Un vigués magnífico en «Saber y Ganar»: «Además de conservarse bien, Jordi Hurtado tiene un humor admirable»

María Jesús Fuente Decimavilla
María jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Marcos Canosa

El bibliotecario vigués fue «magnífico» en «Saber y ganar» y ya prepara otro concurso

30 jun 2018 . Actualizado a las 12:12 h.

Hace dos años, Marcos Estévez (Vigo, 1973) decidió enviar tres cartas (porque no funciona con correo electrónico) al programa de la 2 de TVE Saber y ganar. A los cinco o seis meses le llamaron y le hicieron un casting por teléfono. «Me preguntaron qué río pasaba por Varsovia, dónde estaba el Taj Mahal, obras de Dostoievski, cuadros de Goya, el nombre del presidente del Consejo Europeo... preguntas de cultura general. No esperaba que me llamaran, pero lo hicieron a los dos meses. Estaba en la biblioteca y me llevé un susto... ».

A la semana siguiente este bibliotecario de la Universidad de Vigo grabó su primer programa, en mayo del 2016. Aún recuerda la cara de impresionado que tenía en una foto que le hicieron momentos antes. «Daba lástima de lo asustado que estaba», apunta.

Le tocó competir con dos magníficos, esos concursantes que han ganado más de 7.000 euros, y tenía asumido que no pasaría del primer programa. No solo no fue así, sino que llegó a 24 y logró ser magnífico en el 2016. Se sorprendía a sí mismo respondiendo preguntas que ni siquiera era consciente que sabía. Le sucedió cuando le preguntaron qué rey inglés pasó parte de su vida en Francia y contestó que Ricardo Corazón de León. «A veces te tiras a la piscina», añade.

«A partir de ahí inicié una vida paralela que no conocía. Los concursantes nos fuimos conociendo y quedamos. En el 2017 estuvimos en Santiago y en mayo de este año, en Ciudad Rodrigo».

El año pasado fue llamado de nuevo por la dirección de Saber y ganar para participar en una serie de programas especiales dedicados a los magníficos y posteriormente volvió con motivo de la celebración del vigésimo aniversario. Entre unas cosas y otras participó en treinta programas con un saldo de 10.000 euros. Eso sin descontar el pellizco gordo que se lleva Hacienda.

Para los realizadores del concurso no tiene más que buenas palabras. Desde que llegan a Barcelona les tratan a cuerpo de rey. Les van a buscar al aeropuerto y les llevan al hotel. «Como el equipo sabe que lo pasas mal, porque no estás acostumbrado, trata de crear buen clima, intenta cuidarte mucho y no cargarte de más nervios y de autoexigencia. Se graban cinco programas dos días a la semana (en total, diez) y hay semanas que hasta tres días. Cuando termina el último estás mentalmente exhausto», explica. Sobre la fama de Jordi Hurtado de conservarse como hace 20 años asegura: «La verdad es que se conserva muy bien y además, tiene un humor admirable, es un profesional como la copa de un pino; pese a las muchas horas de grabación, él siempre tiene una broma».

Como todo es empezar, el año pasado le picó el gusanillo y se presentó al casting de Pasapalabra, en Telecinco. «Me dijeron que lo hice bien y espero que de un momento a otro me llamen». Para que no le pille el toro se prepara todos los días, ve los roscos en la web, anota las palabras extrañas y las estudia. Otros compañeros suyos de Saber y ganar se han pasado al concurso ¡Boom! de Antena 3, al terminar en el de Jordi Hurtado. Son auténticos profesionales, hasta el punto de que alguno, como Valentín, ha dejado su trabajo de profesor en la Universidad de Valencia donde ganaba 300 euros al mes. Otros, como José, ganadero de Casillas de Flores (Salamanca), deja las vacas a cargo del alcalde de su pueblo mientras concursa. A los anteriores se suman Erundino y Manu, conocidos los cuatro como Los lobos, con más de un año en el programa.

Cada vez que Marcos Estévez iba a concursar tenía que gastar días de su vacaciones o pedir permiso. Conoce a un concursante que después de 120 programas lo tuvo que dejar porque no podía pedir más días. En su caso, el interés por los concursos parte de su curiosidad, de leer mucho y de querer conocer cosas. «Leo desde pequeñito, desde que vi a mi padre con un libro. En la biblioteca no puedo, porque lógicamente tengo que trabajar», concluye.