Las bolsas que se usan en Vigo en un día dan para hacer una cadena por las Illas Atlánticas

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

monica ferreiros

Botellas, bastoncillos, bandejas de empaquetado... se pueden poner cifras al exceso de plástico en nuestras vidas

11 jun 2018 . Actualizado a las 12:36 h.

Un año más dejamos atrás el día mundial del medio ambiente y el día mundial de los océanos, que en esta ocasión coincidieron en el objetivo de alertarnos sobre el impacto ambiental de los plásticos en general y en los mares en particular. Por si la turra importante que sufrimos estos días, a través de los medios de comunicación, no fuera suficientemente cansina disculpen que abundemos, pero en este caso vamos a jugar a traducir a nuestro entorno directo todas esas cifras y datos que conocimos en los últimos días. Solamente con las bolsas de plástico de un solo uso que se consumirán hoy en Vigo podríamos conectar los archipiélagos del parque nacional de las Illas Atlánticas, es decir, podríamos hacer una cadena de bolsas que, saliendo del puerto de Vigo, nos llevase a las Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada.

Para evitar que nuestra cadena se vaya al fondo podemos sujetarla con una botella de plástico en cada metro, porque serán las que también hoy utilizaremos en Vigo. Sería una línea imaginaria, pero no tanto, pues cada segundo que pasa 200 kilos de plástico son arrojados al mar. Trasladando a nuestro entorno esa cifra sería equivalente a encontrarnos anualmente quince bolsas de plástico llenas, a su vez, de plástico en cada metro del perímetro de toda la costa de la ría de Vigo.

Si le cuentan estas cifras a alguien, seguramente las escuchará porque hoy, tras darse una ducha, se limpió las orejas con los bastoncillos que, también poniendo en fila los que se utilizan en la ciudad en una jornada, nos llevarían de Vigo a Cangas y volveríamos: 15 kilómetros. Con las bandejas de plástico y los sobreempaquetados plásticos de nuestras compras de hoy podríamos plastificar el edificio del Concello, Praza do Rei incluida, y nos sobraría para incluir las farolas.

Toda esta extensión de plásticos es visible, son macroplásticos que se irán fragmentando, dependiendo de su composición, a lo largo de entre 10 y 300 años hasta que dejaremos de verlos, pero no porque desaparezcan, sino porque se convertirán en invisibles a simple vista e incontrolables microplásticos. Y es que, no lo olvidemos, además de los plásticos que utilizamos hoy seguimos acumulando los que utilizaron nuestros antecesores. Si hiciéramos un cálculo partiendo solamente desde mediados del siglo pasado cada vigués y viguesa acumulamos una herencia per cápita de 270.000 toneladas (sí, toneladas) de plásticos de los grandes. Otra buena cantidad que se incorpora al lote nace ya en forma de microplástico.

Supongamos que la mitad de las familias viguesas pongan hoy una lavadora. Eso significará que solamente en esta jornada la ciudad de Vigo verterá a la ría una cantidad estimada muy a la baja de, agárrense, 3.500 millones (sí, millones) de microfibras de plástico. Son apenas la mitad del total si sumásemos el resto de fuentes de vertido por cepillarnos los dientes, aplicarnos exfoliantes o un largo etc. Ante semejantes cifras podríamos pensar que solo 14 partículas de microplásticos es una cantidad irrisoria. Todo es relativo. Si pensamos que son las piezas que entran en nuestro organismo diariamente por el inevitable acto de comer y beber, y en buena medida se nos quedan dentro, quizás la cifra nos parezca relevante. Siempre nos queda el consuelo del espejismo del reciclaje.

Porcentaje alarmante

En realidad ni siquiera el 30% de los plásticos que produce Vigo son reciclados, pero aumentar ese porcentaje solo será un paliativo que no curará la enfermedad de fondo que ya hemos convertido en crónica y degenerativa. El diagnóstico es claro: solo solucionaremos el problema cuando comprendamos que las famosas tres R (reducir, reutilizar y reciclar) deben pasar a convertirse en cuatro R: reducir, reducir, reducir y reducir. El reciclaje solo es la menos insensata del resto de las opciones que nos quedan. Quizás podríamos empezar en Vigo por algo tan revolucionario y subversivo, con perdón, como destinar el dineral que dedicamos a las campañas de reciclaje (a estas alturas quien no sepa lo que va al contenedor amarillo es porque no le da la gana) por campañas de reducción, o lo que es lo mismo, hacer educación ambiental.

No tenemos que irnos muy lejos para ver un buen ejemplo: la mancomunidad de concellos de O Morrazo lo está poniendo en marcha. Cuando consigamos cambiar el paradigma de «Vigo recicla» por el de «Vigo reduce» empezaremos a solucionar el problema. La gran pregunta es porqué no lo hacemos.

El problema solo se puede solucionar aplicando las 4 R: reducir, reducir, reducir y reducir