Un pato, el primer atropellado en la rotonda de la pantalla

manu otero VIGO / LA VOZ

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La hembra de una familia de patos asentada en el centro de Vigo perece atropellada

19 abr 2018 . Actualizado a las 14:04 h.

La jungla de asfalto no es el mejor lugar para sacar adelante una familia. Mucho menos para una pareja de patos. Para ellos todo es hostil. Coches a toda velocidad, gaviotas dispuestas a devorar a sus polluelos, dificultad para encontrar comida y ausencia total de zonas de relax. Aun así, estos individuos de ánade real supieron convertir el barrio del Areal en su hogar y ganarse el cariño de sus gentes, que los alimentaban a base de migas de pan a la vez que disfrutaban de su coqueto caminar. Un amor platónico aplastado por un neumático. Mientras su ya crecida prole disfrutaba de un plácido baño, el primero bajo el sol primaveral, en la fuente de la rotonda más moderna de la ciudad, mamá pato resultaba fatalmente atropellada por uno de esos temibles depredadores motorizados.

El suceso no pasó desapercibido para ninguno de los peatones que transitaban Rosalía de Castro observando impresionados la escena y lamentando el funesto desenlace mientras los coches seguían circulando, como si nada, por encima del cuerpo de la desdichada ave. Hasta que un vecino del lugar, en un alarde de sensibilidad que ninguno de sus congéneres se atrevió a demostrar, detuvo momentáneamente el tráfico para retirar con sumo cuidado el cadáver al arcén interior de la glorieta. Allí permaneció hasta que el servicio de limpieza pasó a recogerlo.

Una bolsa de basura no era el destino que merecía mamá pato. Nadie sabe cómo ni cuándo se instaló esta pareja de patos salvajes en O Areal, pero desde que llegaron se convirtieron en las estrellas del barrio. Anidaron en uno de los solares en desuso del entorno de Rosalía de Castro y allí sus crías dieron sus primeros pasos. Alarmados por el peligro de ver a los pequeños polluelos moverse entre los coches, los vecinos alertaron al Seprona. Una patrulla rescató a la familia y los realojó en un parque forestal en Beade. Pero este entorno natural parece no haber satisfecho los deseos de la familia y pocas semanas después, la pareja de adultos volvía a su hogar.

Allí fueron muy bien recibidos por los taxistas de la estación de tren de Guixar, entorno por el que solían dejarse ver a menudo. «Andan siempre por aquí, ya nos conocen, les damos de comer», explicaba delante de la entrada a la terminal un trabajador del Adif. «Pasean por aquí, luego se van volando a la rotonda de Sanjurjo Badía y van también por Rosalía de Castro, se bañan en la fuente y les dan de comer en los bares», relataba el trabajador la vida de la familia.

Sin embargo, los taxistas de la estación llevaban inquietos unos días porque hacía tiempo que el macho no se dejaba ver por la parada. A finales de la pasada semana, los transportistas manifestaban su preocupación por si le hubiese ocurrido algo. Mientras tanto, seguían atendiendo las necesidades alimentarias de la hembra ajenos al dramático final que el destino le tenía reservado.

Es el punto final a la familia de patos salvajes más urbanita de la historia de Vigo. Ellos hicieron de la fuente de la rotonda de la pantalla de Rosalía de Castro su patio de juegos, de las humanizadas aceras su mesa de banquete y de los solares en construcción su guarida. El primer atropello mortal de la renovada calle se llevó por delante la vida de mamá pato. La familia que la acompañaba estos días, todos machos, seguirán aportando el toque natural a un entorno tan salvaje como el centro urbano vigués. Aunque para dar continuidad a su estirpe tendrán que emprender el vuelo. No encontrarán semejantes con los que emparejarse en Vigo. Ellos son los únicos.