Trabajó de carretillero en Citroën y, tras jubilarse, se volcó en la asociación benéfica
22 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Los bancos de alimentos de la federación española (Fesbal) llevamos en nuestros estatutos los principios de ser aconfesionales y apolíticos. Sin embargo, los voluntarios que los componemos, al margen de ser libres para elegir personalmente cualquier opción política y religiosa, somos seres que vivimos, creamos familias, compartimos vivencias enriquecedoras.... Pero somos mortales». Con estas palabras iniciaba ayer el presidente del Banco de Alimentos de Vigo, Pedro Pereira, una semblanza de su compañero Juan Costa. Fallecido esta semana, fue uno de esos voluntarios con los que vivió las primeras experiencias del colectivo.
«Enjuto, fibroso, dinámico, destacaba entre los miembros de las entidades benefactoras cuando acudían a retirar la ayuda mensual», le define Pereira. Su figura estará siempre ligada a la carretilla elevadora con la que movía ágilmente los palés de alimentos alineados en las estanterías. En realidad, no hacía más que aportar aquello que había hecho toda su vida, trabajar como carretillero en Citroën. Siempre estaba pendiente de la puerta por si tenía que trasladar los alimentos a las furgonetas. Él mismo decía: «Ya que aprendí esto en la vida, lo haré para ayudar a los demás». Es la idea del voluntariado: aportar lo que uno tiene y ofrecerlo con cariño sin esperar nada a cambio.
Juan «estaba ya muy enfermo y seguía viniendo a trabajar al banco. Vivió un poco más gracias a su voluntariado, fue un estímulo para él», comenta el presidente de la entidad. Llevaba en el Banco de Alimentos de Vigo desde el 2002 y era uno de sus patronos, como se les denomina en la asociación.
Al margen del trabajo como voluntario, su pasión era la familia, sus nietos, a los que iba a recoger al colegio. Una persona entregada en todos los ámbitos, dicen de él sus compañeros.