Una cima para dominar la ría de Vigo

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Antón Lois

En el límite entre Redondela y Soutomaior se eleva el monte de A Peneda, coronado por una ermita

01 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Su presencia destaca sobre el paisaje cada vez que miramos hacia el interior de la ría. Es ese monte triangular con gran desnivel coronado por una ermita. Les invitamos a conocer el mirador de O Viso y el monte de A Peneda, en el límite entre Redondela y Soutomaior. Para llegar, lo más sencillo es tomar la carretera N550 Vigo-Pontevedra y, tras pasar Redondela, encontraremos el cruce de la EP2091 indicando el Alto do Viso, en cuya parroquia podemos y debemos dejar el vehículo para iniciar el ascenso caminando. Si se prefiere la versión moderna, ahí va el buscador: 42°19’36.1»N 8°35’24.6»W.

La ascensión resulta relativamente accesible (además de la carretera asfaltada hay numerosas pistas forestales) aunque dura porque el desnivel es importante hasta coronar sus más de 300 metros de altitud, pero el esfuerzo vale la pena. Coronando la cima encontramos la ermita de Nosa Señora das Neves. Pero, como imaginarán ante semejante paisaje, el monte da Peneda tuvo su ocupación desde mucho antes. Totalmente desaparecido, existió un castro con cuyos restos presumiblemente se construyó el hoy también desaparecido castillo de Castrizán, que a su vez fue reciclado para construir la actual ermita en el siglo XV. Otro elemento patrimonial de interés es la Pedra das Rodiñas, un petroglifo situado en el lateral del monte que da hacia As Nogueiras. Y no olvidemos que por su entono discurría una de las principales vías romanas. El motivo de esa constante ocupación lo tenemos ante los ojos: desde nuestra cima podemos contemplar desde las islas Cíes, buena parte de toda la ría de Vigo, el valle del Verdugo y hasta la Serra do Suido en Ourense.

Uno de los pocos vestigios de estos usos anteriores al religioso son las entradas de dos pequeños pasadizos o minas, de apenas una decena de metros de profundidad. Parece ser que la devoción a nuestra señora no siempre es compatible con el respeto a su entorno y estas minas son utilizadas actualmente como vertedero y letrina. La vista excepcional nos permite comprobar perfectamente el proceso de formación de las rías, pues con esa perspectiva privilegiada podemos imaginar fácilmente como el aumento del nivel del mar fue ocupando poco a poco el valle fluvial que formaba el río Verdugo. La fauna del entorno es la típica de zonas de montaña muy soleadas, siendo especialmente agradable para los reptiles. Curioseando entre las rocas hemos visto a algunos lagartos arnales que harían un papel digno en alguna entrega del parque jurásico.

Estos días resulta un placer ser revoloteado por las mariposas de montaña y las acrobacias de los vencejos. La vegetación que contemplamos está alterada. Fundamentalmente, es zona de repoblaciones y terreno conquistado por especies invasoras. Aquí podemos anotar la curiosidad de ver junto a la ermita, en lugar de los tradicionales olivos, un par de grandes ejemplares de acacia negra.

Pero en la ladera sur nos encontraremos con la maravillosa vista de un estimable bosquete de sobreiras, el alcornoque del que tradicionalmente se extraía el corcho. Si nos fijamos con detalle, llama la atención ver el tono oscuro de sus troncos que, a su vez, es la explicación de que sigan allí. Se trata de corteza quemada, producto de muchos incendios y fue precisamente el grosor del corcho que las recubre lo que consiguió que pudieran sobrevivir. Es destacable que fue precisamente en A Peneda, tras la oleada de incendios del 2006, donde se llevó a cabo por parte de decenas de voluntarios una de las primeras experiencias colectivas de regeneración de suelos quemados. En una zona tan recurrentemente castigada por el fuego quizás podríamos empezar a pensar si es buena idea intentar recuperar y mantener la tradición (será en agosto) de la Festa dos Fachos, en las que centenares de personas suben a la ermita con antorchas. Solo por este bosquete de sobreiras que tenazmente resisten al menos un incendio por década el lugar merecería contar con una figura de protección y ser declarado, como mínimo, ENIL (espazo natural de interés local) por parte del Concello de Redondela Y la gran sobreira que preside el mirador, figurar en el catálogo de árboles singulares de Galicia ¿A qué esperan?