O Marisquiño se consolida en Vigo como el festival de la eterna juventud

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Un público mayoritariamente adolescente abarrota la 18ª edición en busca de espectáculo

12 ago 2018 . Actualizado a las 00:04 h.

O Marisquiño revive en Vigo el mito californiano de la eterna juventud. Chavales y más chavalas lo inundan todo desde el muelle de cruceros hasta la plaza de A Estrela. El propio festival de los deportes y la cultura urbana cumple este año los 18.

Para comprender su trayectoria en la ciudad hay que recorrer el circuito de skate, deporte que motivó sus inicios en la pista de Samil. Qué lejos queda aquello. Chicas norteamericanas, checas o rusas buscaban ayer un puesto en la final de esta tarde, mientras el público se divertía con sus habilidades competitivas. Allí mismo, un policía portuario se agacha para recoger una botella de plástico justo al lado de un puesto del Concello de Marín en el que se recogen skates y material deportivo para entregar a niños etíopes.

Ante la entrada de A Laxe, un grupo de B-boys portugueses animan espontáneamente a la concurrencia. Les rodea el centro comercial fijo y el efímero. En este último, se vende de todo: ropa, calzado, gafas, mochilas... Se puede iniciar su recorrido desnudo y salir sin un euro. Incluso te personalizan las zapatillas deportivas.

Justo debajo de las gradas de la estación de ría, las bicicletas giran sobre una única rueda hasta que el rider sale victorioso o acaba en el suelo. Le dicen flatland. En esta zona, ayer, los vendedores ambulantes se tomaron el día libre. O se fueron a Samil. Quienes están son los miembros de Protección Civil, cobijados en una tienda de campaña, atentos a cualquier contingencia.

Ante la sede del Náutico, las bicicletas hacen acrobacias sobre un recorrido de toboganes y barras. Todo el perímetro superior de este circuito está nuevamente ocupado por el área comercial marisquera.

Cerca está instalado el olor a pulpo. Es el paso a la zona motorizada, donde regresan las tiendas ahora centradas en los accesorios relacionados con las motocicletas. Aún no comenzó la competición, pero hay una larga fila de personas aguardando para coger un sitio en las gradas.

Después aparece la torre de Mordor, a la que escalan con dificultades los ciclistas para lanzarse al vacío, haciendo todo tipo de piruetas. «¡Buah! ¡Doble...!» grita admirado el animador. La estatua de Elduayen ni se sorprende.

Toda la parte ajardinada de As Avenidas está abarrotada de más jóvenes que descansan, algo que, según denuncia algún vecino, no pueden hacer estos días quienes viven en la zona. Es el precio de inundar de espectáculo toda la zona portuaria.