Solo uno de los 12 polígonos de bateas permanece abierto. Con el mejillón en plena época de desove, solo si el episodio tóxico se prolonga más allá de mayo tendrá consecuencias negativas para el sector
21 mar 2018 . Actualizado a las 20:30 h.La marea roja ha entrado con fuerza en la ría de Vigo. Tanta que, desde el lunes, únicamente permanece abierto uno de los 12 polígonos de bateas que hay diseminados entre la bocana de las islas Cíes y la ensenada de San Simón, una zona esta última a la que normalmente no llega la toxina, dado que la fuerza con la que entra en el fondo de saco la floración que provocan estos episodios es escasa. Los fuertes vientos, asociados a las borrascas que han azotado la costa en las últimas semanas, han propiciado esta vez una entrada más profunda y, con ella, la toxina diarreica que mantiene cerrada la actividad casi por completo.
La buena noticia, explican desde la Asociación de Mejilloneros es que les ha pillado con la campaña prácticamente terminada y está retirado casi todo el producto. «Tendríamos de verdad un problema si el episodio tóxico se prolongara hasta junio», afirma un portavoz, que añade que con lo poco que se consume en fresco hasta que arranca el verano, basta con que estén activas unas pocas bateas para mantener surtido el mercado. «Vigo es una de las ciudades gallegas en las que menos mejillón se vende para tomar en fresco», asegura.
Marzo y abril son meses de desove, lo que hace que la exportación tampoco sea una opción para el sector. «El mejillón no está en las mejores condiciones para competir y mucho menos para viajar, ya que terminarían muriéndose por el camino una gran parte», dice el bateero.
En el mercado exterior termina están los principales clientes del mejillón que producen las 484 bateas que hay en la ría de Vigo. Francia e Italia son los principales destinos y, en mucha menor cantidad, Portugal. Los dos primeros países muestran una especial preferencia por ejemplares de pequeño tamaño. En el primer caso, porque se parecen a los que se captura en la Bretaña, donde es un producto especialmente valorado, hasta el punto de que llega a pagarse hasta 15 euros el kilo en las plazas de abastos y supermercados. En el segundo porque lo usan para pizzas y salsas.
La de los precios, en este caso en primera venta, es una de las asignaturas pendientes del sector. «La cotización no ha variado en los últimos 15 años, mientras la de los distintos componentes de las bateas no ha dejado de subir en todo este tiempo, y eso se está notando mucho en las cuentas de resultados», se lamentan los profesionales, que aseguran que en este contexto de poco vale tener una buena campaña como la que ahora termina. De ahí que cuando encima las mareas rojas son prolongadas o llegan en el momento de las mejores cosechas como ocurrió en el 2016, muchos productores no ganen ni para el combustible de los barcos.
Sobre el precio de los componentes, dicen, por ejemplo, que ya no solo es que las vigas de madera que emplean en las bateas sean más caras, sino que duran menos porque muchas veces procede de árboles quemados. «Algunas hay que cambiarlas cada tres años», dicen. Cada piedra para fondear las cadenas ronda los 8.000 euros y los 2.000 cada cadena. Los últimos temporales arrancaron varias, sobre todo en los polígonos de Liméns, que son los más batidos por el viento y las mareas. El coste medio de una batea puede alcanzar los 70.000 euros.
Dependiendo de la zona de la ría en la que estén instaladas pueden generar una facturación de entre 24.000 y 30.000 euros anuales.
La mayoría de los productores son propietarios de una media de 5 bateas
El minifundismo prima en el sector mejillonero. La mayoría de los productores tienen una media de 5 bateas, aunque también los hay hasta de una. Solo una decena de empresarios tienen diez bateas o más. En este caso, suelen repartirlas por los distintos polígonos con el fin de garantizarse que la llegada de microalgas tóxicas no les deje sin actividad, salvo que como ocurre estos días se cierre la práctica totalidad de la ría. El precio de venta del mejillón a pie de muelle oscila entre los 45 céntimos de euro de los ejemplares más pequeños y los 80 céntimos de los más grandes, unas cifras que se mantienen desde hace tres lustros. «El grande tendría que venderse como mínimo a 1,20 euros», dicen los productores.