No todos los azafatos dan la talla

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La compañía Air Nostrum realizó ayer en Vigo pruebas a 36 aspirantes a tripulantes de cabina de pasajeros, de los que 10 se descartaron por baja o alta estatura

17 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que más les preocupaba era el inglés, pero increíblemente, muchos de los candidatos a tripulantes de cabina de pasajeros para la compañía Air Nostrum fueron descartados por no dar la talla. En las pruebas que ayer se llevaron a cabo en un hotel de Vigo, los aspirantes tenían que medir entre 1,60 y 1,80 en el caso de las mujeres y de 1,70 a 1,80 los hombres. La limitación máxima tiene como fin evitar que el azafato no supere la altura del avión, teniendo en cuenta que cada vez tiene menos altura. Aunque lo habitual en este tipo de pruebas es encontrarse con un 70 % de aspirantes femeninas frente al 30 % de chicos, en este caso la pugna por lograr un empleo en las alturas estaba prácticamente igualada. La mayoría lucía pañuelo al cuello, «como símbolo de la profesión para que la gente sepa que somos del personal», aclaraba una de las solicitantes.

De las 36 personas presentadas fueron rechazadas diez por la altura, la mayoría por no no llegar al mínimo, aunque también hubo algún caso, como el de Jonathan Mouriño, que se quedó fuera al sobrepasar el máximo por una cifra casi imperceptible. «Ya me han dicho que no paso por dos centímetros. Me iré para casa, pero continuaré intentándolo porque es un trabajo que me gusta mucho, con horarios diferentes, variado y que te da la oportunidad de viajar. Hay compañías que permiten hasta 1,90 e incluso 2,10», explica el joven. Con 26 años, era la primera vez que lo intentaba. «Quedé fuera por un centímetro», comenta otra de las aspirantes, Lara Miranda, que asistía con toda la ilusión del mundo tras obtener el certificado de TCP (tripulante de cabina de pasajeros) en el centro Air Hostess, de Vigo, igual de muchos de sus compañeros que acudieron a la cita.

Antes de entrar a la entrevista los nervios eran evidentes. «Suele haber bastantes pruebas. La semana pasada hubo otras de Ryanair y de Iberia Express. El curso que hacemos dura seis o siete meses, es una profesión en alza», comenta Jorge Parada, tras apuntar lo importante que es dominar el inglés, tener don de gentes y, por supuesto, algo que se da por hecho: que te guste volar. Lo más lejos que ha volado él ha sido a Punta Cana.

Raquel Beis acompaña a su hija Giorgia. «Era mi sueño de joven, pero pedían un mínimo de 1,65 de estatura y no llegaba, depende de las compañías, algunas son más flexibles que otras. A mi hija le encanta y yo me emociono con ella», comenta. Efectivamente, su hija no puede disimular: «Me encantaría volar a Milán, yo nací allí». Pero, de nuevo la altura le jugó una mala pasada. Más suerte tuvo Anxo Corcoba, de 18 años y más de 1,70 de estatura. «Di la talla. Siempre quise un trabajo diferente», indica entusiasmado. También burló a la cinta métrica la almeriense Ariadna Castro, quien con 24 años busca su primer empleo.

La edad para acceder a este puesto de trabajo oscila entre los 18 y los 26 años y una de las condiciones es no tener tatuajes visibles. En caso de que sea así, deberán presentar un certificado para justificar la intención de retirarlo.

Tras la verificación del currículo y el mal trago de la medición, los aspirantes pasaron por una prueba psicotécnica. Lo más complicado es el inglés, para el que se exige un nivel equivalente a un B2. Si saben alemán, mucho mejor. Sobre el salario, los futuros tripulantes de cabina no lo tienen muy claro. «Hemos oído que entre 1.200 y 1.600 de media, en función de varias cosas», indican. En el plazo de una semana o menos los afortunados que pasen la selección serán avisados por la compañía para realizar un curso específico de mes y medio que se iniciará a finales de mes en Valencia.