Aprendices a la vez que maestros

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Siete jugadores de Coruxo y Rápido compaginan Segunda B con tareas de entrenador

30 mar 2018 . Actualizado a las 14:37 h.

Los campos de fútbol son el hábitat natural de Antón de Vicente, Mateo Míguez, Alberto Domínguez, Pablo García, Pitu ?todos del Coruxo? y los porteros del Rápido de Bouzas Brais Pereiro y Alan. Todos ellos son aprendices a la vez que maestros. Echan horas y horas entrenando y jugando en los campos de Segunda B, asumiendo las directrices que les dan desde los banquillos e intentando mejorar. Y cuando se quitan la camiseta de jugador se ponen la de entrenador. Compaginan el fútbol sobre el césped con la responsabilidad de dirigir a equipos de base o a porteros. Una experiencia que, coinciden, les satisface y les enseña.

La primera vez que Mateo Míguez mandó desde el banquillo fue hace una década en Redondela. Ahora, con el nivel tres de entrenador bajo el brazo, ejerce de ayudante en las categorías inferiores del Celta. Como les sucede a otros compañeros, compaginar el fútbol y sus viajes con los pequeños es complicado, pero asegura que merece la pena. «Dá unha visión totalmente diferente ao que vives como xogador. A satisfacción de poder ensinar algo e a relación e o aprecio que se establece cos nenos» compensan las complicaciones de la agenda. «Normalmente un xogador só se preocupa de si mesmo e un adestrador ten que pensar en 22 persoas, non é nada sinxelo».

Esa es una de las cuestiones en las que Pablo García, segundo entrenador del infantil de Liga Galega del Coruxo, hace hincapié. «El hecho de estar entrenando te hace pensar no solo en ti mismo, sino también en lo que pasa por la cabeza de los entrenadores». En su caso, comparte dirección con Iván Pérez y «el hecho de ser yo un defensor y él un atacante nos permite complementarnos muy bien».

El coruxista Pitu se adentró en el mundo de los banquillos por vocación y amistad. «Son segundo adestrador no benxamín A do Colexio Apóstol, o club no que comecei a xogar. Sempre quixen adestrar nenos e deuse a posibilidade de que un dos meus mellores amigos me propuxo axudarlle co seu equipo. Non o dubidei», explica. Tener la pizarra en la mano y adoptar decisiones le ha ayudado «a darme conta do difícil que é xestionar as decisións para os técnicos». Y es que, si en algo coinciden todos ellos, es en que ver el fútbol desde la banda y adoptar decisiones les ha permitido entender mucho mejor la labor de sus propios místerses.

«É moito máis complicado adestrar ca xogar, e sentar no banquillo fai que cada semana aprendas unha cousa nova. Ves os erros que comete o teu equipo e tentas corrixilos na semana seguinte. É un continuo aprendizaxe», resume Antón de Vicente. El capitán del Coruxo se adentró en el mundo de la dirección hace un lustro en el benjamín C del Coruxo y le quedaron ganas de más. Ahora entrena al Val Miñor cadete C y asegura que la experiencia merece la pena. «Fai que te impliques máis en entender o xogo. Ademais, ver a mellora dos teus xogadores e convivir con eles dánche experiencias únicas», desgrana.

Directrices bajo postes

El portero del Coruxo, Alberto Domínguez, y los del Rápido, Brais Pereiro y Alan, viven bajo palos. Además de jugar, entrenan a guardametas. «A miña primeira experiencia foi cando tiña 15 anos axudando ao adestrador de porteiros no Espanyol, e dende entón non o deixei. Cando me dixeron que fora adestrar era para fixarme nos erros deles para non cometelos eu», desvela Alberto, que ahora ejerce en la escuela de porteros Azero.

Brais Pereiro también empezó a entrenar cuando solo era un chaval. «Comencé siendo juvenil entrenando a los porteros del Areosa. No tenían a nadie y a mí me llamaba la atención». Hoy ejerce en la escuela de alto rendimiento Soloporteros de Vigo y en la base y el equipo senior del Louro de Tameiga. Muchas horas y esfuerzo que, asegura, compensan. «Cuando estás entrenando y te pones en el papel entiendes situaciones, correcciones, y maneras de actuar de tu entrenador y tus porteros», asegura, y ver mejorar a los chicos merece la pena.

Los benjamines, prebenjamines y alevines del Rápido tienen a Alan, jugador del primer equipo, como entrenador. Lleva una década compaginando las dos tareas en distintos clubes y destaca sobre todo «la ilusión que tienen los chicos de venir a entrenar y cómo se divierten. Piensan en pasarlo bien, y es lo que hay que hacer aunque seas más grande». A lo largo de su carrera fue aprendiendo algo de cada uno de sus técnicos y ahora trata de transmitírselo a sus alumnos. Una cadena de conocimiento.