Fungui y los suyos nunca lo harían

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Cedida

Numerosas entidades atienden las colonias felinas callejeras en la ciudad para su adopción

30 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El próximo jueves se celebra el Día Mundial de los Animales, por eso hoy queremos contarles una bonita historia, en este caso felina. Nuestro protagonista gatuno se llama Fungui, y su humana anexa, Tamara. Fungui es un gato del montón, es decir, una maravilla y muy cariñoso, que como tantos fue recogido de la calle sin saber de donde vino pero valorando que al faltarle un trozo de rabo no tuvo una vida fácil. Por las redes se intenta encontrarle un hogar. Una pareja viguesa decide adoptarlo y así, desde Pontevedra, donde lo rescató Tamara, llegó a la que sería su nueva casa cerca de la Plaza de España. Estaba en pleno proceso de adaptación a su hogar cuando llegaron las fiestas de San Roque y con ellas las inevitables bombas de palenque.

Fungi no debería tener acceso al exterior en esta fase, pero estaba fuera y ante el estruendo entró en pánico y nuestro amigo salió literalmente por patas en busca de un refugio antibombardeos. El siguiente capítulo ya se lo imaginan: alerta en redes sociales, carteles pegados por el barrio, patrullas de rescate con infinidad de voluntarios, gente donando dinero para gasolina para las patrullas de búsqueda, Tamara con un trasportín con la foto de Fungui colgado en plan mochila recorriendo medio Vigo. Esto incluyó muchos avisos y falsas alarmas, y con tal motivo se sacaron gatos que buscando calor se metían en motores de coches recién aparcados, se rescataron otros en las cuatro esquinas de la ciudad, en fin, nada que no sepan quienes se dedican a estas cosas, y así fueron pasando los días, y las semanas.

Ajeno a este despliegue nuestro protagonista, ni él sabe cómo, terminó cayendo en un patio de luces de un solar abandonado cerca de la calle Venezuela. Bajar suponemos que fue fácil, la gravedad ayuda y solo hay que dejarse caer, pero salir era otra cosa. Por mucha habilidad que se tenga trepando (y nadie como un gato para eso) una pared vertical lisa, sin apoyos y de varios metros, pues no hay manera. Y ahí nuestro primo gatuno empezó a ser consciente de que la cosa se ponía fea. Por mucho que las circunstancias obliguen a asumir una dieta espartana veinte días sin comer ni beber no hay bicho que lo aguante.

La necesidad y el ingenio

¿Cómo sobrevivió nuestro amigo? Pues en parte por suerte. Justo cuando la sed debía ser insoportable coincidieron días de lluvia y los charcos le garantizaron un mínimo vital. La comida era el siguiente problema pero en eso las cucarachas le sacaron del apuro, que no estaba la cosa para ponerse en plan gourmet. Y así, entre el agua de los charcos y las cucarachas consiguió aguantar, pero aquello no tenía pinta de ir a mejor, por lo que Fungui no paraba de maullar solicitando ayuda. Pónganse en su lugar. Tres semanas comiendo cucarachas y te ponen delante unas deliciosas hamburguesas… como para andarse con rodeos. En este punto de la historia podríamos mencionar a la cercana bocatería Papo’s, que está en la calle Venezuela 14 y que conociendo la historia participaron activamente en el rescate y donaron solidariamente las hamburguesas que hicieran falta.

El caso es que Fungui devoró las hamburguesas y una cosa llevó a la otra. Tras una operación de escalada en precario que técnicamente no aprobarían Montañeros Celtas, nuestras rescatadoras consiguieron, al fin, trincar a Fungui, que no paraba de frotarse con la gente y maullar en plan… «de verdad, es que no sabéis que lo que me ha pasado». Nuestro colega gatuno, tras pasar el correspondiente examen veterinario, que incluyó la sorpresa del facultativo que no se explicaba como había podido sobrevivir, se encuentra nuevamente en acogida en casa de Tamara para, una vez recuperado, buscar nuevo hogar.

Sus adoptantes originales, bueno, digamos que quizás no eran exactamente los humanos que necesitaba Fungui ni él era exactamente el gato que necesitaban los humanos, a veces simplemente no somos tal para cual y es mejor sencillamente volver a pensarlo antes de intentarlo. La historia de Fungui es una de tantas, pero nos sirve de excusa para recordarles que solo en Vigo son muchas entidades que se ocupan y preocupan de las colonias felinas callejeras (no confundir colonias felinas con gatos abandonados) y de los efectivamente perdidos. Proyecto gato, por ejemplo. Si tras meditarlo, nunca por impulso, y tras pensarlo cien veces (como mínimo) deciden adoptar un gato (por favor, nunca compren animales, adopten) recuerden que existen estas locas lindas que, además, necesitan mucha ayuda.