero», explica.

Advierte que hay gente que piensa que con la huelga también puede aparcar en carga y descarga, deja el coche y al regresar se encuentra con que se lo ha llevado la grúa. «Algunas son plazas para los supermercados, que si se ocupan, tienen que aparcar en doble fila», apunta.

A unos metros del anterior se encuentra otro gorrilla. En este caso es rumano y con poco dominio del idioma. «Muy mal, muy mal», acierta a repetir.

Muchos de los compañeros que antes trabajaban en esta calle han optado por retirarse al no dar para tantos.

En las inmediaciones del antiguo Hospital Xeral los gorrillas tampoco dan crédito. Tras el cierre de las instalaciones sanitarias fueron abandonando el lugar ante la falta de clientela. Tras comprobar hace poco más de un mes que la zona se llenaba de coches, volvieron a trabajar, pero la masificación de vehículos no se corresponde con la recaudación. Ahora tienen usuarios, pero apenas ganan para un bocadillo. «Aunque se ve lleno de coches, esto está muerto, no se mueven y como no quedan sitios libres no se gana nada», comenta un gorrilla malhumorado que prefiere no identificarse.

Otro espacio que ha perdido interés para los gorrillas es el de Cánovas del Castillo. «Si ya era difícil antes, imagínate ahora, esto es aburrido, no se mueve nada, pero hay que estar aquí por si acaso se va alguien, no queda más remedio», explica Juan. Ni él ni el resto de sus compañeros reciben más propina que antes, pese a ahorrarse los usuarios lo de la zona azul. «Te dan lo mismo o no te dan nada. Cuando les decimos que no hay que pagar se van tan contentos», apunta.