Yann Tiersen se pone colorado

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El músico bretón protagoniza en Vigo un concierto intimista que encandila hasta con su enorme timidez

15 mar 2018 . Actualizado a las 18:46 h.

Es un ligero balanceo, casi imperceptible. Algo parecido a un asentimiento. Su columna se inclina apenas 15 grados. Lo hace tres veces, mientras mira directamente al público. Un segundo, dos segundos, tres segundos... y ya está. Yann Tiersen se despide después de hora y media del público del auditorio Mar de Vigo. Agacha los ojos y la cabeza y se esfuma entre bastidores. Después de sostener menos de cinco segundos la mirada al frente con todo el público aplaudiéndole a rabiar, parece a punto del ataque de pánico.

Antes de levantarse del piano, el compositor vanguardista ha dicho "muchas grasias". Es la quinta vez que conversa con el público en esta noche. Las anteriores han sido algo menos explícitos: "Hola", "gracias", "gracias" y "gracias", ha comentado. De modo que hay una cadencia aproximada de quince minutos entre palabra y palabra. Este hombre de 47 años, bretón, ha permanecido todo el concierto sin más compañía que la de un magnetófono Revox, con sus dos enormes pletinas, que solo hacía ruido, como para espantar la soledad.

De alguna manera, Tiersen ha logrado esconderse de las 1.500 personas que lo escrutaban durante la última hora y media, encandiladas. Durante todo este tiempo, el público apenas puede ver algo más que su oreja derecha; no le queda más remedio que mostrarla cuando está sentado al piano. A veces, en un alarde, se le ve también la oreja izquierda, ya que cuando agarra el violín se gira y mira hacia el otro lado.

Hay algo entrañablemente infantil en este artista bretón que lleva media vida sobre los escenarios. Se esconde como el niño que agarra la pierna de su padre al encontrarse con un pariente lejano. Le puede el pudor. Vende cara su mirada.

Dicen que Yann Tiersen se ha puesto intimista. Ha abandonado todo el ruido electrónico de sus conciertos para aparcarse sobre el piano. Su recital es una sucesión de canciones, casi todas enlazadas, de manera que no se conoce el final de una y el principio de la siguiente, como para evitar los aplausos. Interpreta alguna pieza al violín y un par de ellas en dos característicos pianos infantiles. Se cobija bajo una luz mediana, de sobremesa. Su disco se llama Eusa, como la isla en la que vive, en el Finisterre francés. Así que el disco ?y el concierto? es algo parecido a una invitación a su propia casa. Y lo lleva con pudor. Yann Tiersen es como el malote de la clase que, de repente, descubre que llevaba años escribiendo poesía en secreto.

Es un maestro del tempo. Hay intérpretes que se lucen con complejidades técnicas que requieren que los dedos vuelen. Él es parco. Prefiere la gramática del tempo, acelera y desacelera sin que nadie lo perciba, siempre con su melodía suave, hecha a base de repeticiones de temas, con sus variaciones y desarrollos, en un permanente arpegio.

Se lo conoce como el autor de Amélie o de Goodbye, Lenin!. Es poco. Es un experimentador nato, un intérprete eficaz de varios instrumentos y, sobre todo, un juguetón de la música. Eso sí, un juguetón tímido.