Receta viguesa para oros coreanos

míriam v.f. VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El técnico de piragüismo Quique Fernández ejerce en el país asiático con grandes resultados desde el 2014

28 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El entrenador de piragüismo Quique Fernández (Vigo, 1976) se ha convertido en un superviviente. Y siempre pegado a la piragua. Acostumbrado por las circunstancias que le ha tocado vivir a abrir nuevas puertas cada vez que una se le cerraba, esa filosofía de vida le llevó en el año 2014 hasta Corea del Sur. Allí acaba de lograr un oro y una plata en los Juegos Asiáticos y ya pone sus ojos en Tokio 2020. Sería un milagro, pero uno más de los que ya viene protagonizando.

Fernández comenzó a practicar piragüismo de niño por influencia de su hermano mayor. Sin llegar a destacar en la base, sí lo hizo en sénior, pero con el comienzo de la etapa universitaria optó por abandonar la competición. Una vez licenciado en Educación Física, obtuvo también el título de técnico de piragüismo y ejerció primero como seleccionador nacional de kayak masculino y luego como jefe de entrenadores de varios clubes.

Su trayectoria se interrumpió en el 2012, cuando después de diplomarse en Magisterio por educación física, entrenaba en el Centro Gallego de Tecnificación Deportiva al equipo nacional de canoa masculina sub-23 y a los júnior y cadetes de canoa. «La Xunta retiró una ayuda de 300 euros con la que se pagaba el piso de los sub-23, el equipo desapareció y a mí me pusieron de patitas en la calle por falta de fondos o de amistades, según se mire», lamenta.

Tras el fin forzoso de esa etapa, no logró nuevas oportunidades ni por parte de la Federación Gallega ni de la Española. «Experimentando en mis propias carnes la situación de desempleo y desamparo, y consciente del pobre futuro que me esperaba en España, decidí optar a una oferta de empleo proveniente de Corea del Sur», dice en referencia a una posibilidad de la que tuvo conocimiento a través de Internet. «Me inscribí en enero del 2014 y en veinte días ya estaba allí», recuerda en lo que describe como «un mundo totalmente distinto, con otras costumbres, comidas, ideas y un planteamiento deportivo muy distinto», revela.

El primer día, eso sí, le transmitieron de manera clara lo que querían de él. «En mi primera reunión con el presidente de la Federación ya me estaban pidiendo medallas. Y no una plata ni un bronce, querían un oro en los Juegos Asiáticos que se celebraban a finales de ese mismo año».

El reto era mayúsculo y la lista de obstáculos, casi interminable. «Fue muy duro por el trabajo, la distancia, la diferencia de idioma...», recapitula. Respecto a la lengua, se veía abocado a recurrir al llamado konglish, una mezcla de coreano e inglés. También necesitaba cambiar los hábitos de los deportistas. «La alimentación era diferente y a veces no muy adecuada para los deportistas. Por ejemplo, el aporte de proteínas era muy escaso teniendo en cuenta las pruebas en las que nos especializamos». La principal fue la de 200 metros, la «más explosiva y rápida del calendario olímpico», destaca.

Tuvo que lidiar también con las carencias técnicas de los atletas y romper con los malos resultados precedentes. Pero logró lo que le habían demandado. «A final de temporada llegó el ansiado oro 24 años después, lo que supuso una gran alegría y un éxito. Aunque su primera idea entonces era volver a Galicia, sabía que le esperaba lo mismo que había dejado. «Y en el 2015 fiché como head coach del equipo nacional de Corea, clasificando a dos deportistas para Río».

Pero Quique recuerda amargamente que aquello sirvió para poco más que para «engordar el currículo». A la conclusión de su contrato, y coincidiendo con un cambio de directiva, decidieron sustituirle en el 2017 por un preparador autóctono. «Para ellos fue un año nefasto por resultados y para mí fue de los mejores de mi vida con el nacimiento de mi hija y pudiendo disfrutarla con mi pareja, Livia», recuerda.

Sin embargo, en ese período el paro fue casi una constante. Por eso cuando recurrieron de nuevo a él este año, accedió y han vuelto a llegar las medallas. No se conforma. «Sigo soñando con ser maestro en una escuela de Galicia y vivir en casa junto a mi familia, vinculado a la piragua por placer y a la tierra y la familia por amor».