La población de Beiramar emigra

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

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Las familias con niños no ven segura y cómoda la zona y en los negocios se quejan de que no hay gente

05 jul 2018 . Actualizado a las 08:01 h.

Dicen bromeando los pocos vecinos que quedan en el entorno de Beiramar que cada vez se parece más a Arizona. «Sin población, sin arbolado y con edificios a medio caer, parece que ha pasado un tornado», comenta un usuario de uno de los escasos negocios que aún quedan en pie. Como no podía ser menos, el establecimiento se dedica a la venta de neumáticos y otros servicios para los automóviles, los únicos que transitan por las calles.

La responsable del negocio corrobora sus palabras: «Estas calles están muertas. Da pena ver el albergue de personas sin techo al lado de un colegio. Sé que hay que tenerlo, pero no delante de un colegio, es muy triste».

Otras personas han optado por cerrar su local. Es el caso de Mónica, de Simia Espacio, dedicado a actividades artísticas como ilustración, canto y teatro. Ayer daba los últimos coletazos a la mudanza y echaba el candado para trasladarse a la calle Alfonso XIII. «Llevo cuatro años y no hay tránsito humano ninguno. Me gusta el ambiente caótico, pero solo hay naves abandonadas y prostitutas. Y eso que a mí no me molestan en absoluto y tengo amigas entre ellas. Por aquí no pasa nadie, la gente va por Torrecedeira, así que nos vamos al centro», comenta la joven mientras cierra la puerta del local, en el que ya está colocado un cartel con el anuncio de se alquila.

También se ha ido del barrio Rubén Blanco, quien ha visto como ha empeorado el entorno en el que vivió 35 años. «Ahora solo vengo a ver a mi madre, que no la saca nadie de aquí. Esta podía ser una zona muy atractiva si quitaran plazas de aparcamiento y ensancharan las aceras, le daría vida. Tendrían que haber expropiado todas estas naves abandonadas y construir viviendas antes de hacerlo en Navia. Sería un barrio maravilloso en el centro de la ciudad, mejor que Rosalía de Castro», apunta el anterior vecino de Beiramar. Como él, otros muchos residentes dejaron la zona. «La gente que tiene niños escapa de aquí, es muy difícil hacer vida de barrio con ellos, te gusta que haya seguridad», añade.

Esa seguridad es la que le gustaría tener a la propietaria del café bar Paraíso del Atlántico, el único del entorno, situado casi en una esquina de la rúa do Instituto Oceanográfico con Jacinto Benavente. «Se marchan sin pagar y la policía me dice que no los puedo retener. En su día recogí firmas para que arreglaran este trozo de calle y ahora no lo hacen», indica. Advierte que la acera es tan estrecha que la gente no puede pasar, a lo que contribuye la ocupación de los coches aparcados en batería. «Llevo aquí 22 años y he visto de todo. Hay gente que se ha caído por lo peligroso de la acera y aquí al lado tenemos una nave abandonada de la que se cayeron cascotes hace tres años y aún sigue así», relata la dueña del bar. La gente que viene a actuar al auditorio nos dice: ‘¿Aún seguís así?’ Los de La bella y la bestia, Grease... Vuelven y nos dicen lo mismo. Solemos llevar la comida a los camerinos, el último fue Pablo López», subraya. Ella misma limpia la acera con lejía para eliminar la porquería.

Más optimista se muestra otro vecino de la misma calle, Saladino Sotelo. Confía en que las cosas mejoren con la puesta en marcha de los ascensores que unirán su calle, Instituto Oceanográfico, con Torrecedeira. «Pienso que ahora quedará mejor, cuando hagan todo eso», dice. Al menos no tendrá que cargar con las bolsas de la compra desde esa última calle hasta su casa, tal como iba ayer mismo. La falta de servicios es otro de los males, según relatan los vecinos, algo que también influye en la huida de la población.

En lo que todos coinciden es en la necesidad de obligar a solucionar el problema de las naves abandonadas, si corresponde a la iniciativa privada. Si por el contrario, depende del Puerto o del Concello, que se pongan de acuerdo, insisten.

«Nos parece muy industrial y con poca vida de barrio»

Los valencianos Alfonso y Javier abandonaban ayer el Hotel Eurostars Mar de Vigo, donde estuvieron por motivos profesionales, con la idea de que a la zona «no le vendría mal un lavado de cara». «Nos parece muy industrial y con poca vida de barrio. Demasiada carretera. Hay edificios bonitos que se podrían rehabilitar para algo público y social. Tiene su encanto el puerto», comenta Javier, arquitecto de profesión.